Corsage: la emperatriz rebelde 7 puntos
Austria, 2022.
Dirección y guion: Marie Kreutzer.
Fotografía: Judith Kaufmann.
Música: Camille.
Intérpretes: Vicky Krieps, Florian Teichtmeister, Katharina Lorenz, Jeanne Werner, Alma Hasun, Manuel Rubey.
Duración: 114 minutos.
Estreno: en salas únicamente.
¿Cuál es el ideal de belleza femenina actual? ¿Desde cuándo se cultiva y cómo? ¿A qué precio? Estas son algunas de las preguntas que plantea Corsage, el cuarto largometraje de la cineasta austríaca Marie Kreutzer que tiene como protagonista absoluta a la emperatriz Isabel de Baviera (1837-1898), popularmente conocida en todo el mundo como “Sissi”, gracias a las tres películas que entre 1955 y 1957 interpretó la entonces jovencísima Romy Schneider. Pero a diferencia de esa trilogía naíf y rococó, que mostraba a la emperatriz como un incandescente sol rubio y a su romance con el Emperador Francisco José como un cuento de hadas, Corsage expone a Elisabeth como a una prisionera de su propia fama, no muy lejos de lo que hoy podría ser el caso de una top model.
Con su cintura permanentemente ceñida por esos corsés que le dan el título al film, asfixiada por ese instrumento de tortura que ella insiste en ajustarse cada vez con mayor empeño, Elisabeth tiene apenas 40 años cuando la encuentra el film de Kreuzer, pero ella siente que ha llegado al final de sus días, incapaz de estar a la altura de los mandatos patriarcales de su época (que no son muy distintos a los de hoy): mantenerse perennemente joven y delgada, como en los retratos que adornan cada uno de los rincones de un imperio sobre el cual ella no tiene voz ni voto.
El revisionismo de Corsage no conlleva una carga de feminismo virulento, sino que está imbuido más bien de una cierta tristeza, de la melancolía profunda de su protagonista, alienada y confundida al punto de que sus ataques de rebeldía van dirigidos más contra sí misma que contra su irrespirable entorno, que la ciñe más que cualquier corsé. Hay una evidente tendencia hacia el abismo, una pulsión de muerte en la Elisabeth que compone magistralmente la actriz Vicky Krieps, iniciadora del film y recordada coprotagonista de El hilo fantasma (2017), de Paul Thomas Anderson, donde ya componía una suerte de maniquí para el uso y abuso del perverso modisto que interpretaba Daniel Day Lewis.
Víctima de anorexia, una enfermedad que entonces no se conocía como tal, la Elizabeth de Krieps está construida, según la propia actriz, en infinidad de datos reales, tomados de los diarios de una de sus cortesanas: sus dietas estrictísimas, basadas apenas caldos y rodajas de naranja; su cuidado obsesivo del pelo, con esa “corona imperial” hecha con su propio cabello, que luego copiaron otras reinas europeas; el celo que ponía en ocultar su rostro en público, para que no se le vieran unas hipotéticas arrugas.
Veleidosa, egocéntrica, ciclotímica, Elisabeth es también –en el film de Kreuzer- inteligente y moderna, tanto como para advertir que esos tediosos retratos al óleo para los que tenía que posar durante horas estaban quedando obsoletos ante el advenimiento no sólo de la fotografía sino también del incipiente cine. Ese dato en particular está forzado cronológicamente, pero –sin llegar al alegre pastiche de la María Antonieta de Sofia Coppola- Corsage se permite en su deslumbrante diseño de producción algunas evidentes licencias como para acercar al personaje a nuestros días. Es el caso, entre otros, de un plano de Isabel y sus cortesanas avanzando en cámara lenta hacia cámara que parece inspirado en la famosa fotografía “Sie Kommen”, del fotógrafo de modas Helmut Newton.
Pese a ser un film de época, Corsage no luce como tal, porque no pretende ser una película histórica sino contemporánea, que le hable a los espectadores de hoy. No hay una mirada condescendiente sobre el pasado; la directora y su actriz no buscan tampoco complots ni villanos en la corte de Fernando José ni en la familia de Isabel, que incluía además de sus hijos a su famoso primo, el príncipe Ludwig de Baviera. Son, en todo caso, personajes prisioneros de sus juegos de roles, de los que no saben ni quieren salir, al punto de que Corsage elige para su heroína una dramática, espectacular salida que no se corresponde con los libros de historia.