Anoche, domingo 3/9, pasadas las 23 y cuando ya las elecciones eran parte de la memoria para algunos, dolor e incomprensión para otros y alegría para quienes ganaron, hubo cierto festejo en los barrios del Alto barilochense, ahí donde a la vera de la ruta Herman/antes 258 hoy 40, (que va a El Bolsón) tanto a derecha como a izquierda van apareciendo los sitios sin turismo, las poblaciones laburantes y desocupadas, los habitantes del otro lado de la máscara feliz de nuestra ciudad.
Esos vecinos y vecinas, celebraron que haya ganado Walter Cortés la intendencia.
Y no es poca cosa que algún pequeño espacio de júbilo se asiente en esos barrios donde, sin dudas, son lugares donde hace mucho, pero mucho, no se festeja nada.
Entonces, vale esa satisfacción en curtidos y sufridos barilochenses, como dato de la política, y complacerse con esa pequeña victoria personal que los humildes de Bariloche hicieron propia desde la victoria electoral de un candidato al que acompañaron con su voto, al que le creyeron y que confían va a hacer lo que prometió.
Aparecen, y está bien para quien quiera tenerlo como valor, los juzgamientos personales sobre el ganador, como ese titular en medios nacionales que “ganó alguien con prontuario” haciendo alusión a una causa en la que Walter Cortés estuvo preso y ese dato, su prisión, habla de haber pagado cualquier deuda penal que le demandaba la sociedad.
¿Cuántos sindicalistas y políticos acusados de corrupción estuvieron presos? No muchos. Y Walter sí, en un penal del frio Sur patagónico. Y en nuestro pais, las causas judiciales no son eternas.
No vale la pena comentar los intereses que en virtud de cuestiones políticas rionegrinas hizo que importantes figuras del propio peronismo provincial movieran influencias para que Cortés fuera preso.
Ya está. Estuvo detenido y pagó.
Y cuando lo votan en el gremio y cuando ayer lo votaron los barilochenses, nada de esto estuvo oculto. Y los pueblos no son incultos ni desconocen historias. Y más en esos subsuelos duros de las barriadas pobres donde sus habitantes, saben todo y tienen la natural inteligencia de quienes aprenden a sobrevivir y cuando confían, confían y cuando votan, lo hacen a sabiendas.
Y un dato para el peronismo local. Cuando ciertas soberbias y fantasiosas proyecciones electorales auto asignadas impidieron juntar a todos los peronistas en una lista común, parecía abonado el camino del triunfo del oficialismo y de la gobernadora.
Pero apareció Cortés, con un partido pequeño y de origen peronista y con una lista de variada identidad donde no solo hay justicialistas sino vecinas y vecinos de otras tradiciones e independientes.
Pero el voto que los acompañó fue mayoritariamente peronista.
Y eso levanta el ánimo. Ese voto no necesito ver escudos, caras de Perón y Evita y símbolos justicialistas en la boleta porque sabía con certeza que esa lista era donde los peronistas podrían encontrarse.
Y en eso festejos de madrugada, en esos lugares donde falta todo y sobra calidez vecinal, los gritos que se escuchaban vitoreaban al ganador, Walter Cortés, desde ya, pero en igual medida surgían de las gargantas felices las vivas a Perón. No es poca cosa.
No es poca cosa que un peronista gobierne Bariloche y ponga en valor mucho más que lo que hasta ahora aparecía, como único dato de presencia territorial del justicialismo.
Bariloche suma, y bastante.
Ahora viene lo difícil. Gobernar. Con prudencia, pero con la audacia suficiente para sacar a Bariloche del quietismo.
Walter Cortés no es médico, ni abogado, ni militar, ni ingeniero, ni politólogo.
Es un dirigente de trabajadores.
Tal vez, esa sea su mejor presentación.