No volveremos a ser los hacheros de La Forestal, ni los peones de la Patagonia Trágica. Los derechos laborales son producto de la lucha, y no se tocan". El reciente pronunciamiento de la CGT regional de Villa María, Córdoba, en relación al triunfo de Javier Milei y sus promesas de campaña, es citado por Alejandro Jasinski como pauta de un cambio profundo en relación al tema que investiga desde que era un estudiante de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Esa masacre silenciada durante un siglo, la sangrienta represión a las huelgas que terminó con más de 500 obreros asesinados y otros tantos torturados y expulsados de la región en el norte de Santa Fe, pasó a formar parte desde hace un --corto-- tiempo de una historia de la que sí se habla en la Argentina. Y que, como suele ocurrir con la historia, ilumina también el presente.  


La referencia urgente a La Forestal, en relación al peligro de pérdida de derechos laborales, como un tema conocido por todos, probablemente no hubiera sido parte de la cita tan sólo unos años atrás. Tiene que ver con el trabajo de recuperación de la memoria colectiva que en gran parte fue asumido por los propios pobladores de las localidades que quedaron marcadas por la llegada y luego la abrupta partida de aquella "compañía inglesa de tierras, maderas y ferrocarriles", y que en lo académico y la divulgación, siguiendo los rastros del gran Osvaldo Bayer (y en este tema en particular, de Gastón Gori), asumió Jasinski. De ello da cuenta su reciente libro El encanto del tanino. La Forestal, la violencia empresarial y las luchas sociales en la Argentina antes del peronismo, que establece una continuidad con su libro anterior, Revuelta obrera y masacre en La Forestal. Esta vez, poniendo el foco en el modo en que la empresa ejerció esa violencia que llegó a ser explícita y extrema con la creación de una gendarmería propia, la caza, tortura y matanza de huelguistas tras las revueltas obreras de 1921, pero que se evidenció también de múltiples maneras. Y que se replicó y replica como modo de hacer más allá de La Forestal. 

--¿Cuánto y cómo se avanzó en este tiempo sobre la memoria de La Forestal?

--Comenzó a ser un tema que, en principio, se conoce y se cita, como marca el ejemplo del comunicado de la CGT de Villa María. Hay mucha novela y memoria autobiográfica que empezó a circular, una memoria colectiva que se retomó, y en ese sentido el centenario de las huelgas y de los pueblos del norte de Santa Fe creados por la Forestal avivó cierta revisión, con muchas iniciativas y actividades. La gran diferencia fue que en el centenario por primera vez se homenajeó a los protagonistas de las huelgas. Y ahí es donde aparece otra memoria que se diferencia de la que es más difusa, que no profundiza, que se limita a la figura de "los hacheros de la forestal". O, en todo caso, aparecen dos memorias. 

--¿Cómo es eso de "dos memorias"?

--Hay una escena que fue muy significativa y que las describe bien: fue en 2020, cuando en Villa Ana, uno de los pueblos que se creó con La Forestal, en el Festival del Quebracho que se hace todos los años, inauguramos un mural en homenaje a los huelguistas. Por primera vez en ese marco, se hacía algo que tenía que ver con recuperar esa memoria, con dar a conocer la masacre y el rol que había tenido la empresa y el Estado en la matanza. Y al mismo tiempo en el festival, el conductor pedía un aplauso y agradecimiento a la empresa "que tanto trabajo supo dar"...

Mural de homenaje a los huelguistas en Villa Ana. Foto: María Acuña


Una historia argentina

"Durante toda la primera mitad del siglo XX, La Forestal fue la principal abastecedora mundial de tanino, un extracto que elaboraba en sus pueblo-fábricas del norte de Santa Fe y Chaco, con la madera que obtenía de los milenarios bosques de quebracho. Entre 1918 y 1921, debió enfrentar una rebelión obrera, que cuestionó los fundamentos de su desmesurado poder. Su respuesta fue descomunal. Financió una policía militar montada y cerró sus fábricas. La prensa la denunció por cometer crímenes contra la humanidad", reseña Jasinski en su libro, en el que se propone abordar "una historia social de los pueblos forestales".

