Las PASO 2023 han dado lugar a análisis y especulaciones de todo tipo. La sensación general es de sorpresa, estupor o asombro, como si el triunfo de Javier Milei pudiese explicarse casi exclusivamente por los vaivenes de la actual coyuntura, ya sea el “voto bronca” contra la política, los efectos de la pandemia de covid-19 o la crisis económica que desde hace más de cinco años viene dañando el tejido social de la Argentina y poniendo en jaque a una gran parte de su sistema político. Quizá no se haya prestado suficiente atención al hecho de que el candidato de La Libertad Avanza hable de una decadencia que llevaría más de cien años y que invoque a la Argentina de 1860 como un modelo a seguir. A veces la urgencia de la coyuntura encubre la densa red de acontecimientos históricos que nos han llevado hasta este punto del presente: para el caso, la larga historia del liberalismo en la Argentina y su objetivo de dar una “batalla” en el plano de las ideas que condicione las opciones políticas y económicas para el futuro.

Si queremos comprender la historia del triunfo de Milei en las últimas PASO, no tenemos que mirar sólo las elecciones legislativas del 2021, cuando el actual candidato a presidente por La Libertad Avanza obtuvo un 17 por ciento de los votos emitidos en CABA. Hay que ir mucho más lejos, por lo menos hasta los últimos años de la década de 1950. Años de la Guerra Fría, de la Revolución Cubana y de la proscripción del peronismo en la Argentina. En aquellos tiempos agitados, había un grupo minúsculo de intelectuales que planteaba un retorno a las “bases” de la Argentina luego del derrocamiento de Juan Domingo Perón en septiembre de 1955.

Esas bases, según se decía, eran liberales, y habrían llevado a que el país se ubicara entre las principales economías del mundo a comienzos del siglo XX. Figuras tales como Federico Pinedo, Álvaro Alsogaray y Alberto Benegas Lynch coincidían en el siguiente punto: la Argentina fue un país pujante hasta la década del 30, luego perdió la brújula por el ocaso del liberalismo y entró finalmente en un largo ciclo de decadencia debido al ascenso de ideas intervencionistas en materia económica, especialmente las ideas del peronismo. Las bases perdidas estaban en la Constitución de 1853, invocada por el mismo Milei en varias oportunidades, sin olvidar el discurso brindado tras su triunfo en las primarias. Al igual que Milei, también Pinedo, Alsogaray y Benegas Lynch creyeron que la verdadera contienda política de la Argentina no se dirimía entre distintos partidos políticos, ni siquiera en el dilema democracia-autoritarismo de los años 60 y 70. La contienda era entre el liberalismo y el estatismo, término amplio donde cabía casi todo: no sólo el peronismo y sus ideas de justicia social, sino también los gobiernos desarrollistas de Arturo Frondizi y Arturo Illia, así como las políticas económicas llevadas adelante por la autodenominada “Revolución Libertadora” y el posterior régimen autoritario encabezado por Juan Carlos Onganía.

Sin embargo, el llamado de retorno a las bases era algo más que la reivindicación de un supuesto pasado glorioso. Lo que Pinedo, Alsogaray y Benegas Lynch proponían para la Argentina era más bien un liberalismo auténtico, incontaminado de estatismo e intervencionismo. Por eso señalaban la necesidad de renovar al liberalismo eclipsado por los impactos de la crisis de los años 30 en el país. Se trataba, en otras palabras, de aclarar las ideas como base para la acción futura. La clave de la renovación estaba en las nuevas ideas que habían comenzado a difundirse en Europa y los Estado Unidos tras la Segunda Guerra Mundial; ideas que algunos denominaban, ya en esa época y sin ningún pudor, como “neoliberales”. Alsogaray se afiliaba al modelo de la “Economía Social de Mercado” impulsado por el canciller Ludwig Erhard y el economista Alfred Müller-Armack en Alemania. Desde su visión, allí estaban los fundamentos del “milagro alemán” de posguerra. Por su parte, Pinedo y Benegas Lynch descifraban la historia argentina desde las ideas del liberalismo ortodoxo de la Escuela Austríaca. Hay conferencias y otras publicaciones donde vinculan a los principales referentes del neoliberalismo austríaco, como Friedrich Hayek o Ludwig Mises, con las figuras de Juan Bautista Alberdi y hasta de Manuel Belgrano. Todos pertenecerían a un mismo linaje liberal que los llevaba a oponerse con la justicia social de Perón, el desarrollismo de Frondizi o la Cuba de Fidel Castro. Así, los primeros neoliberales argentinos polarizaban el escenario de la época, definiendo tan solo dos alternativas para el país: liberalismo y libre mercado vs. estatismo e intervencionismo. No había caminos intermedios ni “terceras vías”. Todavía más, siguiendo las tesis que planteaba Hayek en su famoso libro Camino de servidumbre (1944), toda intervención del Estado en la economía podía ser un germen de totalitarismo. Por eso Alsogaray, Pinedo y Benegas Lynch no tenían ningún reparo en asimilar a Perón con Adolf Hitler y el nazismo.

La historia de estos tres personajes es más que interesante. Viniendo del mundo militar, Alsogaray fue ministro de Economía bajo los gobiernos de Frondizi y de José María Guido. Luego fundó la Unión del Centro Democrático, más conocida como la UCeDé, un partido gravitante durante los años 80 que apoyó finalmente al gobierno de Carlos Menem prestando asesoramiento y también varios funcionarios, entre ellos, la recordada María Julia Alsogaray. Dos notas de color. Primera: Alsogaray justificó su apoyo al menemismo creyendo que esta experiencia traería una versión del modelo económico alemán a la Argentina, lo que él llamaba una economía “popular” de mercado. Segunda: hacia mediados de los años 40, fundó la empresa aeronáutica Zonda, que más tarde sería estatizada por Perón para formar parte de Aerolíneas Argentinas, hoy en el centro de la agenda de privatizaciones impulsada por Milei y otros referentes de la alianza Juntos por el Cambio.

