La plataforma Cont.ar estrenó “Liturgia Villera”, la última producción audiovisual del reconocido cineasta y escritor, César González. Se trata de un cortometraje documental de 22 minutos que toma los barrios populares del conurbano bonaerense como escenario cinematográfico para ofrecer un collage complejo y heterogéneo de sus habitantes. En los intersticios de su montaje González sitúa, como ya es habitual en su cine, nuevos interrogantes que invitan a desarmar los relatos esencialistas y maniqueos que gran parte del cine y la televisión nacional construyeron sobre las villas y sus habitantes a lo largo de la historia.
Liturgia Villera es el noveno cortometraje del director oriundo de la Villa Carlos Gardel en el Partido de Morón. Producido por el Ministerio de Cultura de la Nación, Latir y Caja Negra Editora, este documental mantiene muchos de los elementos que son propios de la carrera cinematográfica de este director que hace una década movió los cimientos del cine nacional con su ópera prima Diagnóstico Esperanza (2013).
Filmada con mínimos recursos, Liturgia Villera presenta un relato coral que articula entrevistas, expresiones artísticas y una única secuencia ficcional que tienen como protagonistas a distintos habitantes de los barrios populares del conurbano bonaerense. El montaje de la película es rápido y lo único que unifica todas las escenas es la presencia activa del director que, fuera o dentro del campo, con la cámara o con la palabra, interroga a los vecinos sobre distintos aspectos de su vida. Así, Liturgia Villera construye un un collage heterogéneo de vivencias, miradas sobre el mundo y deseos a futuro atravesados por la territorialidad de los barrios populares bonaerenses. Un relato que, como gran parte del cine del director, se distancia intencionalmente de la linealidad narrativa con la que gran parte del cine nacional abordó históricamente las villas del país.
“Invaden los territorios marginales no para hacer arte sino para tener orgasmos de misericordia. Presentan burdos fenómenos y no personajes. Producen fábulas morbosas, y por culpa de ellos circula un rígido malentendido sobre el tratamiento realista de la pobreza y la marginalidad. Se nos quiere convencer de que ese realismo (y todo realismo) es el refugio que delata una escasez de imaginación del artista” escribió González sobre el tratamiento que el cine habitualmente le da a las villas en su artículo titulado “El fetichismo de la marginalidad en el cine y la televisión”.
Entre la total artificialidad y la deseada por muchos, pero nunca accesible, transparencia narrativa, se sitúa la mirada autoral sobre la realidad social en la cual se para González. En este sentido, la única secuencia ficcional de Liturgia Villera cumple un rol fundamental.
En ella, un hombre observa indignado las noticias en la televisión, con cautela oculta algo en sus pantalones, se despide de su hija y sale a los espacios públicos del Barrio Carlos Gardel. Replicando la famosa escena de la película de Caetano, en la que Julio Chavez compra un oso rojo para su hija, César Gonzáles nos revela minutos más tarde que, en contra de nuestros prejuicios, aquel objeto oculto no es un revólver, sino un aerosol con el cual el hombre salió a expresarse
Más allá del efecto de choque momentáneo que genera esta revelación, la potencia de esta secuencia ficcional dentro de su película radica en que subraya la dimensión discursiva que atraviesa todo el documental. En la articulación de imágenes heterogéneas que presenta Liturgia Villera no hay transparencia, sino una mirada crítica y situada. De ahí que los reiterados calificativos sobre el cine de González de “sin filtro”, “transparente” o “real” escondan, entre otras cosas, el peligro de ser escritos sobre el nombre del artista.
Luego del resultado, para muchos sorpresivo, de las PASO (Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias), González fue convocado por diversos medios de comunicación que le preguntaron: ¿Por qué los villeros votaron como lo hicieron? Él detuvo estas preguntas en seco y , consecuente con su carrera artística, evitó las generalizaciones. Responder por los pobres hubiera sido caer en lo que él mismo denominó el “esencialismo de la pobreza”. Liturgia Villera tampoco responde esta pregunta, pero sí invita a generar nuevos interrogantes. Eso sí, sobre una imágen más heterogénea, sensible y sutil de las villas bonaerenses.