Quizá ganaron cuando avanzaron por el frente del escenario que ofició de pista, tirando sacadas, haciendo giros, como si el jurado no mirara ni importara la Final del Mundial de Tango ni el Luna Park concurrido. Quizá fue justo en ese pasaje que le sacaron las tres décimas de puntaje a los segundos, cuando algunos los miraban y se preguntaban si los jueces no verían mal la osadía de esa sacada hacia atrás seguida de esa caminata impecable por el lado cerrado del abrazo. Quizá ganaron en ese momento, mientras las otras parejas iban a lo seguro, bailaban a no equivocarse y ellos bailaban a bailar. Quizá porque en ese soltarse y fluir con la inspiración del momento está el corazón del tango social, el de salón o “de pista”, como se llama la categoría en la que Germán Ballejo y Magdalena Gutiérrez se consagraron el martes por la noche como los mejores del mundo. Ambos tenían experiencia en ese escenario: en 2015 ya habían alcanzado el tercer puesto en la misma categoría.
Anoche, al cierre de esta edición, se definía la final de la categoría escenario, con veinte parejas aspirantes y una votación online impulsada por la organización del gobierno porteño. Mientras eso sucedía, afuera del Luna Park un nutrido grupo de milongueros protestaba contra las clausuras y el difícil momento que atraviesan las milongas, atravesadas por los tarifazos, la persecución de la Agencia Gubernamental de Control y la merma de poder adquisitivo de sus habitués.
El martes a la noche fue todo fiesta. 41 parejas se disputaron el título. La mayoría argentinas, pero hubo dos de italianos, una británica, otra coreana y hasta una de Indonesia. A algunos del público les llamó la atención la cantidad de parejas rusas que llegaron a esta instancia (al menos media docena, contó PáginaI12), pero lo cierto es que en la lejana y fría estepa de la antigua Unión Soviética el tango despierta pasiones. Y aunque aquí no hay noticias de orquestas rusas, cualquiera que visite las milongas frecuentadas por turistas extranjeros pudo bailar con alguien de ese país. El entusiasmo y el número, sin embargo, no les alcanzó para conquistar ninguno de los cinco puestos premiados, que quedaron en su totalidad para bailarines argentinos: el cuarto y quinto para parejas rionegrinas, el tercero para chicos de Mar del Plata (que no eran una pareja, sino un trío, pues ella bailó de forma impecable con un embarazo muy avanzado) y los dos primeros puestos para milongueros de la Ciudad (los subcampeones, José Luis Salvo y Carla Rossi, habían clasificado a esta instancia tras consagrarse en el campeonato Metropolitano).
“Te abrazás con ella y no te querés soltar, y no lo digo sólo yo, ¿eh?”, contaba en la previa Ballejo. Ballejo y Gutiérrez no son pareja en la vida cotidiana, pero bailan como si fuesen uno en la vida. “Obviamente, hay mucha confianza y te entregás a lo que vaya a pasar, a conectarte con ese otro y por el momento es lo único que tiene que importar”, ahondaba ella antes de enfundarse en el vestido de lentejuelas rojas y salir a la pista. Después, ya ante las cámaras, buscarían las palabras para explicar su victoria. Que con el tema de D’Arienzo que les tocó (todas las rondas tuvieron al menos un tema de Carlos Di Sarli y otro del Rey del Compás) los había complicado y que, incluso, él había “hecho agua” en algunos pasajes. “Igual estábamos conformes porque salimos a milonguear, a bailar y disfrutar, a no pensar y hacer lo que nosotros hacemos, nuestro baile”. Germán también agradeció a “el Peque”, el amigo en común que los acercó cuando ambos buscaban pareja de baile. El buscaba quién lo acompañara a trabajar a un festival y ella acababa de terminar la relación profesional con Horacio Godoy. Y la comprensión mutua, cuentan, fue inmediata. Una química milonguera que convenció, evidentemente, al jurado integrado por Andrés “Tanguito” Cejas, Ariadna Naveira, Javier Rodríguez, Corina de la Rosa, Alejando Suaya, Vilma Vega y Luis Solanas.
Además de la competencia propiamente dicha, la jornada de la final incluyó un homenaje a los tangueros que se fueron el último año, con especial hincapié en la partida de Raúl Garello, y la recreación de la legendaria “Orquesta del 46”, como se conoce a la única orquesta típica que formó Ástor Piazzolla en su carrera, aquí dirigida por Daniel Binelli, con Polly Ferman como pianista invitada y con la sorpresa de dos tangos inéditos de Piazzolla: “Juan Sebastián Arolas”, dedicada al mítico tigre del bandoneón y “Juan Manuel Fangio”, para el piloto.