Pone el foco en lo que pasó después de la matanza: "Después de la masacre de 1921, para reanudar la producción, La Forestal tuvo que recomponer su dominio. Se inició entonces una nueva era, que presentó como una 'obra de civilización y cultura'". La pregunta por el modo en que la empresa inglesa implementó esa refundación atraviesa ese libro: "En 1945, un gobernador --el peronista Juan Hugo Caésar, electo en 1949-- dijo que se trataba de 'un método de explotación científica' que buscaba el mayor rendimiento de su personal, 'destruyendo todo espíritu de iniciativa'. Dos décadas después, Rodolfo Walsh aseguró que las familias obreras tenían metido en el alma el sello 'La Forestal'. ¿Fue realmente así?", plantea, e intenta dar respuesta a esa pregunta. 

La historia de la Forestal, de un siglo atrás, resuena con absoluta actualidad. El inicio de la compañía inglesa fue un préstamo ruinoso que la provincia de Santa Fe pidió entonces. Exportaba fundamentalmente una materia prima --el tanino-- de gran demanda en la época, también madera, y tuvo tal extensión que llegó a levantar cerca de 40 pueblos en la zona, con puertos, 400 kilómetros de vías férreas propias, numerosas fábricas. En esta actividad destruyó un millón y medio de quebrachales en el Chaco Austral (norte de Santa Fe, sur del Chaco y noreste de Santiago del Estero), más del 80 por ciento del bosque nativo. Las condiciones de vida y de trabajo de los hacheros de La Forestal eran los de la más mísera libre demanda empresarial, con prácticas como la paga con vales que canjeaban los contratists que dependían de la misma compañía.

Tras la matanza obrera de 1921 y 1922, la empresa reconfiguró su dominio, y es allí donde Jasinki extiende su análisis en este libro. Fue por algunas décadas más: hacia los 50, cuando el margen de ganancia ya no resultó excepcional (por la insurgencia obrera, por el cambio en mercado internacional del tanino), La Forestal se "relocalizó". Se mudó a distintos puntos de África, quedándose en cada lugar hasta que estallaban los conflictos, o se terminaban los árboles. En la Argentina, los pueblos quedaron desmantelados, sin fuente de trabajo, sin tren, sin servicios, sin proyección. Aquellos pueblos forestales que llegaron a tener más de 10.000 habitantes entraron en crisis.


Las dos memorias

Son esas dos memorias que coexisten las que alentaron a Jasinski a ver el tema desde otro lugar. "Me pregunté cómo es que La Forestal, después de semejante masacre, había logrado reconstruir su dominio y reorganizar su producción. Cómo se sobrevive, de un lado y del otro, a esa masacre, a esa violencia extrema. Y cuáles son las otras formas de violencia que despliega la empresa", describe el historiador, que además de este trabajo fue uno de los coordinadores e investigadores del informe "Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad" --producido en 2015 por el Programa Verdad y Justicia, la Secretaría de Derechos Humanos, Cels y Flacso-- que se centró en la represión a trabajadores durante el terrorismo de Estado. Ese equipo estudió la responsabilidad que tuvo un sector del empresariado nacional y extranjero en las violaciones a los derechos humanos en la última dictadura argentina. Analizaron un arco de prácticas empresariales de represión a los trabajadores en empresas situadas en distintas regiones del país. Prácticas que encuentran vinculación con las de La Forestal, que también abarcan una amplia gama de violencias empresariales, desde las extremas hasta las que no son concretamente visibles, y que siguen siendo ejercidas. 

--¿Cuáles son esas estrategias que pone en juego La Forestal, en ese momento?

--Diversas. Hay un intento de establecer hegemonía, de convencer a los trabajadores y familias que viven una realidad de bienestar de trabajo. Y la contracara de ese proceso, que son aspectos de una violencia más disimulada: la estrategia del lock out, de suspensión de la fábrica y llevarse la producción. En el libro busqué analizar cómo las familias obreras reciben esa noticia, cómo se discuten esas practicas empresariales. O la búsqueda de fragmentar al colectivo obrero y disciplinarlo, donde la empresa logra colar ese supuesto bienestar direccionado a un grupo específico de trabajadores y no al conjunto. Y toda una serie de prácticas que no van  solo contra el trabajador sino que despliegan una violencia silente, el vandalismo económico, estafas al fisco, competencia desleal, acciones contra el medio ambiente, todas prácticas reñidas con la legalidad vigente.

