“Cuando comenzamos las búsquedas encarábamos un camino extraño y con una doble tarea, porque éramos madres y abuelas en busca de nuestros hijos, hijas y nietos, y teníamos que preguntar a quienes eran cómplices de torturadores y asesinos, dónde podíamos saber de nuestros hijos. Fue un cambio brutal en nuestras vidas, pero fuimos aprendiendo y lo hicimos, sin perder la ternura, sin venganza, sin odios ni rencor”. Con esas palabras Estela de Carlotto repasaba los inicios de Abuelas de Plaza de Mayo, este lunes por la tarde en el auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, colmado de estudiantes, docentes y representantes de organismos de derechos humanos.
El acto celebraba el valor del conocimiento que abre puertas al mundo de la verdad, el objetivo que se propusieron desde esta Facultad junto a las Abuelas, hace 25 años, en 1998, cuando se decidió elaborar un archivo que guardase la memoria de quienes conocieron a las personas desaparecidas. Se lo conoce como el Archivo Biográfico Familiar de Abuelas. Y para celebrarlo se realizó este acto, emotivo y aleccionador presidido por Estela, acompañada por las autoridades de la casa: la decana Ana Arias y el vicedecano Diego de Charras.
Hubo anécdotas, reflexiones, referencias a los difíciles tiempos políticos que corren. Detalles de cómo se construyó este camino de conocimiento explicados por la coordinadora del Archivo, Daniela Drucaroff; y también de su importancia en la recuperación de la identidad, en las palabras de Claudia Poblete Hlaczik, nieta restituida.
El Archivo Biográfico Familiar de Abuelas es una herramienta de reconstrucción de identidad, y es en rigor un archivo de voces y videos que atesora la memoria oral de familiares y no familiares de las personas desaparecidas, para preservar y resguardar el compromiso que ofrecieron, la palabra que entregaban, sus luchas. Y fue el inicio de una valiosa colaboración entre Sociales y Abuelas. Por eso se homenajeó a quienes desde el ámbito académico sostuvieron el trabajo que ya cuenta con 1300 entrevistas y 21.700 fotografías que conforman los perfiles de quienes ya no están, y se entregan a los nietos recuperados.
Las palabras de Estela daban cuenta de una tarea enorme “y colectiva” como señaló Arias. Como también es colectiva la construcción de este archivo, dijo la decana, para añadir que a 40 años de democracia, celebrar este recorrido evidencia “el profundo compromiso de nuestra institución, en este momento donde se pone en juego el valor de lo público”.
Algo que Estela retomó al señalar que “todos somos distintos, pero ojalá pudiéramos llegar con palabras claras a los jóvenes que Milei está llevando de las narices; y me animo a meterme en estos temas políticos –subrayó– porque les están mintiendo, los están engañando y no queremos que más adelante lloren por algún error cometido que puede costarle caro a nuestra patria”.
En su horizonte, el objetivo es “la patria que soñaron San Martín, Belgrano y tantos otros”. Una patria grande, sostuvo. “La que soñaron los 30 mil desaparecidos, que querían cambiar el país con justicia social”, refirió, para definir luego el perfil de aquellos militantes: “Crecieron rápido, se casaban jóvenes y estaban dispuestos a darlo todo. A las madres nos daba miedo que algo les pudiera pasar. Y les pasó lo peor. Pero hemos aprendido –insistió–, hoy sabemos que aun con esta justicia sin justicia, tenemos que seguir siendo justicieros de la palabra, y estar unidos a pesar de nuestras diferencias, para seguir con alegría, con discusiones pero sin peleas, para que no ganen quienes quieren convertir a nuestro país en un cementerio”. Daba cátedra Estela, de humanismo y de convicción cívica.
La misma perseverancia que expone Abuelas forjó la construcción del Archivo Biográfico, contó Drucaroff. “Cuando las Abuelas se propusieron registrar las voces de quienes conocieron a sus hijos se produjo un cambio”, explicó. De algún modo, Abuelas lograba sortear el silencio. Detalló cómo fue que en las distintas entrevistas, “y de un modo perseverante y colectivo” fue posible reconstruir “el clima especial” que se revitaliza en cada tomo de este archivo. Porque a cada nieto recuperado se le entrega un libro con los testimonios de quienes conocieron a sus padres, con fotos y detalles de su familia.
