Los ramales llegaban desde diferentes lugares a la estación Salta. Con sueños, anhelos, penas e incertidumbres a cuestas, arribaban jujeños, formoseños, chaqueños, santiagueños, tucumanos y otros miles del interior de la provincia. Pequeñas valijas y algunas guitarras eran parte del equipaje que se veía trajinar por los andenes.
Luego del largo viaje pasajeros y pasajeras atravesaban la puerta de la estación e inmediatamente se daban con la calle Balcarce, donde buscaban refugio e intentaban saciar el hambre y la sed con alguna empanadita y un buen trago refrescante. El ritmo de la calle era una paleta maravillosa de tonadas, lenguas, vestimentas diversas y canciones. Podían escucharse improvisando en alguna mesa zambas, chacareras, algún bailable carpero, o por qué no, una coplita de la puna o los valles.
En esa misma calle había hoteles, negocios, depósitos y toda una vida que transcurría agitada al ritmo de la locomotora que entraba y salía del anden. Inclusive, a metros de la estación, en el negocio de la familia Pastore, se fundó el 9 de marzo de 1921 el popular Club Central Norte, que toma su nombre del ferrocarril homónimo, ya que sus pioneros era trabajadores ferroviarios.
Entrando a la década del 90, con un fuerte plan político y económico de privatización y desregulación de las empresas del Estado, el tren comenzó a mermar en su frecuencia hasta que un día, dejó de pasar. Con el fin del rodamiento, los lazos sociales, las tertulias, el ir y venir de paisanos y paisanas, comenzaba a ser tiempo pasado, y con él también, la calle Balcarce se convertía en un territorio oscuro, melancólico y sombrío.
Resurgir
En aquellas oscuras calles totalmente olvidadas de la noche a la mañana, aún había sueños por tejer y reconstruir. Así fue que en pleno segundo mandato del expresidente Menem, y a las puertas de los estallidos sociales en Cutral-Co, Neuquén, y Mosconi y Tartagal, en la misma provincia de Salta, un sueño cultural nacía.
“Menem había privatizado el ferrocarril y la calle se vino a pique, ni siquiera el tren de carga pasaba. Toda la zona estaba abandonada, solo había algunos hoteles, y muchas casas eran depósitos del ferrocarril”, comenta Tupac Puggioni, quien junto a su hermano Fidel fueron pioneros en sumergirse nuevamente en este territorio abandonado.
“Yo había estudiado en la UBA, en Buenos Aires, y con mis amigos de la facultad íbamos a San Telmo y me encantaba, entonces me imaginaba que esto podía ser posible en Salta. Comenzamos a mirar lugares y encontré ahí una onda así, de casas viejas. Así surgió y comenzamos”.
Tupac continúa su relato sobre los momentos iniciáticos de la calle Balcarce. “En 1996 abrimos el Centro Cultural Jorge Cafrune, que nació de la mano del Centro Cultural Homero Manzi que está en Buenos Aires. Ellos eran amigos míos y me ayudaron para poder abrir acá. Era un lugar donde había clases de tango, de folclore, de pintura, de teatro, había una biblioteca del Pensamiento Nacional Raúl Scalarini Ortiz, y así empezamos a andar”.
Apenas una lucecita encendida en la Balcarce invitaba a las y los actores culturales de Salta a arrimarse y construir juntos el sueño. “Dentro de las actividades del Centro Cultural cada tanto hacíamos una noche de folclore, y cada vez que la hacíamos, era una explosión de público, tremendo, porque el folclore también empezaba a resucitar de la mano de Los Nocheros, de algunos grupos nuevos que eran como la Nueva Trova del folclore”.
Ya cercano al año 2000 se iba delineando una zona propicia para las actividades culturales, se generaba un primer mojón donde, con la calle cortada, se realizaban festivales y las primeras ferias artesanales estables. “En ese marco abrimos la peña La Vieja Estación y de a poco nos posicionamos. Al año siguiente abrieron varios negocios más: abrió El Café del Tiempo, después abrió Sátiro, La cocina del Pirata, abrió Zeppelin, y después hicimos una gran feria de artesanos en abril, en la Semana Santa del 2001. En plena hecatombe de la Argentina lo único que florecía era la Balcarce, una cosa totalmente sorprendente y sorpresiva para todo el mundo, a contratiempo”.
