La casa parece un hostel en ebullición. Bicicletas amontonadas en la entrada, ropa colgando en las escaleras, guitarras y pinturas apoyadas en las paredes, baños compartidos, la radio encendida, la mesa gigante en la cocina. El búnker en el que conviven los siete músicos de El Plan de la Mariposa, el sonidista y el iluminador, traduce esa seductora idea de vivir en comunidad, pero con un objetivo: hacer crecer su música. Vienen de girar un mes por Europa, tocando y durmiendo en casas y edificios okupados, y de llenar el Teatro Opera platense. Y luego de tocar en los subtes porteños, mañana presentarán su cuarto disco, Devorando intensidad, en el Teatro Vorterix, y ya tienen cerrada una larga gira por el país.

Forjado en las vivencias compartidas de los cinco hermanos Andersen, el grupo lleva ocho años propagándose desde este diseño comunitario gestado en las meditaciones en movimiento que guiaba su madre y los instrumentos de sus abuelos escondidos bajo las camas de su casa de Necochea. Una infancia repleta de guitarras, acordeones, violines y tambores que se mezclaban con el yoga, la playa, la pintura y los bosques devino en una intensa y numerosa banda de rock experimental que sintetiza psicodelia y folklore y se va haciendo más libre al desplegar sus arpegios en forma de mantra y rozarse con el rap y el reggae. Detrás, la certeza de que no hace falta demasiado para emprender el viaje.

“Nuestro fly básicamente es tener una vida austera, para poder vivir sin la necesidad de grandes ingresos y dedicarnos de lleno a la banda”, dice Sebastián, cantante y el más grande de los cinco hermanos. “Pero llevando esa austeridad no con sufrimiento sino como un modelo de vida que tiene que ver con no derrochar la energía, a todo nivel.” El modelo es concreto: ensayar todos los días, probar y probar las canciones, salir a tocar en cualquier momento, nutrirse de las historias compartidas, tener siempre el tiempo para viajar y seguir tocando. “La idea es que nunca falte la plata para grabar bien y filmar buenos videos”, completa Santiago, el segundo de los Andersen, violinista y encargado de las visuales. “Igual no nos copa el embanderamiento. Es nuestra opción. Muchas bandas tienen otros laburos y se les complica seguir. Nosotros tenemos otras complicaciones, pero es lo que elegimos.”

Para los músicos de El Plan –que completan Camila en voz, Valentín en guitarra, Máximo en acordeón y teclados, Andrés Nor en bajo y Julián Romero en batería–, el compartir la casa, la banda, los viajes y el día a día también va dejando poco espacio para búsquedas personales. “Los vínculos pueden comenzar a viciarse y se genera una especie de burbuja de comodidad”, admiten. “Todo eso lo charlamos un montón. Está bueno encontrar nuevos equilibrios, formatos, porque si bien para nosotros está buenísimo estar de a muchos, también es muy valioso cuando salís solo a la vida y volvés fortalecido.”

Su música es la que va encontrando fortaleza al sostenerse en esa energía que se produce en la vida compartida. Para la grabación de Devorando intensidad, que tiene video de difusión de El riesgo (protagonizado por Manuel Vicente), se internaron un verano en Necochea con Eduardo Schmidt como productor, para darle los últimos trazos y cerrar las canciones. “Fue después de más de un año de que maduraran. Ahora con todo eso dentro estamos para meternos renovados en el ritual de transpirar, bailar, movernos y apagar el cerebro a través de la música, que para eso es lo máximo, una llave directa para el alma.”

* Sábado 26/8 a las 20 en Teatro Vorterix, Federico Lacroze 3455.