Afuera, en todo el perímetro a la redonda, el Gobierno de la Ciudad blindó la Legislatura con vallas y policías, impidiendo que la movilización de organismos de derechos humanos, organizaciones políticas y sociales se acercase. Adentro, la Legislatura blindó el Salón Dorado, donde se hizo el acto negacionista que despertó el repudio y la movilización: inéditamente, el cuerpo presidido por el cambiemita Emmanuel Ferrario delegó en la legisladora de La Libertad Avanza Lucía Montenegro la organización y admisión de la prensa. Y a último momento, las acreditaciones de prensa ya cursadas fueron suspendidas y derivadas a asesores del bloque libertario —que nunca respondieron los pedidos de ingreso a este medio—. Así las cosas, Victoria Villarruel tuvo todo servido para desplegar sin repregunta alguna el show de su Centro de Estudios Legales sobre el Terrorismo y sus Víctimas (Celtyv) al que denominó "Homenaje a víctimas de terorismo".
"A 40 años del Golpe de Estado del 24 de marzo de 1976. Memoria, Verdad y Justicia. Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires", decía la placa de mármol que no pasó desapercibida en el ingreso del salón. Ese consenso democrático básico era el que se estaba tensionando puertas adentro del Salón Dorado, en lo que parecía ser el fruto de un trabajo que la organización de Villarruel viene llevando adelante desde su creación en 2006, tomando el vocabulario de las luchas por los derechos humanos, pero transformándolo bajo el neologismo de la "memoria completa" (aunque, claro, sin gozar antes del aval de los votos a la activista devenida candidata, ni del aval institucional de una Legislatura).
Lo que se escenificó (ahora con todas las cámaras y flashes encima) no es nuevo en las manifestaciones de esta organización: la construcción de la figura de “víctima del terrorismo” seleccionando casos emblemáticos —todos, previos al golpe de Estado—, la elaboración de datos y estadísticas propias de difícil contrastación. Con el pedido de "Verdad y Justicia" (omitiendo la idea de memoria, que ha sido transformada), se aboga por "los derechos humanos de todos", por "las víctimas del terrorismo que fueron desaparecidas".
La agresión a los organismos
Victoria Villarruel se cuidó de no hacer mención alguna a la defensa de la familia militar de la que proviene y a la que defiende —mucho menos, a sus visitas a la cárcel a Jorge Rafael Videla, o al motivo por el cual Etchecolaz anotó su nombre en su agenda al momento del juicio en el que desapareció Jorge Julio López—. Pero avanzó, en cambio, en agresiones a los organismos de derechos humanos: "¿Quién podría oponerse al homenaje a víctimas inocentes, si no fuera porque es cómplice o parte de los que ponían bombas que asesinaban a estos inocentes?", acusó. "Los que impiden que nuestro dolor sea recordado son los que tienen las manos manchadas de sangre de nuestros seres queridos. Los que monopolizan el recuerdo en nombre del comunismo, el marxismo, Montoneros, el Ejército Revolucionario del Pueblo, de una revolución que nadie les pidió", abundó.
La agresión se hizo más virulenta después del acto en el canal LN+, focalizada en Estela de Carlotto: "Carlotto ha sido un personaje bastante siniestro para nuestro país, porque con ese cariz de abuelita buena la realidad es que ha justificado al terrorismo, ha hecho política desde siempre, tiene a toda su familia colocada en el Estado. Puede sentir dolor por la muerte de su hija, pero tiene que contar que su hija era combatiente de Montoneros", agredió sin acotación ni repregunta del periodista, que escuchaba asintiendo.
Antes que ella, en el acto hablaron Lorenza Ferrari, Graciela Saraspe y Arturo Larrabure, tres familiares de víctimas de actos de terrorismo que se produjeron antes del golpe de Estado de 1976 (Larrabure es hijo de Argentino del Valle Larrabure, Mayor del Ejército secuestrado en 1974 por el ERP en la Fábrica Militar de Villa María). Entre el público resaltaron dos presencias: Delfina Wagner, la influencier libertaria vinculada a la organización del atentado contra Cristina Kirchner, y Ximena de Tezanos Pinto, "la vecina de Cristina". También varios exmilitares, esposas y viudas de militares, que celebraron el encuentro al grito de "¡Viva la Patria!".
“Quiero agradecer muy especialmente la presencia de las víctimas del terrorismo, que hace más de 40 años están sufriendo el dolor más indecible: que tu propio país te niegue”, inició Villarruel, y agradeció también a los integrantes de La Libertad Avanza presentes. “Muchos no pudieron estar porque el autoritarismo está afuera”, explicó, en referencia a la manifestación de organismos de derechos humanos.
Escraches y repudios
Mientras la mayoría de la prensa quedó literalmente encerrada en un salón contiguo con la seguridad reforzada y la orden de que "nadie pasara", legisladores de izquierda repudiaron la actividad con un escrache en la puerta del salón. Entre ellos, Alejandrina Barry levantaba un cartel con el nombre de sus padres desaparecidos, Susana Mata y Juan Barry, entre los 30.000.
Antes, el bloque de Unión por la Patria recibió en la Legislatura a integrantes de Abuelas de Plaza de Mayo, Familiares de detenidos y desaparecidos, Hijos, Nietes y el Cels, "para expresarles nuestra solidaridad y compromiso en la defensa permanente por los derechos humanos", sintetizó la reunión Victoria Montenegro a Página/12. También recibieron la convocatoria del martes a las 5 de la tarde en Foetra para avanzar en la una agenda para los organismos contra el negacionismo, que se avisora urgente.
Los que también se expresaron, del ingenioso modo que les fue posible, fueron los empleados de la Legislatura nucleados en ATE: silbando el clásico de las marchas de derechos humanos "Olé, olé, olé, olá...." y con carteles y remeras que decían "Son 30.000", dieron vueltas en el hall que antecede al Salón Dorado, donde se realizaba el acto negacionista. No hicieron falta palabras para expresar acuerdos básicos.