“Los funcionarios provinciales están detrás de no sé cuál proyecto científico para recuperar la lengua kakán que los españoles hace siglos le prohibieron hablar a nuestros antepasados a causa de las guerras calchaquíes. ¿Por qué no nos escuchan en la lengua que hablamos hoy y responden a los problemas que les vinimos a plantear?”, dijo en una nota de Catamarca/12 Mabel Gutiérrez, cacica de Laguna Blanca.

Las declaraciones de Gutiérrez responden a un parte de prensa que envió la Secretaría de Comunidades Aborígenes de la Provincia sobre un proyecto de “rescate cultural que recupere la lengua kakán”, mientras el Ministro de Gobierno rechazaba reunirse con la Unión de Pueblos de la Nación Diaguita de Belén y Tinogasta para tratar los conflictos territoriales que mantienen.

“¿Por qué no nos escuchan en la lengua que hablamos hoy?, más que una pregunta es una pedrada contra el espejo de la historia: la urgencia del presente es el único idioma posible. Es en fin, un pedido de muchos sectores de la sociedad al Estado, pedido manifiesto en las últimas elecciones: “hablame en el idioma de hoy”, “hablame del presente”.

Las reivindicaciones de los pueblos originarios son una cartografía clara de la insurgencia contra el molde civilizador. Esta revela que no se trata nada más de un problema de distribución económica y territorial (que lo es sin dudas), sino además de distribución simbólica, y de procesos de identidad. 

Consciente o no, Gutiérrez al bajarle el precio al rescate de un idioma en peligro de extinción, pone en jaque el lenguaje político actual. En términos prácticos está diciendo que cualquier idioma es inútil si no es una herramienta para el acuerdo.

El planteo completo de la dirigente afirma: “Es muy preocupante que los funcionarios provinciales que hoy están como responsables de nosotros los pueblos originarios, no sólo hayan sido elegidos sin nuestro consentimiento y nuestra consulta previa, libre e informada, según es nuestro derecho por ley, sino que además desconocen cuáles son nuestros derechos constitucionalmente reconocidos y las leyes que nos asisten, y además tampoco son capaces de dar soluciones administrativas a nuestros problemas, que están detrás de no sé cuál proyecto científico para recuperar la lengua kakán que los españoles hace siglos le prohibieron hablar a nuestros antepasados a causa de las guerras calchaquíes. ¿Por qué no nos escuchan en la lengua que hablamos hoy y responden a los problemas que les vinimos a plantear?”

Gutiérrez no rompe el sentido colectivo que es constituyente de la comunidad que representa, sino que va contra la persistencia del Estado de moldear la historia de esas comunidades. El gesto colonizador de imponer idioma y turno para hablar. 

La vieja promesa civilizatoria de Próspero sobre Calibán vuelve a repetirse en la Catamarca siglo XXI, el amo enseña su idioma al esclavo, mientras que este se resiste al proceso identificador del Estado, como en La Tempestad de Shakespeare: “Me enseñaste el lenguaje, y el provecho que obtuve es que sé maldecir”.