“Buscaba ese choque: el disco tiene el concepto de la dualidad entre lo criollo y lo electrónico, el campo y la ciudad, el silencio y el ruido”, plantea Lucas Ferrara. El guitarrista, histórico integrante de Bombay Bs.As. (ex-34 Puñaladas) presentará a su nuevo grupo Ruido Gaucho (de la mano con el disco debut homónimo) el sábado, como parte de la segunda fecha del FA CAFF, en el Club Atlético Fernández Fierro (Sánchez de Bustamante 772). “Es el disco más personal que hice –reflexiona-, siempre trabajé en grupo y aunque creo firmemente en el trabajo grupal, quería hacer algo más mío, tomar mis decisiones estéticas, además son todas composiciones propias salvo ‘El cielo del albañil’, y en eso ‘Ruido gaucho’ es más un concepto donde el desafío era hacer algo pensado por mí desde cero”.

-¿Cómo nace Ruido Gaucho?

-Tenía ideas musicales previas para componer canciones pero el impulso final se dio en la pandemia, cuando estábamos encerrados y aislados. Lógicamente tuvimos que suspender fechas y giras. En ese contexto, lo único que tenía era tiempo libre, una guitarra y la computadora.

-Es un disco que mira al futuro, algo inusual para un disco compuesto en pandemia. ¿Lo pensaste así?

-No tuve la intención deliberada, pero quizás era la búsqueda de esperanza que necesitábamos todos. En un momento parecía que nos íbamos a morir todos, ¿te acordás?. Entonces compuse pensando en que quede algo para el futuro. Lo loco es que escribí cosas que luego me pasaron en mi vida personal. Todas eran historias ficticias y no sé si fue casualidad o qué, pero escribí esas letras y después me pasaron. No busco la autorreferencialidad, pero es imposible escaparle.

-¿Cómo concebiste esa fusión con lo criollo, lo campero?

-Siempre trabajé en formatos acústicos en el tango y el folklore. Para mí fue un desafío incorporar el lenguaje de la electrónica. Si bien siempre me gustó, nunca la metí en un proyecto propio. Así que tuve que ponerme a aprender. Aproveché la pandemia para probar y se dio algo muy distinto. Eso era lo que buscaba.

-Para el disco incorporaste como productor a Pelu Romero, ¿cómo fue el trabajo con él?

-Durante la pandemia yo armé las maquetas de los temas en mi casa, grabándolos en la computadora. Cuando se empezó a abrir un poco la cosa, que podíamos salir y juntarnos con gente, lo contacté a Pelu, que es un productor con mucha experiencia, y él me ayudó a terminar de darle forma al disco. O sea, pensamos el disco entre los dos. Volví a grabar casi todo, salvo las programaciones que había hecho en la computadora, pero todo lo acústico los volví a grabar con su supervisión. También entre los dos estuvimos decidiendo quiénes iban a ser los invitados para cada tema. Me dio un poco la seguridad que no tenía al haber estado solo. Trabajar con otra persona es un poco como se hace en el teatro. Aunque sea un unipersonal siempre se busca un director externo, con una mirada de afuera que te ayuda a tomar decisiones.

-En el medio te fuiste a vivir a Pigüé. ¿Impactó en el disco?

-Cuando lo empecé a hacer no tenía pensado mudarme. Después pasaron cosas de mi vida personal que me llevaron a hacerlo. Yo me crié en Pigüé y después fui a Buenos Aires, donde viví treinta años. No me gusta ser autorreferencial pero esas tensiones, esa dualidad entre la gran ciudad y el pueblo chico estuvieron siempre, y si bien esto lo compuse antes de la mudanza, se ha colado.

-¿En qué lugar deja Ruido Gaucho a tus otros proyectos, como Bombay?

-Tuve que abandonar varias cosas al mudarme. Bombay sigue vigente aunque no estamos ensayando. Un poco porque me mudé, pero además cada uno tenía proyectos propios. Igual tenemos la idea de hacer algo para fin de año. Mis otros proyectos sí requerían estar en Buenos Aires, así que fue una decisión importante la mudanza. Todavía me estoy adaptando.