Víctor trabaja en casa desde hace unos meses. Es albañil, y viaja todos los días en combi 50 km para venir. Nos agarró la etapa pre PASO y obviamente hablamos de política. Víctor es inteligente, laburante. Una constructora que trabajaba para ANSES lo estafó en el sur y se tuvo que volver sin nada, ni plata para los pasajes de él y su mujer tenía.
La empezó a remar de nuevo y se recuperó. Mientras tomamos café o en el almuerzo, hablamos de Milei: "Yo no voto porque no hice el cambio de domicilio; no creo en la política, pero lo votaría a Milei". Yo trato de darle mis argumentos, pero aunque estoy convencida de que Milei es un delirante con una estrategia muy bien paga, puedo entender algunos de los motivos de Víctor, que lo vivieron cagando.
Víctor es seguidor de Bukele, y me muestra los videos de Tik Tok. Yo le muestro los míos, que dan otra cara del salvadoreño, y aunque hace esfuerzos por mostrarme interés, sé que no lo convenzo. Hace unas semanas que no viene a casa, pero se enteró que estoy enferma y me mandó una torta de regalo. Víctor, que vive al día, que lo cagaron en una obra pública tercerizada en el sur. Que emigró de Mar del Plata para salvarse de las drogas y la inseguridad, me manda una torta que puede costarle el cansancio de todo un día en su cuerpo. Víctor es un buen tipo, y yo me siento una mierda. Pero lo que más lamento es ver como Milei o Bukele encontraron el modo de empatizar con personas como Víctor.
Estoy aprendiendo que es muy importante sostener la construcción democrática, porque hay generaciones a las que no les costaron muchos de los derechos que hoy disfrutan con inercia, y si no se los contamos no lo van a saber. Pero no hay que hacerse los boludos: los derechos no le llegan a todos. Víctor no tiene ni casa, ni trabajo fijo, ni obra social.
Cuando su cuerpo se venza va a vivir más pobre aún, porque la vez que pudo hacer una diferencia por un trabajo grande lo estafaron y nadie respondió por Víctor.
Para Víctor, que debe tener treinta y pico, y para miles de chicas y chicos, la frase "todos los políticos son corruptos", es un buen motivo. Milei, con su personaje de marketing, encontró el espacio que perdieron los partidos tradicionales. El problema es que Milei no es emergente de una construcción política, si no un producto bien vendido. Un personaje disfrazado de pastor eufórico que ganó en las redes y en las urnas.
La carga recae hoy en el peronismo, porque la transversalidad kirchnerista fue la que atrajo de nuevo a las masas militantes jóvenes a la política. El radicalismo lleva años sin empatizar con nada.
La torta que me regaló Víctor, el buen tipo que empatiza con un plan como el de Milei que quiere quitarle todo a los pobres, pero también con alguien como yo que lo confronta, es para mí un pedazo de ese pacto roto que todavía podemos recomponer. Una esperanza.