La gripe aviar que actualmente afecta a los lobos marinos de Argentina no tiene precedentes. Más de cincuenta ejemplares sufrieron los efectos de una infección transmitida por aves migratorias, fallecieron y, como medida precautoria, las autoridades de varias jurisdicciones de la costa atlántica y la Patagonia decidieron cerrar el acceso a las playas. Buscan que las personas no tengan contacto con animales contagiados porque, aunque resulta poco frecuente, los humanos podrían enfermarse. ¿Cómo actúa este virus para el cual, hasta el momento, no se ofrece resistencia? ¿De qué manera se despliega por los continentes provocando fallecimientos masivos de distintas especies?
“Lo que está ocurriendo sale de lo común, estamos viviendo una panzootia: el sinónimo de pandemia pero en animales. Es el resultado de las formas de producción que tenemos los humanos; cada vez más intensiva y menos amigable con el ambiente. Si no es este virus será otro, como nos pasó con el coronavirus, a partir de su emergencia en los mercados con animales en China”, señala Pablo Plaza, doctor en Biología e investigador del Conicet en el Centro Científico Tecnológico Patagonia Norte. Y completa: “La contaminación, sumada al avance que las sociedades realizan sobre los ecosistemas naturales, dan como resultado el contacto con patógenos que pueden terminar por extinguir varias especies”.
El virus A en su variante H5N1 afectó a la especie Otaria flavescens, coloquialmente conocida como “lobo marino de un pelo”, un carnívoro pardo que llega a pesar 350 kilos. El virus, que primero infectaba aves y ahora también mamíferos, modificó su epidemiología. Y, por la experiencia con el coronavirus, ya se sabe lo que sucede cuando la epidemiología cambia. “Desde que esto empezó, dormimos con un ojo abierto y el otro cerrado; no sabemos qué va a pasar. Es un patógeno zoonótico, con lo cual, de los animales puede pasar al ser humano”, detalla el especialista en drogas veterinarias y aves carroñeras.
Luego continúa con recomendaciones: “Hay que evitar el contacto estrecho con ellos en playas y se enfatiza muchísimo en la prevención en el marco de la producción avícola”. Lo que al momento no se registra, afortunadamente, es el contagio entre personas. De ser así, la alarma internacional tendría otro color.
Una variante “muy agresiva”
Según advierten los especialistas, se trata de una variante viral “muy agresiva”, característica que recibe por propagarse con velocidad entre los lobos marinos de una misma comunidad. Una vez infectados, exhiben más o menos los mismos síntomas: temblores que pueden desencadenar en convulsiones, desorientación y muerte. Se calcula que, como mínimo, unas 450 especies de aves silvestres pueden transmitir la gripe aviar a los mamíferos. “A partir de la primavera, sabemos que más de 400 especies de aves migratorias vendrán al territorio argentino. Conocer las características de las aves nos permite aventurar a cuáles de ellas tendremos que prestarles más atención e identificar cuáles podrían transmitir a mayor escala el virus”, observa Plaza.
Se transmite de manera oral, respiratoria y mediante secreciones (saliva o mucosidad), así como también a partir de excreciones, como la orina o la materia fecal (que se mantiene en la superficie por un tiempo). “Los lobos marinos suelen adquirir la enfermedad porque cohabitan con las aves infectadas. Por ahí se comen alguna, o bien, se contagian por participar del mismo ambiente, ya que el virus perdura un tiempo, de acuerdo a la temperatura y la salinidad”, describe el científico.
Aunque la hipótesis más robusta es que el virus viaja por todo el mundo a partir de las aves, no se puede descartar el hecho de que ese virus haya mutado y haya conseguido adaptarse para comenzar a contagiarse entre mamíferos, es decir, de lobo marino a lobo marino.
Ni aislamiento ni vacunas
El panorama se vuelve más oscuro si se tiene en cuenta que las autoridades sanitarias no pueden actuar de la misma forma en que lo hicieron para combatir brotes virales en humanos. Los lobos marinos no son vacunados y su aislamiento resulta casi imposible. Como resultado, en su encuentro con el virus, el sistema inmunológico no responde frente a una enfermedad que afecta funciones musculares, neurológicas y respiratorias, y en última instancia puede alcanzar una mortalidad de hasta el 100 por ciento.
Así lo explica el especialista: “Dar vacunas en fauna silvestre es muy difícil. El único ejemplo que recuerdo de vacunación se realizó en Estados Unidos y se aplicaron dosis en animales en cautiverio, principalmente, en el cóndor californiano. Como quedan muy pocos individuos, se los protegía ante el avance de la influenza”, comenta. Fue una excepción y se realizó con el objetivo de frenar un problema grave porque amenazaba con la extinción.
Por su parte, los pocos casos registrados de personas con gripe aviar corresponden a individuos que mantuvieron, quizás por su labor en zonas rurales y producción avícola, un contacto estrecho y prolongado con especies enfermas. Como medida de precaución, se solicita extremar los cuidados a estos trabajadores, así como también, se busca evitar que la ciudadanía tome contacto o se acerque a los lobos marinos en las zonas costeras.
Viaje intercontinental
El virus presente en los lobos marinos corresponde a un subtipo de gripe aviar altamente patógeno y que fue identificado por primera vez en 1996, en aves de China. Especialmente, se advirtió que en aquellas regiones en las que se realizaba una producción intensiva de aves para el consumo humano, el virus diezmaba a las poblaciones de animales. Con décadas de relativa calma, hacia 2020 se observó que el virus comenzaba a modificar sus características y, puntualmente, que afectaba a mamíferos.
Así, de Asia pasó a África y Europa, donde más de 50 millones de aves de corral fueron sacrificadas en menos de un año. “Hace tres años, en Europa, se murieron muchísimas aves y algunos mamíferos. El brote luego se trasladó a Islandia, de ahí a Estados Unidos y en octubre de 2022 llegó a Sudamérica”, cuenta Plaza. De manera reciente, se reportaron fallecimientos masivos de aves en Colombia y en Perú. El fenómeno fue escalando tanto que se constató la muerte de 200 mil ejemplares.
“Vimos que había 600 lobos marinos fallecidos y nos parecía una locura, no entendíamos qué estaba pasando. Una mortalidad inusual que merecía una investigación”, apunta el investigador del Conicet. Con el tiempo, entre Chile y Perú superaron los 15 mil lobos marinos muertos. Una hipótesis, en este sentido, es que el brote llegó a Argentina a partir del trayecto Perú-Chile-Tierra del Fuego realizado por las aves migratorias. En agosto, se conocieron los primeros informes que revelaban la muerte de lobos marinos en Tierra del Fuego, Santa Cruz, Chubut (Península Valdés), Río Negro y en las localidades bonaerenses de Mar del Plata, Necochea, Monte Hermoso, Villa Gesell, Coronel Rosales y se investigan más casos en Villarino.
A la fecha, según el reporte argentino, ya son 57 los mamíferos muertos. Sin embargo, algo queda dicho: esta cifra puede estar muy por debajo del número real. Como sucedía con el Sars CoV-2 y con la enorme mayoría de los virus: en medio de una crisis, certificar las muertes es una de las tareas más difíciles para los Estados.
¿Cuál será el futuro de la propagación de la gripe aviar? Es el interrogante que la ciencia busca responder antes de que sea demasiado tarde.