Es difícil notarlo porque las plataformas de streaming y las salas de cine continúan estrenando series y películas con el ritmo de siempre, pero Hollywood sigue paralizado a raíz de la huelga simultánea de los sindicatos de guionistas y actores. El escenario es complejo. Los festivales de Toronto y Telluride, pistolazos de largada de la carrera rumbo al Oscar, están a la vuelta de la esquina, y el de Venecia, que se desarrolla por estos días, opera como caja de resonancia mediante las críticas de artistas a las empresas nucleadas en la Alianza de Productoras de Cine y Televisión (AMPTP, por sus siglas en inglés). La entidad tuvo un primer acercamiento con los guionistas luego de más de cien días de paro, pero la brecha entre lo ofrecido y lo reclamado sigue siendo insalvable. Los actores, mientras tanto, siguen a la espera de una convocatoria para empezar a negociar.
El sindicato de actores se llama SAG-AFTRA y es un peso pesado de la industria. Allí se nuclean más de 160 mil trabajadores que incluyen, obviamente, a intérpretes de todos los escalafones (desde los mega famosos hasta los laburantes rasos), pero también a locutores, periodistas de radiodifusión, bailarines, DJs, presentadores de programas de TV, titiriteros, artistas de doblaje, cantantes, dobles de riesgo, locutores y otros profesionales de los medios. Su par de guionistas, el WGA, reúne escritores no solo de series y películas, sino también de monólogos de los clásicos night-shows televisivos y redactores publicitarios. Esto explica que los programas nocturnos hayan sido los primeros en pausar sus producciones.
Que ambas entidades coincidan en una medida de fuerza, además de poner el freno de mano a cientos de rodajes y proyectos en distintas etapas de desarrollo, es un hecho casi inédito: hay que remontarse hasta 1960 para encontrar el único antecedente, en aquel caso en reclamo de mejores contratos a raíz de la consolidación de la televisión como nuevo medio. El escenario es similar en algunos aspectos y distinto en otros. Similar, porque el meollo de la cuestión está en cómo repartir la torta en un contexto donde las plataformas de streaming se han convertido en reinas del consumo audiovisual contemporáneo. Y distinto, porque la masa de trabajadores es mucho más amplia que hace sesenta años y en el horizonte asoma, con la fuerza de un huracán, la inteligencia artificial.
Guionistas en combate
El puntapié lo dio el WGA a principios de mayo, y dos meses y medio después se sumó el SAG-AFTRA. Recién el 11 de agosto, más de cien días después del comienzo de la huelga, la AMPTP -integrada por más de 300 productoras, incluyendo gigantes del tamaño de Amazon, Disney y Netflix- llamó a los representantes de los guionistas para retomar el diálogo. Desde el WGA afirmaron que los encuentros ocurridos desde entonces acercaron posiciones, pero la oferta sigue siendo “casi nada, ni cerca de ser suficiente”. “Las demandas provienen directamente de nuestros miembros y abordan las amenazas existenciales a muestra profesión causadas por los cambios en el modelo de negocios implementado por las empresas en los últimos años. No estamos en huelga para dejar desprotegido a algún sector del gremio cuando volvamos al trabajo. Cada problema existencial debe encontrar una solución genuina”, se lee en un comunicado del WGA enviado a sus socios el 24 de agosto.
Dos días antes, desde la Alianza afirmaron que se habían abordado las áreas centrales del reclamo: el rol de la inteligencia artificial, las mejoras en los pagos de “residuales” (ingresos por repeticiones de programas y películas) y en la dinámica de salas de guionistas y hasta la posibilidad de mayor transparencia en las métricas de los streamers, dato clave para atar los ingresos a las reproducciones. Y hubo una oferta que desde ese bando consideraron que “representa el mayor aumento salarial para los escritores en 35 años”: un incremento de 13 por ciento en los contratos de tres años, con un cinco por ciento de aumento el primer año, cuatro el segundo y 3,5 el tercero.