--¿Cómo se actualizan estas violencias en un mundo en el que el trabajo, tal como lo conocíamos en el siglo pasado, está en crisis absoluta?

--Es interesante porque La Forestal contenía todos estos grupos de trabajadores. El trabajador formal, con mayores beneficios, el que recibía una mensualidad, también los changarines, los trabajadores que se acercaban a la puerta de la fábrica para ver si había algún trabajo ese día, jornaleros, trabajadores a destajo, y después estaban los hacheros. Se da un proceso de lucha y de conflictividad que es posterior a la masacre, y que plantea una recuperación, un nuevo terreno de luchas por derechos laborales, por correr la frontera de control de las empresas, que a nivel estatal pelea por vacaciones pagas, indemnizaciones, convenios colectivos de trabajo, antes del peronismo. El grupo de trabajadores formales de la fábrica empuja la organización sindical y arrastra tras de sí la organización de los sectores más desprotegidos. Fue un proceso no excento de conflictos: sobre todo en los momentos de mayor crisis, de lock out patronal, había debates, tensiones entre los trabajadores, por ejemplo entre los que no rotaban nunca y los que tenían que ser rotados y recibir una ración de parte de la empresa para sobrevivir los días, meses, semanas o años que durara el parate de la fábrica. Pero en ese momento, esos trabajadores desprotegidos confiaron en la organización sindical como medio para conseguir una mejoría en el trabajo. 

--Hoy los "pibes Rappi" no sólo son el símbolo de la precarización, también se movilizan junto a referentes de La Libertad Avanza contra la regulación de su trabajo, la rechazan...

--Hoy hay una enorme fragmentación del mundo obrero, y en general, de la sociedad. Las relaciones industriales, cambiaron al punto de que estamos hablando de otro mundo laboral. En esta reconversión brutal del proceso de trabajo y producción capitalista, hay un sector que desconoce por completo esas conquistas por las cuales estos trabajadores de La Forestal lucharon y avanzaron. Hay un sector muy importante de los trabajadores argentinos que no cuenta con trabajo formal, que es cuentapropista o vive de la asistencia estatal, o que forman la economía popular. Que en algunos casos seguramente manifiestan su bronca votando a Milei, con ese discurso de la libertad y el emprendedurismo, pero que también se organiza: la economía poular tiene sus sindicatos, los pibes de Rappi también buscaron su experiencia sindical, aunque claro, la propia estructura del trabajo les dificulta mucho la organización. La experiencia de los trabajadores formales e informales de La Forestal demostró que en condiciones muy adversas, fue posible unir esas experiencias para luchar por derechos. Hoy el mundo es otro, pero estas luchas demuestran el esfuerzo y el ingenio puesto en tratar de superar esos obstáculos.

Por qué Alejandro Jasinski

Alejandro Jasinski es licenciado y doctor en Historia y periodista. Es autor de Revuelta obrera y masacre en La Forestal. Sindicalización y violencia empresarial en tiempos de Yrigoyen (Biblos, 2013) y del reciente El encanto del tanino. La Forestal, la violencia empresarial y las luchas sociales en la Argentina antes del peronismo (Prometeo Libros). Ambos libros son resultado de la investigación alrededor del tema que sigue desde su tesis de licenciatura. 

Desde 2013 trabaja en el ex Programa Verdad y Justicia, que hoy forma parte de la Dirección Nacional de Asuntos Jurídicos Nacionales de la Secretaría de Derechos Humanos, en la elaboración de investigaciones sobre delitos de lesa humanidad que se aportan a fiscalías y juzgados federales. 

Fue co-coordinador y co-autor del informe Responsabilidad empresarial en delitos de lesa humanidad y autor del informe Investigación para la causa judicial que investiga la Masacre de Napalpí de 1924, proceso judicial en el que ha declarado como testigo experto. Es miembro de un Ubacyt sobre estado y sociedad en el siglo XX en América Latina en el Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina (Indeal) y cotitular de un seminario de doctorado y maestría sobre clases trabajadoras y movimiento obrero en Argentina en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires.