Llega septiembre y con él la primavera. Pero unos pocos días antes, como ocurre desde hace veintitrés años, con el noveno mes también llega el Festival de cine alemán, muestra porteña que logró sobrevivir a los embates de la pandemia con ediciones exclusivamente virtuales o híbridas. Instalado nuevamente en la confortable oscuridad de la sala de cine, la nueva edición del encuentro con el cine germano, que sube el telón este jueves y continúa hasta el miércoles 13, viene a ofrecer una docena de largometrajes –más una selección de cortos– producidos durante los últimos 365 días, cruzando títulos de gran repercusión en los festivales de cine más prestigiosos con otros que cultivan las bondades del cine popular. “Quienes amamos el cine sabemos que no es sólo entretenimiento, sino también una industria y, sobre todo, un arte”, escribe Gustav Wilhelmi, fundador y director del festival, en la primera página del reluciente catálogo. “Sus imágenes en movimiento, que siempre nos cautivan, son reflejo de un tiempo y un lugar específicos, de la identidad y la cultura de la comunidad que las produce. El Festival de Cine Alemán, que en Argentina nació con el nuevo siglo, lleva 23 temporadas dando cuenta de la identidad cultural alemana, que, hoy más que nunca, se distingue por la convivencia de múltiples tradiciones que, al encontrarse, le dan forma a una trama dinámica y en permanente evolución”.

Las palabras son pertinentes: hace ya bastante tiempo que el cine alemán está abierto a múltiples definiciones, ligadas a la pluralidad de identidades y conceptos culturales alejados de lo homogéneo. No es casual que una de las películas de perfil más alto de esta edición, Lo que no vemos, esté dirigida por una realizadora de origen turco y ascendencia kurda criada en Hamburgo. En su más reciente largometraje, que tuvo su premiere mundial en el Festival de Berlín, Ayse Polat regresa a su país natal para construir un ejemplar de aquello que suele llamarse thriller político. Más allá de la ostensible presencia de los teléfonos celulares y otros elementos tecnológicos contemporáneos, la película echa sus raíces en los usos y costumbres de aquellos relatos cinematográficos de suspenso que desde hace décadas reflexionan sobre aspectos políticos y sociales, tradición que en Europa supo tener cultores como el griego Costa-Gavras. Im toten Winkel, su título original, comienza describiendo la presencia de una documentalista alemana en tierras turcas, parte de un proyecto de investigación sobre la desaparición de un joven a manos de un grupo de tareas.

El inesperado faltazo de un entrevistado a una reunión programada hace saltar las sospechas de la cineasta y su camarógrafo, pero allí el film se detiene y regresa al comienzo, cambiando el punto de vista por el de un empleado del servicio secreto de inteligencia cuya misión es precisamente la de seguir de cerca al hombre en cuestión, un abogado defensor de presos políticos. Lo que no vemos, que tendrá un lanzamiento comercial en Argentina durante los próximos meses, vuelve a mutar cuando la mirada recae sobre la pequeña hija del “servicio” y la joven encargada de cuidar de ella, en un film que denuncia la violencia política al tiempo que dispone todos los elementos esenciales del relato popular, con una creciente sensación de paranoia y desastre inminente.

“Esta 23° edición”, continúa describiendo Wilhelmi en el prólogo del catálogo, “ofrece un fresco muy actual, en el que es posible reconocer la diversidad. Dentro de la selección de este año se destacan dos ejes que siempre formaron parte de nuestros intereses. Por un lado, gran parte de las películas elegidas giran en torno a conflictos femeninos. A partir de un programa en el que las directoras son mayoría, historias sobre mujeres contadas por mujeres. Como un eco de las búsquedas que ellas desarrollan a diario fuera de la pantalla, estos trabajos retratan distintas realidades con abordajes que van de la comedia al drama y de la ficción al documental, atravesando géneros como el fantástico, el thriller, el romántico o la recreación histórica”. Este último es el caso de Sissi y yo, de la cineasta Frauke Finsterwalder, cuyo último esfuerzo quedó algo eclipsado por el lanzamiento casi simultáneo de Corsage: la emperatriz rebelde, el film de Marie Kreutzer que aún está en cartel en las salas argentinas. Finsterwalder se acerca de manera similar –aunque no idéntica, eso sería imposible– a la figura de Isabel de Baviera, inmortalizada en la pantalla gracias a la trilogía Sissi de los años 50, con Romy Schneider en el rol central. Aquí también los anacronismos están a la orden del día, y al interés por un personaje aparentemente secundario – Irma, la doncella de la princesa bávara– como elemento narrativo central debe sumarse la presencia en ese rol de la actriz Sandra Hüller, la inolvidable hija de Toni Erdmann en el film homónimo.

