Es principio de septiembre, ya pasaron más de dos semanas y Alina, la ryder de PedidosAy, no ha vuelto al patio de la biblioteca para almorzar, cargar el termo con agua o ir al baño en alguna pausa del reparto. Es posible que haya venido en algún momento, y que Martín, el bibliotecario, no la haya visto, aunque desde aquel día que se conocieron, después de las PASO, él va “casualmente” a cada rato a ver los jardines y se sienta en los bancos de plaza de madera a leer algo mientras levanta la vista de los textos y la busca. Su jefa, la directora de hemeroteca, ya le ha advertido que la pausa de almuerzo es de media hora, sin embargo, él apela a alguna mentira digestiva o urinaria o familiar, algo que le dé otros quince minutos para ida y vuelta al patio.
Hoy lunes, por ejemplo, está empecinado con una frase de un poema que dice: “en la alegría que yo tengo, ya viene empezada la tristeza…”. Lo repite, lo piensa, quizá sea un aviso, incluso una condena. Las palabras crean las cosas, los hechos, porque media hora más tarde llega la alegría, se produce la mitad del verso: Alina llega al patio con una moto nueva y una caja baúl de otra empresa. Rotisería Echesú (apócope de Echesortu, el barrio de zona Oeste). Alina luce un traje amarillo inflado de astronauta y la moto brilla cromada con patente nueva, visible, en el guardabarro trasero. Cuando se quita el casco, también ocre y con la marca Echesú en la vincha, luce contenta, enérgica. Sacude su melenita de oro sedosa, unos bucles blondos que merece y rezuman algún perfume a manzana, aunque quizá sea una imagen mental de Martín, que aún no da fe de que sea ella, la misma desgreñada y vencida del lunes posterior a las PASO.
--Me vine a hacer socia. ¿Cómo estás?
--Bien, hola, te extrañé (no debió decir eso)… estás distinta… ¿qué pasó?
--Dejé la app de mierda esa que tenía y ahora laburo exclusiva para la rotisería Echesú. Me dan todo ellos, moto, ART, obra social… y un sueldo fijo, pero laburo doce horas. Por eso no vengo tanto, gano como vos, 250 mil, pero trabajo el doble… sin fines de semana ni feriados.
--En la alegría que yo tengo… --dijo Martín.
--Pero me tuve que poner de novio con el dueño, bah… ponele, un chongo. Un vejete. Todo no se puede ¿viste?
--…ya viene empezada la tristeza.
--Y sí… ganó Milei eh… les rompió el culo a todos el chabón.
--Sí, ponele, como un chongo.
--Eh pará loco, qué mala onda. ¿Qué tiene de malo un chongo? Te da y le das. Así funciona todo. ¿Vos no tenés chonguitas? ¿Y tus jefes no te chonguean? Todo es chongo. Enterate señor biblioteca, el mundo es chongo. No romance, no principios, nadie es de nadie y sin duración. Touch and go. Apagá la luz y chau. Te lavás y te olvidás. Hasta mañana.
--Los libros no son chongos. Solo te dan. Te dan para que vos des. No son justicia conmutativa, que te doy y me das. Hay justicias más generosas y complejas. El amor, por ejemplo, es dar, no recibir.
--Dar es dar, de Fito, me encanta… pero bueno, Martín, te ponés denso. Tengo que seguir laburando, vine a hacerme socia, ¿sos mi garante? Venía contenta de verte (no debió decir eso), hasta que dijiste eso de que ya viene empezada la tristeza. ¡Qué amargo!
--Bueno, sorry, dale, no me hagás caso, vamos a préstamos y sacás el carnet.
--No tengo fotos.
--Acá te sacamos, estás relinda hoy (se le escapó) y se puso colorado.
--Los chongos no piropean. Ojo.
--No, sorry… (cada vez más colorado), te elegí unos libros.
--No, yo quiero sacar los míos. La cocinera me recomendó uno de Paulina Cocina y la repostera uno de amor que rompe todo, “Nada más que una noche”, de Annabella Franco. Un rest seller.
--Best seller.
--Sí, eso.
--La próxima te llevás otras cosas. Había pensado en “Chicas muertas”, de Selva Almada. Como veo que usás el pañuelo verde.
--Sí. Yo banco a las Safinas, a muerte. Los 8 de marzo no reparto. Voy todo el día a las marchas. El otro día les escracharon el local del Pasaje Simeoni.
--Sí, fueron militantes de Milei, están en contra del aborto y del matrimonio igualitario y de la LGBT.
--Bueno, la próxima te llevás el de Selva… ¿Si hay próxima…?
--¿Cómo próxima?
--Y, sí… Milei va a cerrar los ministerios de cultura y educación y va a poner unos vouchers para las cosas educativas. Y va a echar muchos empleados públicos. Capaz la biblioteca sea paga, todo, hasta el uso del baño, el patio, el agua, los libros…
--¿Y vos?
--No sé, piensa echar muchos empleados públicos. Yo no tengo antigüedad y por ahí me echan. Capaz me hago un ryder de reparto. Como vos ¿Me harías una carta de recomendación? ¿Cómo me ves con el monito rojo de la app?
--¿Tenés moto, carnet?
--Sí, tengo una Vespa. Ésa.
--Dejame pensar. Dos cosas.
--¿Qué…?
--Votemos a otro. A otra. Otro. Milei no.
--¿Basta de chongos?
--No, yo sigo con mi chongo, mi patrón de Echesú, y vos abrís esa app Yzur, que te la banque alguna chonga y repartís a domicilio esos libros de poesía con ese chamuyo y esa sonrisa invencible que tenés… te van a comprar. Hacete un Claudio María Domínguez, un Charly López, un Mario Masaccesi… avivate Martín…
--Me voy a morir de hambre.
--Ni ahí. Yo te alimento. A las noches, tarde, venís a mi casa y yo te abro. Te doy las sobras del Echesú, yo me lavo y hacemos el amor. Gratis.
--¿Solo dar?
--Solo no, cada noche me vas a repetir esa frase.
--¿Cuál?
--En la alegría que yo tengo, ya viene empezada la tristeza.