Como Kraftwerk haciendo música en El Cairo en los setenta. Así describió Jonny Greenwood a Jarak Qaribak (árabe para “Tu vecino es tu amigo”), el sorprendente disco que el guitarrista de Radiohead acaba de editar junto al cantautor israelí Dudu Tassa. Claro que limitar la trayectoria de Greenwood a la del guitar hero a la vez frenético y sutil de su banda significaría no solamente subestimar sus aportes allí sino también –y especialmente– todo lo que viene haciendo por fuera de ella. Eterno introvertido de pocas palabras, hijo menor de un desactivador de bombas de la armada británica que murió poco después de su nacimiento, su curiosidad lo llevó a pasar de estudiante aplicado de ondas martenot a desarrollador de software para su banda, autor de obras en partitura para la London Contemporary Orchestra, arreglista en discos de Frank Ocean o The Pretenders, compositor de éxito resonante en Hollywood o creador de un sello de música clásica contemporánea. Así supo despegarse de su lugar icónico en la banda para estar a sus juveniles 51 años disuelto en mil y un avatares musicales. Y ahí entra su nuevo trabajo: un disco que resuena como un puente musical entre culturas y a la vez como respuesta a una de las situaciones más polémicas que los integrantes de Radiohead (y Greenwood en particular) debieron afrontar.
Grabado en Tel Aviv y mezclado por Nigel Godrich, Jarak Qaribak es una colección de nueve piezas provenientes de diferentes países de Medio Oriente. La primera en la que trabajaron fue la libanesa "Taq ou-Dub", con base musical registrada en Israel y voces enviadas por la cantante palestina Nour Freteikh. Esa delicada dinámica de culturas cruzadas se repite a lo largo de todas las canciones, por ejemplo con Ahmed Doma (Egipto) y su interpretación de “Djit Nishrab” (Algeria) o "Ya Mughir al-Ghazala" (Yemen) por el iraquí Karrar Alsaadi. El antecedente inmediato para Jonny es Junun (2015), el disco que grabó junto al intérprete israelí Shye Ben Tzur y un ensamble de músicos hindúes. Pero allí donde aquel abordaba piezas devocionales, su nuevo trabajo se mete con canciones populares románticas de mediados del siglo pasado. “Una de las frustraciones que siento cuando escucho adaptaciones electrónicas de este tipo de música es que rítmicamente suelen reducirse a una especie de tecno muy básico, cuando lo mejor de las originales está en la delicadeza sutil y compleja de sus ritmos”, comentó Greenwood. Y agregó: “No queríamos que este disco sonara como si estuviéramos haciendo un manifiesto, pero comprendo que en cuanto pretendés hacer algo en esa parte del mundo se convierta en político, aun cuando solo es algo artístico. Quizás especialmente cuando es artístico”.
Esas últimas palabras llevan al hervidero que se desató en 2017 cuando una larga lista de artistas (entre ellos Ken Loach, Roger Waters o Thurston Moore) firmaron una solicitada para que Radiohead cancelara su show de ese año en Tel Aviv en solidaridad con el movimiento BDS (Boicot, Desinversiones y Sanciones), que clama por visualizar el tratamiento de apartheid al pueblo palestino y promover el derecho a sus tierras. Thom Yorke salió enseguida con los tapones de punta: afirmó que le molestaba muchísimo que artistas que admira no los consideraran capaces de tomar sus propias decisiones morales, que tal como Noam Chomsky no están de acuerdo con los boicots culturales, que no apoyan las políticas de Netanyahu pero tampoco las de Trump y que sin embargo nadie los cuestiona cuando tocan en los Estados Unidos. Y agregó: “Imagínense lo ofensivo que es todo esto para Jonny, que es quien más sabe sobre el tema y está casado desde hace treinta años con una mujer judeo-árabe”.
Jonny eligió guardar silencio. Su relación con Israel es profunda y data desde los orígenes de la banda. Tres décadas atrás, cuando se editó Pablo Honey, su discográfica no les tenía mucha fe: la primera gira que les armaron por Gran Bretaña consistía en abrir noche tras noche para un malabarista y una banda que pronto pasó al olvido. Todo empezó a cambiar en Tel Aviv, donde un popular DJ enamorado de “Creep” llegó a hacerla sonar hasta tres veces por hora, llevando la canción al tope de los rankings y provocando el efecto dominó que pronto se extendió a otros países. Israel no solamente fue el primer lugar fuera de Gran Bretaña que la banda visitó: fue, sobre todo, el primero en el que los hicieron sentir estrellas de rock. Ni bien aterrizaron, cientos de fans enloquecidos se agolparon en el aeropuerto y los agentes de aduana le pidieron a Yorke que por favor interpretara una versión a capella de su canción más famosa. Fue en esa misma primera visita que Jonny conoció a la artista visual israelí Sharona Katan, con quien se casó dos años más tarde y formó una familia con dos hijos y una hija a quienes bautizaron con nombres hebreos. “Nos consideramos una familia judía”, manifestó Sharona en la única entrevista que brindó. “Tenemos una Mezuzah en casa, practicamos el Shabbat y viajamos al menos dos veces por año a Israel”.
En uno de esos viajes, a mediados de los noventa, Jonny escuchó por primera vez la música de Dudu Tassa, una de las estrellas de rock más grandes de su país. “Lo que Dudu hace es rock con raíces en Medio Oriente”, contó. “Me resultó muy interesante, y desde entonces escuchamos mucho su música en casa”. Pronto trabaron una amistad que dura hasta el día de hoy. Jonny colaboró con guitarras en una canción de Tassa de 2009, y la banda de este último (dedicada a reversionar canciones populares árabes del siglo pasado) abrió los shows de Radiohead en la gira de 2017 por los Estados Unidos.
Más allá de sus virtudes musicales, Jarak Qaribak resuena con fuerza en una época donde se observa en Israel el crecimiento de agrupaciones de extrema derecha con un violento discurso que incita al odio hacia los árabes. “Nos sentimos orgullosos y afortunados de haber trabajado con todos estos artistas en canciones pop tan emotivas y maravillosas en su complejidad. ¿Cómo no caer seducido?”, comentó Jonny. Tassa completó: “Mi mamá es de Bagdad, mi papá de Yemen. Muchos en Israel descendemos de gente que llegó desde diversos lugares de Medio Oriente, todas esas culturas nos han influenciado muchísimo. Y el disco es una botella lanzada al océano. No sabemos quién lo va a escuchar, pero mientras lo hacíamos no podía dejar de pensar en cuánta cultura y humanidad dejamos de apreciar cuando solo nos dedicamos a resaltar límites. Esa fue la idea: atravesar fronteras y apreciar conexiones más que diferencias”.