Otro de los platos fuertes del 23° Festival de cine alemán es el nuevo largometraje de Christian Petzold, cuyo estreno local está anunciado para el jueves 14 de septiembre. Cielo rojo vuelve a confirmar el enorme talento del director de Yella, Ave Fénix, Barbara y Undine para encarar de forma creativa y novedosa historias que pueden sonar a ya vistas y oídas. Aquí todo comienza con la llegada de dos amigos a una casa de descanso veraniega cerca del Mar Báltico y la sorpresa de toparse con una inquilina, interpretada por la notable Paula Beer (Undine en el film anterior del realizador). Pero lo que en un primer momento podría parecer un regreso a las directivas de la obra de Éric Rohmer se transforma en algo distinto, al tiempo que el joven escritor encarnado por Thomas Schubert, frágil e inseguro ante la publicación de su segunda novela, observa cómo los cohabitantes de la casa –su amigo, la joven y un guardacostas local– parecen vivir en un estado interior muy distinto al suyo. El deseo, la creación, el placer y los miedos circulan ampliamente, cercados por una serie de fuegos forestales en la zona que funcionan como metáfora pero también como amenaza cierta y definitivamente peligrosa.

El primer largometraje de ficción de Alex Schaad, Más allá de mi piel, acerca una historia de tintes fantásticos y filosóficos. Leyla y Tristan desembarcan en una isla aislada del mundo para participar de un encuentro comunal definitivamente particular. No se trata de una secta ni de un grupo de seguidores de un gurú, pero en ese lugar es posible transferir las conciencias hacia otro cuerpo, ocupándolo durante un período acotado, de apenas un par de semanas, a menos que el sujeto decida abortar el plan antes de tiempo. Así, Leyla, que está atravesando una etapa depresiva de envergadura, pasa a ocupar el cuerpo de otra mujer, al tiempo que su novio Tristan hace lo propio con la pareja de esa misma joven. Desde luego, las cosas se complican más temprano que tarde, y esa no será la única “transferencia” que atravesarán los protagonistas. Las preguntas surgen rápidamente: ¿qué elementos definen nuestra identidad? ¿Son nuestros pensamientos y emociones, nuestro organismo, una mezcla de ambas cosas o, tal vez, algo más indefinible?

Otra ópera prima, en este caso de la realizadora Sophie Linnenbaum, juega con las herramientas de la ciencia ficción de corte social en un relato que transcurre en una sociedad absolutamente estratificada, a partir de una versión destilada de las viejas castas. En Los extras, Paula es un personaje secundario que desea formar parte del reparto principal. Pero así nació y así, según las reglas, deberá continuar su existencia a menos que demuestre un gran talento creativo. Su padre, un actor de renombre, falleció en circunstancias extrañas, elemento que adquiere relevancia en la trama a medida que Paula avanza en su trayectoria. Linnenbaum construye una historia moldeada a partir de conceptos centrales en la creación cinematográfica; en ella, los figurantes, las tomas de descarte y los efectos de sonido (hay un grupo de traficantes ilegales de fragmentos sonoros) forman parte del universo diegético.

La curaduría de largometrajes del Festival de cine alemán se completa con producciones recientes como Frankie Five Star, de la directora Birgit Möller, una “peculiar comedia de amor sobre cómo encontrar tu verdadero yo (o más de uno)”, según afirma la sinopsis del catálogo; la coproducción germano-argentina Chau Buenos Aires, del argentino radicado en Alemania German Kral, cuya historia de conflictos y exilios comienza durante la crisis de 2001 y está protagonizada por Diego Cremonesi; y Orphea enamorada, de Axel Ranisch, que acompaña a una joven estonia en sus primeros pasos como empleada de la ópera estatal de una gran ciudad alemana. Como todos los años, también se destaca la presencia del cine documental, en esta ocasión con Una en un millón, en el cual la joven cineasta berlinesa Joya Thome sigue a dos adolescentes, una popular Youtuber que comparte sus avances como gimnasta y una de sus más fieles admiradoras. Asimismo, en el destacado “Para toda la familia” se exhibirá el film Alfons Zitterbacke - ¡Por fin excursión!, basado en una popular serie de libros publicados originalmente en la República Democrática Alemana, y la selección de nueve cortometrajes bautizada como “Next Generation Short Tiger”, dará a conocer “al público internacional y a la industria cinematográfica los nuevos directores alemanes más prometedores y los cortometrajes más destacados de los estudiantes de cine”, según afirma la gacetilla de prensa.

23° Festival de Cine Alemán

Del 7 al 13 de septiembre en Cinépolis Recoleta

Programación completa, días y horarios en el sitio web http://www.cinealeman.com.ar

Spot del festival: https://www.youtube.com/watch?v=kRh0Q0bB9FQ