"Explotó todo, pero mi mamá estaba viva: se arrastraba y él la empezó a acuchillar. Siempre la amenazaba. Fui con ella a hacer la denuncia cuando le tiró una pava de agua caliente, pero nadie hizo nada. Dejé de ir a la escuela porque no quería que se quede con él". Romina Saavedra fue asesinada en 2013 por su ex pareja, Miguel Angel Pastorutti, en San Lorenzo. El relato del hijo adolescente de la víctima estremeció en la primera jornada de juicio contra el agresor. La fiscal Cristina Herrera habló de violencia machista y de cosificación. "La falla en la tutela del Estado, ese eslabón roto entre el pedido de ayuda de las mujeres por la violencia del hombre y la respuesta que las instituciones deben dar, deja varias Rominas. Y para que no sea una menos voy a mostrar el rostro de esta madre de cuatro hijos, hija, hermana. La mujer que no pudo ser porque Miguel se creyó tan dueño de su vida, que la mató", dijo antes de pedir prisión perpetua para el imputado de 64 años, por "homicidio calificado por mediar relación de pareja, alevosía y violencia de género". También por las amenazas previas. El pidió perdón y dijo que la quería.
"Para el agresor, Romina era una cosa, como cualquier objeto material que le pertenecía. Fueron concubinos y ella trabajó en la calle para mantener a sus hijos. Era vulnerable afectiva y económicamente. Había encontrado una contención para ella y para su familia, hasta que comprendió que todo eso no le daba derecho a Pastorutti para tratarla mal, golpearla, amenazarla y no dejarla ir. Ya no quería esa vida. El aprovechó la vulnerabilidad. Sabía bien lo que hacía cuando la mañana del 9 de diciembre de 2013 la esperó y preparó todo para llevar a cabo su plan. La arrastró hasta su casa de los pelos. Dejó abierta la cocina y tres garrafas preparadas. Ahí la tenía, a su merced, encerrada", relató la fiscal.
En una piecita del patio de la casa dormía el hijo de Romina con el primo y una tía. "Yo escuché a mi mamá que gritaba y sentí el olor a gas, la explosión". Estaba todo cerrado porque Pastorutti se encargó de trabar puertas y ventanas. Dos mecánicos pudieron abrir con una maza. Ahí estaba la mujer en el suelo, con la ropa encendida en la mitad del cuerpo, los pies hacia la puerta. Aunque la tironearon para sacarla, Pastorutti tiraba objetos desde adentro y los amenazaba. "Quería evitar que quede viva, se tiró encima del cuerpo de Romina y le asestó 8, 10, 15, 25 puñaladas. Una de ellas le cortó el rostro, tal como había anunciado un año antes, cuando le dijo 'te voy a desfigurar la cara'. No dejó que le sacaran a su mujer, su objeto. Antes que eso, la mató".
La víctima se había ido a la casa de su padre un mes antes, pero Pastoruti, 30 años mayor que ella, la tenía amenazada; incluso retuvo los documentos de sus hijos y su tarjeta para cobrar la asignación familiar. "Eso lo enojaba, porque le quitaba poder sobre ella", dijo Herrera.
Lo más triste de ayer fue el testimonio de su hija de 19 años, que estuvo un año sin hablar, tras el hecho, y ayer salió de la sala ahogada en lágrimas. "El la mató", dijo señalando a Pastorutti y en voz baja. Su hermano contuvo el llanto y dio detalles de la vida con el agresor. "Siempre buscaba peleas, no quería que mi mamá tenga nada. Siempre la amenazaba". El padre de Romina declaró que la vio salir de su casa y la siguió con la vista unas cuadras, aquella mañana. "A los 20 minutos vino mi otra hija a decirme que él la estaba matando".
La defensora Liliana Alvarez habló de un accionar "involuntario" del agresor y pidió la absolución. "Lo que no pasa en una vida pasa en un segundo", arguyó el imputado. Herrera negó que existiera un estado de emoción violenta. "Tenía pleno dominio de la acción y de la violencia", aseveró frente a los jueces Ismael Manfrín, Edgardo Fertitta y Julio Kesuani.