Desde Roma
El Papa Francisco parte este miércoles a Mongolia para una visita que comenzará el 1 de setiembre y concluirá el 4. Un país a unos 6.800 kilómetros de Roma, que cuenta con una superficie que es poco más de la mitad de la Argentina y que limita con Rusia y China. Será un viaje entre grandes estepas deshabitadas y carpas de madera y tela, símbolo de los nómades del país, para visitar a una población “apasionada, pacífica, multilateral, que se ocupa del ambiente”, explicó a la prensa el director de la Sala de Prensa Vaticana, Matteo Bruni. Pero en Mongolia hay sólo 1.500 católicos.
Se trata del viaje número 43 del papa Francisco al exterior. Y el segundo en agosto después de visitar a Portugal, mientras a fines de setiembre viajará además a Marsella, en Francia.
La primera vez
Es la primera vez que un Pontífice visita Mongolia, donde el catolicismo renació después de la caída del régimen soviético en la década del 1990. Según fuentes vaticanas, Juan Pablo II había soñado con viajar a ese país pero nunca logró realizar su sueño.
Las relaciones entre el país asiático y la Iglesia ya existían en el siglo XIII, como demuestran algunas cartas entre el hijo del emperador Gengis Khan y el Papa Inocencio IV, cuando el imperio mongol ocupaba una parte de China, Rusia, Persia, Medio Oriente y Europa.
La Iglesia católica fue readmitida en Mongolia en 1992 y creció gracias al trabajo de los padres de la Congregación del Corazón Inmaculado de María y luego los Misioneros de la Consolata, una congregación a la que pertenece el primero y único cardenal de Mongolia, consagrado el año pasado en Roma. Se trata del italiano Giorgio Marengo que es el actual prefecto apostólico de la capital de Mongolia, Ulan Bator.
Pese a su extensión, Mongolia es uno de los países menos poblados del mundo (poco más de 3,5 millones de personas) debido en parte a las grandes diferencias climáticas (40 grados en verano y -40 en invierno). Un tercio de la población vive en pobreza.
El por qué de este viaje
Muchos se preguntan por qué el Papa ha querido visitar este país lejano, con tan pocos católicos y que limita con dos potencias mundiales, la Federación Rusa y la República Popular China. ¿Hay algún objetivo político además de religioso?
Andrea Tornielli, periodista que durante años ha trabajado sobre temas vaticanos para distintos medios y que desde 2018 es Director Editorial del Dicasterio para la Comunicación de la Santa Sede, publicó una editorial sobre este tema en la agencia vaticana Vatican News. “La motivación de la peregrinación a las afueras de Asia no tiene implicaciones geopolíticas”, escribió Tornielli sobre el viaje a Mongolia y en alusión a Rusia y China. “La Iglesia es un lugar para todos, donde la prioridad no son los números y donde nadie es extranjero, sea cual sea su lengua, cultura, pueblo o nación a la que pertenezca”, añadió Tornielli recordando las palabras del Papa Francisco sobre este tema en su reciente viaje a Lisboa donde a principios de agosto participó, junto a miles de jóvenes de todo el mundo, de la Jornada Mundial de la Juventud.
Y refiriéndose a la visita a Mongolia, el Papa dijo el domingo pasado en el Angelus que se trataba de “una visita muy deseada, que será la ocasión para abrazar una Iglesia pequeña en los números, pero vivaz en la fe y grande en la caridad; y también para encontrar de cerca a un pueblo noble, sabio, con una gran tradición religiosa que tendré el honor de conocer”.
Francisco se encontrará en Ulan Bator, la capital de Mongolia, no sólo con los católicos sino también con el pueblo mongol de gran tradición budista. Según datos contenidos en un Informe sobre la Libertad Religiosa en Mongolia de 2022, basado en el censo del 2020, casi el 60% de la población se declara creyente y el 40% ateo. En el 60% de los creyentes, el 87% es budista, el 5,4% musulmán, el 4,2% sciamanista y el 1,1% cristiano. Entre los cristianos no sólo hay católicos sino también protestantes, seguidores de la Iglesia de Jesucristo de los Últimos Días, de Testimonios de Jehová y ortodoxos rusos.
