Estertor - 7 puntos

Argentina, 2023

Dirección: Sofía Jallinsky y Juan Basovih Marinaro

Guión: Juan Basovih Marinaro

Duración: 91 minutos

Intérpretes: Cecilia Marani, Vero Gerez, Sebastián Romero Monachesi, Raquel Ameri, Alejandro Russek, Antonio Vázquez.

Estreno en la sala Leopoldo Lugones, Av. Corrientes 1530.

El final es inminente. La palabra Estertor remite a él, haciendo referencia al sonido de cierta respiración dificultosa, áspera, ligada de forma inevitable a la proximidad de la muerte. ¿Pero qué final? ¿Cuál es el trance último que se invoca en esta película, dirigida por Sofía Jallinsky y Basovih Marinaro, que ha elegido esa palabra como título? Podría ser el que le espera a don Dalmiro, un anciano aquejado por un Alzheimer avanzado, quien se encuentra librado a los designios de los cuatro cuidadores que se ocupan de atenderlo. Pero también podría ser otro, menos prosaico, vinculado a cierto estado de situación que define la condición terminal de una sociedad, en la que el mal se ha enquistado muy profundo.

Porque Dalmiro no es cualquier viejito. Se trata de un exrepresor condenado a prisión domiciliaria a causa de ese trastorno cognitivo, que lo ha dejado desvalido y sometido a la asistencia ajena. De eso se ocupan un enfermero, una enfermera y una encargada, a los que se suma una joven a cargo del servicio doméstico. Lejos de ignorar el prontuario del paciente, los cuatro están al tanto de las atrocidades que este cometió durante la dictadura y en lugar de actuar dignamente, se complacen en descargar sobre él distintos tipos de malos tratos.

Estertor plantea numerosos dilemas éticos, en primer término uno que pone en escena dos maneras de entender la justicia. Por un lado, la que ejecuta el Estado en pos de garantizar una sociedad más ecuánime, pero no siempre "justa"; por otro, la que el individuo aplica por cuenta propia cuando siente que la otra ha fracasado en primera instancia. Una justicia de moral bíblica, según la cual los transgresores deben purgar su culpa siendo sometidos a vejaciones similares a las que cometieron. De algún modo, Marinaro y Jallinsky llevan al extremo aquello que Juan José Campanella puso en escena en aquella emblemática secuencia cercana al final de El secreto de sus ojos.

La diferencia entre esos dos puntos de vista radica en la forma en que ambas películas perciben a sus propios personajes. Mientras la ganadora del Oscar, empatía mediante, se pone del lado de los suyos, Estertor los retrata con repugnancia, forjando situaciones incómodas que están más cerca de la provocación que de la complicidad. Por ese camino la película comete una serie de excesos, es cierto, pero que le permiten darle forma a un escenario de tal crueldad, que le impiden al espectador refugiarse en la comodidad de la observación pasiva. Un horror que a partir del absurdo logra esbozar el retrato monstruoso de una sociedad en decadencia, con problemas de memoria y dificultades evidentes en el manejo de la ira, que necesita con urgencia restablecer los acuerdos básicos y poner en valor los mecanismos del diálogo.