Astillero es una pequeña orquesta mutante. A veces es difícil reconocerla de un disco al otro, de la violencia del primer Tango de ruptura a la tensión del segundo, pasando por el universo de cuerdas más clásico del tercero, hasta Quilombo, que presenta esta noche en el Centro Cultural Torquato Tasso (Defensa 1575) y que la “encuentra con la murga” en una sonoridad de barrios sureros de Buenos Aires y el conurbano que formó a sus integrantes. Julián Peralta y Mariano González Calo, compositores y arregladores principales del sexteto, son de Lomas de Zamora y Domínico, y reconocen en la murga su acercamiento de infancia a la música popular, aunque luego se formaran en el tango.

“Yo no toqué en ninguna murga, ninguno de nosotros lo hizo, aunque Jacqui (Jacqueline Oroc, ver recuadro) bailó en una, pero no era un contexto en el que nos moviéramos. Sin embargo, este disco fue más un encuentro de sonoridades que teníamos en la cabeza por haber estado en los corsos de infancia”, reflexiona Peralta, sentado siempre a un brazo de distancia de su piano. Su compañero asiente. “La murga incluso estaba más cerca porque la veíamos, el tango no; yo jamás vi tocar en vivo a Pugliese, pero en carnaval la murga pasaba por la puerta de casa”, señala González Calo. Peralta observa sobre los vínculos entre un género y otro: Homero Manzi mismo, ejemplifica, compuso algunas murgas, que por otro lado solían tener melodías de tango. “Desde el punto de vista social, la murga siempre fue más despreciada, quizá porque nunca fue abrazada por la pequeña burguesía de manera masiva y eso de algún modo alejó la idea de que era buena música. Creo que nosotros también nos morfamos eso hasta que unos cuantos colegas hicieron murga desde otros lugares y ahí uno dijo ‘pará, la verdad es que esto está buenísimo’. El desprestigio es imaginario”. Entre los dos sueltan rápidamente nombres de colegas inspiradores, como Juan Carlos Cáceres, Ariel Prat, el Pitu Frontera o los muchachos de Bombo Al Plato. “El tema es que nos damos cuenta que es lo mismo que con el tango: el género es un vestido y uno hace su música”, comenta González Calo. “Siempre pienso que Troilo no aprendió tango; aprendió música y después hizo tango, que era la música que tenía alrededor. Nosotros hicimos la música nuestra con vestido de tango”. 

Abordar la murga desde el tango les supuso varios desafíos. Uno de ellos, no menor, implicó debatirse entre abrirle las puertas a un bombo con platillo, herramienta central de cualquier agrupación murguera que se precie, o mantenerse dentro de la instrumentación del sexteto (piano, contrabajo, chelo, violín y dos bandoneones). Al final optaron por esta segunda opción y se lanzaron a transformar los “toques” murgueros a los yeites tangueros. “Hay unos toques de murga tradicionales porque nos pusimos en contacto con murgueros, que nos enseñaron esos que se pasan de generación en generación sobre todo entre los bombistas”, destaca González Calo. La rítmica del bombo con platillo, con notas, sigue resultando en murga, aunque aquí se vista de tango a fuerza de síncopas y otros recursos de la caja de herramientas tanguera.

“Hay una cantidad de toques que son regionales –explica Peralta–; una murga de Boedo suena distinto que la de Saavedra y que otra de Parque Patricios. Cada una tiene sus cosas y uno le va robando un poquito de acá y allá, pasándolo un poco por intención y otro poco porque no se puede hacer otra cosa, por la óptica del tango”. En definitiva, reconoce, son músicos de tango y desde ahí se paran para tocar murga. “Entonces había que generar esos ritmos desde nuestros instrumentos. Y ahí hay cosas muy simpáticas”, cuenta y revela que fueron jugando con las sonoridades alternativas de los instrumentos, como el “grillito” del violín tanguero para simular el repique del platillito murguero o el tres saltos (una figura de especial intensidad en la murga) que se cuela en uno o dos de los temas del disco.

“Nuestro encuentro de infancia con la murga fue fuerte en todo sentido”, recuerda Peralta. “Me parece un género realmente fantástico, con una potencialidad impresionante y con un vuelo que a veces queda pasado por alto por esta cosa que tiene la murga de tener que servir como vehículo para la resistencia. Por eso muchas veces no tuvo el cuidado necesario desde lo musical”, reflexiona el pianista.” Tal vez estuvo siempre esa murga tratada distinto, con un cuidado artístico, pero nosotros la encontramos recién hace poco y ahí fue cuando dijimos ‘che, nosotros somos parte de este género, tenemos que defenderlo’, y nos acercamos con nuestras armas, que son las del tango”, entiende. “Obviamente, hay colegas que lo van a defender mejor porque hicieron eso toda la vida, pero creemos que sí podemos aportar un poco desde el tango para no darle la espalda”.