El espanto. Al conocer el reciente informe sobre el resultado del escrutinio definitivo, respecto de las elecciones Primarias en nuestro país, se me hicieron presentes, rescatadas, dos imágenes: las de Los muros de la Revolución de Ricardo Carpani y El grito de Munch. Imágenes estas que, en rápida asociación, me llevaron a revisitar algunos momentos de mi práctica político-social. Momentos que, como testimonio para las/os jóvenes con quienes realizamos tareas en la gestión y compartimos hoy, estudios y proyectos en el camino de construir una Nación con justicia social, siento la necesidad de transmitir, en clave del poeta Spinetta: para que no se pudran dentro.

Fantasmas de la desnacionalización. A poco de producido el golpe económico-militar del 28 de junio de 1966 y bajo el blindaje represivo de la Doctrina de Seguridad Latinoamericana, los golpistas se alinearon al modelo económico-financiero impulsado por un conjunto de corporaciones multinacionales, militares, intelectuales orgánicos y titulares de grupos de noticias integrantes del poderoso Grupo Bilderberg (que fomentara la creación, de la Comisión Trilateral en el año 1972). Se van a imponer entonces, articulando neoliberalismo económico con fascismo vernáculo, las medidas diseñadas por el ministro Adalbert Krieger Vasena (oscuro personaje que, ya durante la tiranía de Aramburu-Rojas, había orientado el ingreso de Argentina al FMI). Así, en un marco opresivo y de proscripciones, se suspenden los Convenios colectivos de trabajo y se aplica una devaluación del 40%. Devaluación que da paso a un acentuado proceso de quiebra de sociedades nacionales, acompañado por su correlato de centralización de capitales y extranjerización de empresas. Políticas de dependencia que vuelven a avizorarse como posibilidad, regresiva y trágica, en nuestros tiempos.

La Resistencia. Ante aquella realidad, en un contexto de luchas por derechos políticos y sociales –sin tener acceso a los medios públicos y con represión callejera– el espíritu de época se caracterizó por el avance, en vastos sectores del movimiento obrero y de la clase media, de un pensar crítico, y situado, encaminado a comprender la génesis de los problemas estructurales de la Argentina dependiente. Pensar este que iba formulando preguntas y construyendo niveles de conciencia respecto de los valores e intereses que nos constituían, a la vez que generaba responsabilidades emergentes de ese conocimiento y abría cauces al compromiso, los vínculos interpersonales y la organización militante conjunta desde las bases obreras y estudiantiles. Coyuntura esa en que transitábamos diversos caminos, que iban desde las nuevas miradas sobre Historia Argentina y las formas de confrontar con la proscripción política hasta la lectura de Scalabrini Ortiz, Ortega Peña, Sartre, Gorki y Hernández Arregui.

La denuncia pública como praxis. En la mañana otoñal del lunes 9 de agosto del año 1971, las paredes de la ciudad de Buenos Aires amanecieron cubiertas con carteles que, en letras rojas, convocaban a la lectura de los transeúntes a partir del interrogante: Yo trabajo. Usted trabaja. Nosotros trabajamos. Pero. ¿Para quién trabajamos?; dando paso, a modo de respuesta, a la nómina de 101 empresas desnacionalizadas durante la dictadura económico-militar. Carteles estos –confeccionados, solventados y pegados por compañeras y compañeros, militantes en la Facultad de Derecho de la UBA y en la Villa 31 de Retiro– quienes, además de la denuncia del afiche, y con una mirada estratégica, también desarrollábamos tareas formativas de cuadros político-técnicos y programas de gobierno desde el Instituto de Estudios Políticos Argentinos (IEPA). Las semanas previas a aquella acción estuvieron atravesadas por múltiples reuniones y discusiones –cara a cara– tanto sobre el texto como en lo referente a la forma de distribuir los afiches. Reuniones donde también se intercambiaban la palabra del cura Carlos Mugica con las voces de dirigentes sindicales como Miguel Gazzera y Mario Cairo, los profesores Héctor Sauret y Roberto Carri, miembros del Movimiento Villero o la actriz Chunchuna Villafañe.

El desafío. La mayoría de las multinacionales de aquel afiche se han remasterizado y algunas de ellas vuelven robustecidas (como Bunge y Born), al tiempo que también se han incorporado nuevas transnacionales globalistas, y personeros tragicómicos al esquema de dependencia extractiva de recursos y fuga de capitales. En este escenario resulta imprescindible reconstruir, antes y después de las elecciones, los vínculos y mecanismos de organización popular tal como llevan a cabo – más allá de escritorios, redes de internet y burocracias pequeño burguesas– muchas/os jóvenes, y no tan jóvenes, que vuelven a poner el cuerpo, recorren calles y plazas, comparten un mate, discuten ideas y saben mirar a los ojos.

*Profesor Consulto de la materia Delitos económicos, Facultad de Derecho-UBA