En la emoción con la que Poblete Hlaczik describió su encuentro con este archivo quedó clara la importancia de la tarea emprendida desde la institucionalidad de las ciencias sociales. Había llegado “a ver al juez” decidida a descreer de sus palabras, dijo. Pero ante el resultado del ADN y al escuchar los audios y ver las fotos del enorme material que conservaba su archivo “supe que lo que escuchaba era la verdad”, compartió. Claudia habló del valor de la memoria “no solo por la identidad de los nietos, también de nuestros padres y de nuestros hijos”. Y explicó: “Es una pequeña gran victoria dentro de tanto dolor”.
La consigna de Memoria, Verdad y Justicia fue retomada por el vicedecano, quien recordó la cobertura de los juicios de lesa humanidad que sostiene la Facultad, inicialmente en el diario en papel “Sociales en los juicios”. Y repasó que hasta hoy “ya hay 324 juicios con sentencia y 1131 represores condenados”. Al referirse a la importancia del debate público, De Charras advirtió: “Tenemos candidaturas a los más altos cargos ejecutivos que son negacionistas”. De ahí la importancia de hacer “justicia a través de la leyes”, y de profundizar “el avance de la cultura democrática argentina, insoslayable en el campo de las ciencias sociales”.
Para sellar el homenaje, Clarisa Veiga, una de las pioneras desde la Facultad en este proyecto con Abuelas, fue llamando a quienes fortalecieron este camino de memoria, para entregarles sus diplomas de reconocimiento, y también a las familias de quienes ya no están. En cada entrega, hubo emoción y reflexiones maduradas.
Y hubo un saludo de cada uno con Estela, quien al iniciar el acto había preguntado: “¿Cómo hago para hablar de estos 45 años de lucha sin sentirme triste, porque ya vamos quedando poquitas abuelas?”. Ella misma respondió: “Estoy alegre también porque hay nietos que nos ayudan, y no enseñan las herramientas del mundo virtual con el que podemos transmitir el mensaje para que esos hombres y mujeres que hoy pueden estar en cualquier lugar del mundo, conozcan su identidad”. Para concluir, emocionada, que a sus 92 años, la invade el temor de ya no estar. “Pero los veo a ustedes, y estos rostros que miran con cariño, me hacen sentir más joven. A lo mejor, ¡hay Estela para rato!”, rió, y el auditorio volvió a estallar en aplausos, esta vez, de pie, para homenajearla y agradecerle a ella, y en su nombre, a todas las Abuelas, como dijo cada uno de los que tomaron la palabra.
Los reconocimientos
Quienes iniciaron y sostuvieron el trabajo del Archivo fueron reconocidos por las autoridades de la Facultad. Hubo una distinción especial a la familia de Enrique Oteiza, director del Instituto Gino Germani al inicio de este trabajo. Soraya Giraldez, directora de Trabajo Social, entregó el reconocimiento a Ada Eroles, compañera de Carlos Eroles, codirector del Archivo en su fundación, en 1998. Malena Magnasco, subsectretaria de Género y Derechos Humanos de la Facultad, lo entregó a Luciano, Leonardo y Lisandro Kordon, hijos de Mónica Muñoz, coordinadora del Archivo, quien falleció tempranamente. Y Mariana Nogueira, directora de Relaciones del Trabajo, lo entregó a Leila Gutiérrez, secretaria del Archivo. Fortunato Mallimaci, decano de Sociales entre 1998 y 2002, fue reconocido por el director de Sociología, Rodrigo Salgado. En Mallimacci también se reconoció la labor de los directores de carrera, funcionarios, docentes y no docentes de la facultad, como Daniela Nahamad, que sostuvieron el trabajo del Archivo. En la figura de Abel Madariaga, secretario de Abuelas, se reconoció a los familiares. En especial a las nuevas generaciones a las que Abel dio paso en la institución. Madariaga recibió la distinción de manos de Larisa Kejval, directora de Comunicación. El reconocimiento a Flavia y Lorena Battistiol, Iván Fina y Josefina Casado, familiares que se incorporaron al archivo luego de ser entrevistados, lo entregó Martín Unzué, director del Germani. Y a Ruth Teubal, directora del Proyecto Hermanos de Desaparecidos, se lo dio Cristina Bettanin, de las primeras entrevistadoras del Archivo. Y De Charras hizo lo propio con Graciela Daleo, en nombre del colectivo de entrevistados, sobrevivientes y no familiares.