La ultraderecha machista, autoritaria, pro-patronal, racista y xenófoba existió siempre y sería una torpeza esperar que no reivindiquen a las dictaduras y sus métodos, porque no son más que una astilla de ese tronco.

Cuando sus miembros hablan de otras víctimas, lo hacen acusando con las palabras propias de la dictadura -terroristas y subversivos-, que las utilizó para desconocer todo derecho y perseguir a sus opositores, torturarlos y desaparecerlos. Mienten al decir que las “víctimas del terrorismo” son desconocidas por el Estado.

Todas las víctimas son dignas de respeto, claro que sí. Ahora, no todas las víctimas son iguales, el Estado debe reparar en la medida de su responsabilidad, tanto por comisión como por omisión.

Las llamadas “víctimas del terrorismo” fueron inmediatamente reconocidas por el Estado, difundidos los hechos a través de los medios de comunicación y, desde el primer minuto, fueron parte de investigaciones policiales y actuaciones judiciales en las que intervinieron jueces y fiscales. Pero la dictadura tomó la decisión de secuestrar a los sospechosos, torturarlos y desaparecerlos o matarlos en vez de juzgarlos. Las fosas comunes y los vuelos de la muerte son el resultado.

Con las víctimas de la dictadura sucedió lo contrario. El Estado las desconoció durante años y se las ocultó bajo la excusa de una guerra inexistente y mediante el eufemismo de los enfrentamientos fraguados, con la complicidad del sistema judicial y de los medios de comunicación. Los responsables de esos crímenes estuvieron impunes durante décadas, se los condecoró por su faena y hasta el día de hoy se jactan de ella y mantienen el pacto de silencio.

Los genocidas y la caterva que los apoya solo buscan invisibilizar a las víctimas de los campos de tortura y exterminio. Su ejemplo es Vox -y el PP- en España que, hasta hoy, pretenden mantener la mentira, la impunidad de los responsables y a los muertos en fosas comunes. Como dice Almudena Grandes, la dictadura convierte en mierda todo lo que toca.