¿Cómo representar la ausencia? ¿Cómo hacer presente a quien no está? La idea para dar respuesta a semejante desafío llegó a oídos de Madres de Plaza de Mayo el último año de la dictadura y tomó forma el 21 de septiembre de 1983, durante la tercera Marcha de la Resistencia, cuando miles de personas en Plaza de Mayo protagonizaron el primer “Siluetazo” para visibilizar el reclamo por los desaparecidos. Cuarenta años después, en el Día Internacional de las Víctimas de Desapariciones Forzadas, Madres Línea Fundadora inauguró la muestra fotográfica “El Siluetazo, una mirada desde adentro”, que puede visitarse en su Casa Nuestros Hijos, la Vida y la Esperanza, que funciona en el Espacio de la Memoria ex ESMA.
“Ellas vieron lo que nosotros no terminábamos de comprender, entendieron exactamente lo que iba a pasar, la potencia que tenía la idea de la representación del vacío”, rememora el diseñador, serígrafo y artista Guillermo Kexel, uno de los tres autores del proyecto original junto con Rodolfo Aguerreberry (fallecido en 1997) y con Julio Flores, con quien compartió ayer la mesa de presentación que completaron Taty Almeida, por Madres, y el curador de la muestra, Ernesto Pereyra. De la actividad participaron también el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, y el ministro de Educación, Jaime Perczyk.
El foco de la muestra está puesto en “el carácter colectivo de aquella gesta” y también “en la idea de que la herramienta circule y convoque a las nuevas generaciones”, explicó Pereyra, que agradeció a Kexel la convocatoria “para hacer la relectura” del Siluetazo. “El objetivo mayor de estos eventos culturales, políticos y artísticos, con lenguajes múltiples, es que sirvan de punto de encuentro” entre generaciones, destacó.
La anfitriona Taty Almeida recordó que “se juntaba muchísima gente, se ponían arriba del papel y hacían las siluetas”. “Fue maravilloso porque en cada silueta estaban los 30.000”, dijo y pidió un aplauso. Su compañera Vera Jarach, en silla de ruedas en primera fila, lamentó haber perdido la vista aunque aclaró que “con el corazón veo” y se dirigió a los más jóvenes con voz pausada. Es importante dar pelea contra el negacionismo y la tergiversación de la historia pero también no perder de vista que hay “muchísimas cuentas pendientes” y que “todas las generaciones tenemos responsabilidades de lo que está pasando y de lo que pueda pasar”. “Con la esperanza no basta”, aclaró. Enumeró prioridades y destacó una “para defender a todo trapo: la Justicia Social”.
Una forma de denuncia universal
“Una idea puede parecer estupenda pero si es irrealizable queda en un cajón. Lo maravilloso fue el rol de las Madres”, enfatiza Kexel en diálogo con Página/12, y recuerda el día en que acercaron su proyecto a los oídos indicados. “Llegamos a la Casa de las Madres, dos desconocidos, y estaban en reunión de comisión", relata.
–Tratemos este proyecto, esta idea.
–A ver, ¿qué es eso?
–Bueno, unas siluetas…
–¿Figuras de nuestros hijos?
–A ver, estamos preparando la Marcha de la Resistencia, muy ocupadas, pero déjame los papeles (llevábamos dos hojitas mecanografiadas).
–No, no, pero esto hay que empezarlo ya (estábamos muy ansiosos)
–Bueno, vuelvan en un rato, lo hablo con las otras Madres.
"A los 40 minutos estábamos golpeando la puerta otra vez. Lo entendieron instantáneamente, lo modificaron donde hacía falta, pero con una lucidez política digna de profesionales de la comunicación. De la lucha lo habían sido desde el primer día. A partir de ahí nos pusieron a un costado y se pusieron a hacer siluetas todas y todos los que estaban ahí”, sigue Kexel.
La preparación duró cuatro o cinco días y se masificó en la Plaza. “Tanto Madres y organismos como manifestantes toman la idea como propia. Nosotros no podíamos imaginar la repercusión que iba a tener”, recuerda el artista. “Cuando empezaba la Marcha llevamos a Plaza de Mayo algunas docenas o cientos de siluetas hechas, justamente porque temíamos que la gente no se enganchara y nos íbamos a sentir mal, hacía dos años que estábamos dando vueltas con eso. Pero fue verlo y entenderlo: la gente se puso a hacer siluetas, algunos con plantillas de cartón que habíamos llevado y otros directamente se tiraban encima de los papeles apoyados en el piso, y algún compañero levantaba su silueta con un marcador, con lo cual se configuró una situación ritual y simbólica: poner el cuerpo para que un desaparecido vuelta a estar de pie, poner el cuerpo para que el otro esté. Y esto, la representación de la ausencia, era el núcleo de nuestra idea original. Nos estaba faltando una imagen que representara lo que no estaba, y esto era lo que llevó tanto tiempo de elaboración y de maduración”.
Al histórico primer Siluetazo lo sucedieron dos en el corto plazo. El primero, el 10 de diciembre de 1983, cuando asumió Raúl Alfonsín, tuvo lugar frente al hotel donde funcionaban las oficinas del caudillo radical, frente a la Plaza de la República. “Las organizó gente muy joven que trabajaba con Madres, Frente por los Derechos Humanos se hicieron llamar. Nos enteramos de casualidad y participamos como uno más”, recuerda. La tercera, el 24 de marzo de 1984, primer aniversario del golpe de Estado tras la recuperación democrática, en la plazoleta sur del Obelisco.
“Mientras los radicales festejaban sus primeros cien días de gobierno, nosotros volvíamos a instalar el tema. Las fotos de esta muestra son para conmemorar, homenajear a la gente tirada en el piso, enchastrándose con pintura, con engrudo, que fueron los que convirtieron aquella idea en un acontecimiento histórico que recorrería el mundo”, recuerda.