“Divertidos y experimentales”, así define el baterista Nicolás Daniluk a su grupo, Las Bodas Químicas, que mañana a las 22, en la sede de San Telmo de la Sala Caras y Caretas (Venezuela 330), le pondrá el cuerpo a una nueva fecha del ciclo Rebeldes, Soñadores y Fugitivos En Vivo – De la radio al escenario, la serie de shows de bandas independientes organizada por el programa radial que conduce Eduardo Fabregat los sábados de 15 a 18 en AM 750. En combo con Gualicho Turbio (ver aparte), la velada le servirá de excusa al power trío para seguir presentando su nuevo álbum de estudio, Juguete de Troya (2016), en el que, además de su música lúdica y letras enigmáticas, nuevamente iza la bandera de la emancipación artística. “La independencia no significa no estar asociado con alguien. Simplemente es tener un carácter independiente, más allá de que la estética sea importante para nosotros”, reflexiona Daniluk en un bar de Palermo, mientras lo escuchan sus compañeros de fórmula, José Lavallén (voz y guitarra) y Andrés Tersoni (bajo). “Tratamos de ser coherentes con lo que queremos decir. Como artistas, estamos en una etapa más integral en la que no sólo pensamos en las canciones, sino también en la manera de llevar al mundo y al oyente esa obra”.

–¿Por qué hay entonces pocas canciones suyas en su perfil en la plataforma musical para artistas independientes Bandcamp?  

Nicolás Daniluk: – Por ahí hicimos el lanzamiento de Juguete de Troya. El  disco entero estuvo disponible unos quince o veinte días, con descarga gratuita para el que quisiera. Una vez que salió la versión física, dejamos los tres cortes. Salimos con “Camaleón”, que tiene video, y ahora lo haremos con el que viene, “Compañero”. 

José Lavallén: – La forma de mostrar y consumir la música, de un tiempo hasta ahora, cambió mucho. Así que vamos probando cositas. Le prestamos atención a esas herramientas, aunque tiene que ver más con el tema de la experimentación. 

–Y es que el músico ya no sólo se hace cargo de su obra, sino de todo lo que la rodea...

N. D. : –Es saludable que el músico conozca sus derechos, y no legue eso en el manager o en la compañía. Hubo una evolución en el criterio del artista, sobre todo el independiente. 

–Considerando que ustedes describen su propuesta musical mediante el rótulo de “cultura rock”, ¿cuánto de rockero tiene pensar la música desde el marketing o la tecnología? 

Andrés Tersoni: – La pose murió.

N. D.: –Yo no pensaría la cultura rock en función de un formato, sino como una influencia global. Como una gran antena que por momentos también abarca las formas y las decisiones estratégicas a tomar en el lanzamiento de la obra o de su salida en el mercado. Esto pasa también en la vida misma, pues sirve para canalizar todos sus aspectos. El rock tiene esa posibilidad de transformarse y de absorber más que otras expresiones culturales.  A diferencia de estilos como el tango, la cultura rock está en un buen momento.

J. L.: –Cuando pensamos en ese término, lo hicimos desde un lugar amplio. Es una cultura en sí misma que tiene más de 50 años. Por más que hablemos de esto, los estereotipos, la impronta y la rebeldía también están.  Pero uno se hace más responsable. 

–¿Esa amplitud no corre peligro en una época en la que incluso el ciudadano de a pie está obligado a tomar posturas o a definirse? 

J. L.: –No es que hacemos mega reuniones de concepto para saber lo que vamos a decir. Se da naturalmente que le escapemos a un montón a esas cosas...

–Para el músico que atravesó la barrera de los 30 años, ¿el rock se vive desde una perspectiva joven o juvenil? 

J. L.: –Eso cambió un poco. Es parte del clasicismo que el rock agarró. Se transformó en una especie de folklore en el que Germán Daffunchio, que tiene 55, es para mí un hombre sin edad. Y hay muchos más así. Ese fuego vital está, más allá de la edad. No sé si hay que ponerse la faja para que no se te vea la panza. Pero existe otro modelo de gente que vive, envejece, la lleva bien y deja una gran obra. 

N. D.: –La actitud jovial me parece que tiene que ver con estar siempre buscando. Los lugares que uno encuentra cómodos van adormeciendo la atención de uno, y eso hace más difícil meterte en lo que hoy está más vivo. O bajar a las cuevas a ver nuevos grupos. Sucede con la gente que cree que no está pasando nada nuevo en la escena. 

–¿El arte de Juguete de Troya, que tiene a un dinosaurio en la tapa, alude a eso? 

N. D.: –Es parte del misterio, ¿no? La letra del tema lo dice. Ese presente griego tiene algo oculto adentro, que está bueno que lo descubra el que lo recibe. Con el peligro que tiene... Lo saben los troyanos. La canción es una linda metáfora de la cultura rock. Deja varias interrogantes abiertas.

–A lo largo de su carrera fueron consecuentes con esa idea del misterio. ¿A qué se debe? 

J. L.: –El lenguaje metafórico, simbólico y misterioso es una constante en nosotros. Aunque tampoco significa que sea la única herramienta que necesitemos. Quizá en algún momento hagamos otra cosa. De cara al tercer disco, vamos viendo esas continuaciones. Y eso es reconfortante porque decís: “Me reafirmo en esto, es un estilo”. Vamos a estar atentos a eso, a ser atrevidos. 

–¿Más de lo que lo fueron en su más reciente disco? Aunque se echa de menos un tema como “Coplas de la varita”, ese flirteo con el folklore argentino incluido en su debut. 

J. L.: –Lo quiera uno o no, hay una parte que es subjetiva. Para mí, el “Coplas de la varita” de este disco es “Compañero”. Y el folklore, como concepto, lo ves en “El país de las manzanas”. Después, trabajar por primera vez con un productor (se trató de Ale Vázquez, quien se puso a la orden de artistas tan diversos como Alejandro Lerner, Peteco Carabajal, Massacre y Horcas), entre los cuatro vimos todo. Y ganaron esas doce canciones. 

–Si bien el eclecticismo es uno de los rasgos más llamativos de Las Bodas Químicas, desde el vamos apostaron por el pulso rítmico del pospunk para articular la homogeneidad e incluso la identidad sonora. Aunque no son un artista estrictamente de ese género. ¿Están conscientes de ello? 

J. L.: –Tiene que haber un poco de tracción a sangre. Intelectualizándolo resulta que es pospunk. Para la movida indie éramos La Renga. Y para la gente del rock argentino somos Soda Stereo. Te tiene que calzar ser Ramones, Motörhead, AC/DC o esas bandas de género. Y nosotros no lo somos. 

N. D.: –Nada está premeditado. Y es que no sé hasta qué punto está la raíz folklórica del todo, al igual que la psicodélica. En todo hay un poco de todo, y lo interesante de eso es mantener un criterio de concepto estético. Abrimos cajitas musicales. En algún momento quizá lo sufrimos porque hay una necesidad de etiquetar. 

–Y sí. Ustedes están a medio camino de todas las escenas que orbitan en torno a la música popular contemporánea argentina actual... ¿Lo padecen?

A. T.: –Es raro. Hay que ver qué sucede. Así como la obra va tomando vida, la sensación de quién la escucha también. Sentenciar algo genera eso, terminás nombrando a alguien que tiene su propio nombre. Lo bueno de la fusión es que podemos estar en todos lados. 

N. D.: –Hay que celebrar la diversidad, pero no sé si nuestra búsqueda nace de querer romper. Sí a echar abajo la monotonía, los lugares comunes. Por más que todo esté inventado y sea un refrito. Tenemos un poco de punk adentro, pero no es nuestra base de lanzamiento.

J. L.: –Con las Bodas comenzamos al mismo tiempo que otros grupos empezaron a circular el ámbito del Zaguán Sur y del nuevo Salón Pueyrredón. Venimos de proyectos musicales muy potentes, con canciones propias e idiosincrasia. Y ese ADN estaba en nosotros. Si bien es una frase hecha, la música que hacemos es la que queremos escuchar. 

–¿Cuándo se viene el show de Las Bodas Químicas en el Lollapalooza? 

N. D.: –No hay que enroscarse demasiado. Hay que hacer. El estilo ecléctico es una oportunidad para cazar el pez o sumar a un productor en la gacetilla. Pero preferimos salir de eso. Fuera de ahí, hay posibilidades para crecer. Aunque dependerá de lo que le pase al que escucha. 

–Pese a que aún no han sido parte de los festivales masivos, tienen el mérito de ser una de las pocas bandas argentinas de rock que tocó para los presos. ¿Cómo fue esa sensación de actuar frente a un público que de otra forma no hubiera llegado a su música? 

N. D.: –Surgió a partir de un proyecto en la cárcel en la que trabaja José, en José León Suárez, llamado Rimas de Alto Calibre, que derivó en un disco que tuvo músicos invitados. Allí coincidimos y conocimos a Sergio Dawi (además de sumarse ocasionalmente a los recitales del grupo, este encuentro provocó que Daniluk fuera integrante de una de las bandas del otrora saxo de los Redondos, Dawi & Los Estrellados; el vientista será uno de los invitados del show de mañana). 

J. L.: –Yo voy ahí una vez por semana. Y todo el tiempo es una experiencia. Lo hicimos para los de José León Suárez y Ezeiza, y la devolución fue fuerte. Por más que sea gente que maneje otros conceptos, siempre eran de alto vuelo. 

* Rebeldes, Soñadores y Fugitivos En Vivo. Sala Caras y Caretas San Telmo, Venezuela 330. Entradas en venta en Sarmiento 2037, Antholog y Discos (Av. Santa Fe 1670) y TuEntrada.com.