Las polémicas no se detienen
Si bien el avión papal no pasará por espacios aéreos rusos (pero sí de China), para evitar polémicas u otras consecuencias, el Papa Francisco ha tenido que afrontar nuevas críticas de parte de católicos conservadores y de Ucrania, por las palabras que improvisó el 25 de agosto en una video-conferencia con jóvenes católicos rusos en San Pietroburgo.
El Papa les había dicho a los jóvenes que fueran “artesanos de paz en medio al conflicto” entre Rusia y Ucrania, “ sembradores de semillas de reconciliación, pequeñas semillas que en este invierno de guerra no brotarán de momento en la tierra helada, sino que florecerán en una futura primavera". Pero luego les recordó que eran “descendientes de la gran Rusia”, una gran Rusia de santos, gobernantes, de Pedro I, Catalina II, un imperio, grande, ilustrado. Y esta frase desencadenó críticas de todo tipo.
Esas palabras representan "el peor ejemplo del imperialismo y el nacionalismo extremo ruso", declaró en un comunicado el arzobispo Sviatoslav, líder de la mayor Iglesia católica de Ucrania, la Iglesia Ucraniana Grecocatólica. Esas palabras causaron "profunda decepción" y "dolor" tanto en la Iglesia como en la sociedad ucraniana, añadió.
Ucrania por otro lado, no ha tenido buenas relaciones con el Vaticano últimamente, sobre todo porque no acepta los intentos de mediación por la paz que lleva adelante la Santa Sede.
El Vaticano de su lado desmintió que Francisco hubiera tenido las intenciones de las que se lo acusa en relación al discurso. “En las palabras improvisadas y dirigidas a algunos jóvenes católicos rusos. El papa quería estimular a los jóvenes para que conserven y promuevan todo lo que hay de positivo en la gran herencia cultural y espiritual rusa y ciertamente no trató de exaltar lógicas imperialistas o personalidades de gobierno, citadas solo para indicar algunos períodos históricos de referencia”, declaró el jefe de la oficina de prensa Matteo Bruni.
El programa
Dos momentos importantes de esta visita serán el domingo 3 cuando el Papa celebre la misa en Steppe Arena, siempre en la capital del país, una suerte de estadio para hockey sobre hielo. De la misa participarán además de los católicos residentes en Mongolia, otros 1.000 fieles católicos provenientes de Rusia, China, Thailandia, Kazakistan, Kizijistan, Azerbaijan y Vietnam.
El domingo además Francisco presidirá un evento ecuménico e interreligioso en el Hun Theatre donde se encontrará con representantes del budismo, sintoismo, islam, judaísmo e hinduismo.
El avión papal aterrizará en el aeropuerto internacional de Chinggis Khaan, de Ulan Bator , el 1 de setiembre, luego de maś de 9 horas de vuelo. En el aeropuerto será recibido por la canciller de Mongolia y una mujer que le ofrecerá una copa de yogur seco, regalo tradicional del país.
El sábado 2 de setiembre estará dedicado a los encuentros institucionales, es decir primero con las autoridades civiles y el cuerpo diplomático y allí hará su primer discurso. Y luego se reunirá en Gran Jural del Estado, que es la sede del Parlamento , con el presidente Ukhnaagiin Khürelsükh y poco después con el Primer Ministro, Luvsannamsrain Oyun-Erdene.
Por la tarde se encontrará con obispos, sacerdotes y misionarios en la catedral de los Santos Pedro y Pablo, construida en el siglo XX, y donde se encuentra una estatua de la virgen que una mujer encontró en la basura. La virgen fue venerada como Madre del Cielo y el cardenal Marengo la consagró como patrona de Mongolia. La mujer que encontró a la virgen recibirá a Francisco en la catedral y otra mujer le ofrecerá una jarra de leche envuelta en un echarpe azul, otra tradición mongola.
El retorno a Roma está previsto para el lunes 4. Llegará a las 17,20 al Aeropuerto de Roma.
Acompañan al Papa Francisco, además de numerosos periodistas, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle pro-prefecto del Dicasterio para la Evangelización, el cardenal suizo Kurt Koch, prefecto del Diacasterio para la Unidad de los Cristianos, el cardenal español Miguel Angel Ayuso, prefecto del Dicasterio para el Diálogo Interreligioso y una periodista argentina, Silvina Pérez, actual coordinadora de la edición en español del diario vaticano L’ Osservatore Romano.