La trayectoria de Pinedo es algo más intrincada. De extracción socialista en los años 20, fue ministro de Economía bajo el gobierno de Agustín P. Justo durante la llamada “década infame” de los 30. Desde allí diseñó un ambicioso plan (el Plan Pinedo) que incluyó políticas intervencionistas frente a la inestabilidad del mercado mundial y que terminó dando lugar a la creación del Banco Central de la República Argentina. Más tarde el exministro pasó a integrar las filas del Partido Conservador cuestionando fuertemente al gobierno de Perón y llamando a unificar posiciones alrededor de las nuevas ideas liberales que circulaban en el país ya desde los 50. A principios de la siguiente década, Pinedo volvió a ocupar la cartera de Economía bajo el gobierno de Guido, aunque al poco tiempo fue sustituido por Alsogaray. A partir de entonces, se dedicó a publicar diferentes análisis sobre la situación económica de la Argentina, muchos de ellos en clave de las ideas propuestas por la Escuela Austríaca. Es abuelo de Federico Pinedo, el recordado senador de Cambiemos que a fines de 2015 fue presidente por sólo un día.

Pero quizá haya sido Benegas Lynch, empresario vitivinícola de la provincia de Mendoza, quien más se dedicó a difundir las ideas del “nuevo liberalismo” en el país. Este era el objetivo del Centro de Estudios sobre Libertad, fundado por Benegas Lynch a fines de los ’50, y de su revista Ideas sobre la libertad, publicada en forma continua hasta fines de los ’80. La revista fue una de las primeras publicaciones del país dedicadas a difundir las ideas de varios referentes del nuevo liberalismo de posguerra como Hayek, Mises y Leonard Read, el fundador del libertarianismo estadounidense. El objetivo de estas actividades era claro: sumar a la Argentina en una lucha mundial contra las posiciones antiliberales, desde el keynesianismo hasta el comunismo, pasando por sus supuestas variables autóctonas como el desarrollismo y el peronismo. Benegas Lynch es el padre del Alberto Benegas Lynch glorificado por Milei tras su triunfo en las PASO, y el abuelo de “Bertie”, primer candidato a diputado nacional por la lista de La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires.

A todos estos antecedentes, habría que sumar la defensa dogmática de Milei por el monetarismo de Milton Friedman, así como también su adhesión a las teorías del capital humano formuladas por Gary Becker durante los años 80 en el marco de la famosa Escuela de Chicago. Estas teorías suponen una economización total de la vida y de las relaciones humanas; es una utopía que, bajo la eventual presidencia de Milei, tendría el rango de ministerio: el Ministerio del Capital Humano.

No se interpreten estas líneas como una lectura lineal de la historia. Al contrario, hay toda una red de ideas y relaciones que une al presente con el pasado y también con un posible futuro. Es la misma red de intelectuales, centros y fundaciones (think tanks) que desde hace décadas viene difundiendo las ideas (neo)liberales tanto en la Argentina como en el resto del mundo. A mediados del siglo XX -es decir, mucho antes de Margaret Thatcher, Ronald Reagan, Augusto Pinochet o el mismo José Alfredo Martínez de Hoz- esas ideas ocupaban un lugar marginal en la política argentina, sin más respaldo que un grupo reducido de empresarios e intelectuales. Hoy se han vuelto parte de nuestro sentido común. Ello es así porque el liberalismo se ha dedicado sin pausa a dar su “batalla cultural”, término acuñado por el teórico marxista Antonio Gramsci y hoy en boca de muchos libertarios. La batalla ha servido para dividir las aguas, definiendo un campo antiliberal conformado por enemigos distintos y a veces contrapuestos: ayer Perón, Frondizi u Onganía… hoy Sergio Massa, Horacio Rodríguez Larreta, Juan Grabois y cualquier expresión de izquierda. Todos serían parte de lo mismo: la casta, el comunismo internacional, el estatismo y otros términos intercambiables.

Por supuesto, la historia del liberalismo en la Argentina es sólo una parte de toda esta historia… Hay muchas otras variables a tener en cuenta. En cualquier caso, la enseñanza que nos dejan las PASO es que el liberalismo argentino no carece de constancia ni de imaginación política, incluso para defender ideas que tienen más de medio siglo y que han mostrado su fracaso en varias oportunidades. Queda por ver si el peronismo estará a la altura de los desafíos históricos que plantea la actual coyuntura y de las promesas de un futuro mejor, donde la única opción no sea el shock y las cirugías a fuerza de motosierra. Esa promesa de futuro requiere que el peronismo también haga su intento de “volver a las bases”, aquellas que, a mediados del siglo XX, transformaron a la Argentina un país más inclusivo e igualitario.

* Pablo Martín Méndez es investigador del Conicet, doctor en Filosofía, politólogo y profesor de la Universidad Nacional de Lanús. Dirige los proyectos de investigación “Batalla de ideas y producción de sentido en el neoliberalismo argentino temprano (1955-1973). La polarización ‘libre mercado o totalitarismo’” (Universidad Nacional de Lanús) y “La promoción de las ideas neoliberales en América Latina: ¿laboratorio de los poderes centrales o producción heterárquica de sentido? El caso de los think tanks en la Argentina y Chile (1990-2019) (Anpcyt).