Puggioni sigue el relato reflexionando sobre aquello: “A partir de ahí cambió todo el formato de Salta, porque hasta ese momento no existía la temporada de verano, existía el verano en Cafayate, en los valles, en Jujuy, pero en Salta Capital no había turismo, no había noche, no había movida. Entonces la gente empezó a quedarse en Salta, de acá salías y volvías el fin de semana para disfrutar la noche salteña, que era la Balcarce sobre todo”.
Tiempo presente
Hoy la movida de la calle Balcarce transcurre entre dos y tres intensas cuadras, donde si bien el folclore es la carta de presentación, se condensan gran cantidad de opciones y sensaciones: peñas, bares, pub’s y boliches, que albergan también recitales de rock, opciones con música del momento y algún que otro billar que sobrevive con espíritu de antaño.
Dentro de este conglomerado cultural, donde son miles las personas que transitan sus veredas, emergen historias como la de Nelson Flores, trabajador de la Balcarce desde hace 20 años. “Toco la guitarra y el teclado, y para mí es muy importante la calle Balcarce ya que a lo largo de estos años he conocido mucha gente hermosa de todo el país, pero sobre todo es un medio de trabajo y un medio de vida. Como trabajador independiente, con sus altos y bajos, agradezco la posibilidad de mostrar mi arte, algo que creo fundamental, ya que en otras provincias no tienen la posibilidad de un lugar así, donde expresar lo que hacen”.
En medio de constante música a uno y otro lado en plena noche, las y los turistas se asombran a cada paso con jóvenes que ganan sus primeros pesos bailando dentro de los recintos y en la vereda misma de los negocios que los contratan. También suceden sorpresas en el interior de las peñas, ya que entrada la noche, con las cantoras y cantores, emergen sensaciones. “Vine a escuchar folclore porque me genera hermosos recuerdos”, comenta un turista llegado de Buenos Aires con evidente emoción al escuchar una zamba mientras agita la servilleta en forma de pañuelo.
En otra mesa un grupo oriundo de la provincia de La Rioja se ríe y pide al intérprete una chaya, canción típica de su tierra; el cantante acepta el desafío e invita a bailar. Las mesas comienzan a vaciarse para fundirse en la pista, en improvisados pasos de baile que terminan en risas y abrazos.
“La Balcarce se vuelve una familia con los años”, comenta Nelson Flores, y agrega: “una familia que se forma entre los trabajadores, los mozos y los que cuidan los autos. Ahí también aparece la bohemia, que se da espontáneamente en el compartir con los amigos, quizás no la guitarreada, porque estamos todos cansados, pero sí largas charlas y aprender de nuestros compañeros, que también es fundamental”.
“La gran importancia también está en todo el movimiento cultural que desde el principio de la Balcarce se formó”, comenta Tupac, quien todavía sigue al frente de La Vieja Estación, peña fundacional y señera. “Por ahí solo se muestra la noche y la gastronomía, pero la feria, que sigue hoy en la plaza de la Legislatura y una parte en la Balcarce, fue realmente muy importante; esa feria le salvó la vida a cientos de familias salteñas que no tenían donde poder vender sus cosas, en definitiva, se generó un montón de laburo. Sin duda hay un antes y un después de la Balcarce en Salta”.
La noche comienza a esconderse y los bares, a vaciarse. Cantores y bailarines guardan trajes y guitarras, emprenden la partida para volver al próximo día repitiendo un show que es irrepetible cada noche, en el que dejan todo en cada presentación debiéndose a un público que se renueva cada día.
Por esta noche las luces se apagan, pero la Balcarce queda encendida como un faro incandescente, como un ejemplo de resistencia al olvido, como una forma de vivir y sobrevivir en épocas complejas, y como una manera de redimir aquellas almas viajeras que trajinaron por esos adoquines, y observan desde algún lado con una sonrisa, el resurgir de bombos y guitarras.