Durante el kirchnerismo se instaló en los medios hegemónicos y en el imaginario social que su gobierno había introducido una concepción confrontativa de la política basada en los antagonismos y la relación amigo enemigo. Recuerdo a un famoso periodista, vil colaborador de la dictadura, que cuando murió Ernesto Laclau lo celebró diciendo : "los odiadores también mueren".
Así eran las cosas por entonces, se le atribuía a Laclau haber impregnado al Kirchnerismo de ideas combativas y siempre dispuesto a dar batalla. En otros términos, según la versión narrativa de la Derecha, la fusión entre kirchnerismo y la razón populista dividía a la armónica familia argentina.
Lo cierto es que si el kirchnerismo se movió en el campo de los antagonismos, estos eran casi siempre abstractos, muy argumentados en función del bien público y los intereses del Estado y por lo tanto sin ningún propósito de poner en cuestión al Sistema. Si se hablaba críticamente del capitalismo y los mercados en favor de los vulnerables nunca se lo hacía por fuera de las lógicas institucionales. El kirchnerismo ejercía de modo autoconsciente, la manera en que habían tenido lugar las transformaciones mundiales del capitalismo contemporáneo y sabía que no se vivía en el tiempo de la Revolución. Por todo ello nunca intentó reanudar la lucha de clases y se manejó en el terreno de un "agonismo" con los adversarios, que nunca desbordó el marco de la democracia liberal.
La diferencia actual que ha introducido la derecha ultraderechizada es que juega todas sus cartas en una visualización completa del enemigo que se ha vuelto la encarnación del Mal. La "casta", célebre término extraído del primer Podemos en España, es lo que hace posible una visualización directa de los enemigos malignos a suprimir. No se trata de representar un antagonismo frente a un adversario sino de visualizar enemigos que deben ser suprimidos porque constituyen un estorbo para la libertad. Por esta razón, el trazo que demarca la posición es distinto, se trata de quienes se creen superiores en los distintos planos, ético, intelectual y político, y que rechazan, no antagonizan, en este caso contra el mal o los malignos. Esto ya no es un mero conflicto político, es una batalla contra el Mal y el mal está visualizado de un modo directo abarcando un amplio y cambiante espectro que muestra que hay grandes posibilidades de asistir a un desastre de grandes proporciones. No hay ningún populismo en el libertario sino un fascismo reformulado por la razón neoliberal. No reúne a un Pueblo, más bien agrupa a una masa de creyentes.
Es cierto, que como suele ocurrir, una vez ganados sus votos la estrategia narrativa ha cambiado y lógicamente se presenta ahora cambiando sus argumentos más disparatados. Ahora habla como si no se fuera a comer a nadie y obviamente, como todo el mundo, deberá ocupar su propio lugar en la "casta".
No obstante sería importante no olvidar el núcleo duro de su discurso en todas sus dimensiones hostiles y megalómanas. Es una simplificación decir ahora, "el tipo no es ningún estúpido". La locura y la estupidez son realidades muy distintas. Las historias de los fascismos ejercidos por personalidades megalómanas da testimonio de ello.