La cifra está lejos de satisfacer al WGA, pero tampoco es que pidan una locura. El portal especializado Deadline publicó la semana pasada un cuadro que grafica qué porcentaje de ingresos de los principales estudios deberían destinarse al salario de los guionistas en la propuesta presentada ante la Alianza. El promedio entre los siete más importantes (Disney, Netflix, Warner, Universal, Paramount, Sony, Amazon y Apple) es de 0,18 por ciento; es decir, por cada dólar que ingresa, 18 centavos irían a los trabajadores. Para Disney, por ejemplo, calculan 82 mil millones de ingresos, de los cuales sólo 72 millones se destinarían a los sueldos de escritores (0,088 por ciento del total), y en el caso de Netflix son casi 32 mil millones y 65 millones para salarios (0,206 por ciento).
Los ejecutivos, sin embargo, siguen quejándose. El CEO de la casa del ratón más famoso del mundo es Bob Iger y gana unos 25 millones de dólares al año, pero durante una entrevista con el portal All Your Screens afirmó sentirse “personalmente ofendido” por la negativa de los huelguistas y consideró que sus peticiones son “demasiado costosas para una industria que todavía no soluciona los problemas derivados de la pandemia”. A Iger tampoco le cayó muy bien que más del 80 por ciento de los trabajadores del área de Efectos Visuales haya votado por sindicalizarse. Por el lado del cofundador de Netflix, Ted Sarandos, la preocupación radica no tanto en lo que pueda ocurrir en Hollywood, sino fronteras afuera: dar el brazo a torcer, piensa, sentaría un pésimo precedente para las industrias audiovisuales del resto del mundo, en especial en aquéllas donde la N roja pisa fuerte. Tal es el caso de Gran Bretaña, India y Corea del Sur, donde los sindicatos comenzaron a organizarse para negociar los términos de los contratos del año que viene.
Disparen contra las productoras
Mientras tanto, la consultora Gallup hizo una encuesta telefónica a más de mil personas de todo Estados Unidos para saber qué piensan sobre las huelgas. El 72 por ciento afirmó sentir más simpatía con la situación de los guionistas contra apenas el 17 que dijo estar a favor de los estudios. La cifra en el caso de los intérpretes es de 67 por ciento de su lado y 24 del de las productoras. En ese contexto, que actores de renombre alcen la voz ante los micrófonos de la prensa de todo el mundo en representación de quienes tienen menos fama y visibilidad es un capital simbólico de enorme valor. Pero tampoco es sencillo que hablen, pues el reglamento interno del SAG-AFTRA estipula que durante las huelgas no se pueden hacer giras promocionales ni entrevistas.
Dado que esa medida no favorece a las producciones independientes –entendiéndose por “independientes” a las realizadas por fuera de los estudios nucleados en la AMPTP–, el sindicato otorgó “waivers” (“excepciones”) para que los equipos artísticos de estas películas puedan asistir a los Festivales de Venecia, Toronto y Telluride. A cambio, las productoras deben adecuarse a las demandas que empujaron la medida de fuerza. Así lo hicieron, entre otras, Neon y STX, las compañías detrás de Ferrari, de Michael Mann, que acaba de tener sus primeras exhibiciones públicas en el evento europeo con presencia completa del elenco encabezado por Adam Driver y Penélope Cruz.
“¿Cómo es que ellas lograron cumplir con todas las reivindicaciones del SAG y, en cambio, grandes empresas como Netflix y Amazon no?”, se preguntó Driver, a cargo de interpretar al mítico constructor de autos, y siguió: “Cada vez que la gente de SAG apoya una película que cumple con los términos del acuerdo provisional, se hace más obvio que estas productoras están dispuestas a apoyar a las personas con quienes colaboran y las demás no”.
Mann, responsable Fuego contra fuego y El informante, replicó la posición de Driver al afirmar que “Ferrari pudo hacerse porque muchas de las personas que trabajaron renunciaron a los salarios grandes”. “Es el caso de Adam y también el mío. Esta película no fue hecha por un gran estudio. Ningún gran estudio nos emitió un cheque. Por eso estamos aquí, solidarios con quienes reclaman”, dijo el director de una de las películas que ya suenan entre las firmes candidatas para disputar los premios más relevantes de la temporada de alfombras rojas de Hollywood, que culminará allá por marzo con el Oscar. ¿Habrá solución antes de la gala fundante del show bussines? ¿O será una ceremonia sin estrellas?