Agua negra la noche, de Luis Tedesco, es un libro que admite (pide, reclama) dos operaciones: leer y teorizar. Con la primera, no menciono la obviedad de que toda cosa escrita, incluso en una pared de la calle, pide ser leída; sino el tipo de lectura que postulaba Valéry cuando decía “desconfío de la poesía que no ofrece ninguna dificultad”, refiriéndose de este modo a la construida con los lugares comunes de la poesía, cuando lo que se lee ya es algo conocido. La poesía de Tedesco, por el contrario, sí ofrece alguna dificultad favorable; y, para entenderla, necesitamos alguna teorización, que no es, por supuesto, una sesión de palabras difíciles, a veces incomprensibles, sino una averiguación de intenciones.
Lo visible en este libro es una fusión de Quevedo con Homero Manzi o Discépolo; es decir, el Siglo de Oro español trabajado con un lenguaje de barrio porteño: forma tradicional, endecasílabos bien construidos, con una versión del habla de Buenos Aires. Esta fusión está buscada para lograr una renovación de la expresión poética, conseguir algo nuevo, y que se cumpla lo que propone la etimología: “poiesis” en su significado de “creación”; es decir, algo que nos sorprenda. Para esto, Tedesco utiliza el fluir de la conciencia y la libre asociación, expresados en un lenguaje local con el que se siente como en su casa: mitad jerga urbana, mitad invención y reconstrucción. Un punto de partida con el que se siente entre propios; por eso se permite trasgresiones, tanto en la construcción de algunos endecasílabos (él mismo lo advierte en una nota final), como en la sintaxis revisada y en una ortografía personal, como si quisiera llegar al lector, no por el camino convencional, sino por atajos: una estructura conocida para que todo resulte nuevo.
Con este lenguaje, la poesía de Tedesco actualiza, sin proponérselo, una vieja polémica que abarcó más de un siglo, a partir de mediados del siglo XIX. Me refiero al debate sobre el habla americana: cómo se habla en América y cómo debía escribirse; que produjo resquemores y alarmas españolas, por una presunta puridad del idioma español, y respuestas razonadas y a veces airadas del lado americano. En 1845 Dionisio Alcalá Galiano publicó en un diario de Montevideo un artículo en el que opinaba (mal) sobre la literatura de la época en América Latina y proponía un regreso cultural a España; y desde estas tierras recibió respuesta de Esteban Echeverría: “nos parece absurdo ser español en literatura y americano en política”. En esta polémica intervinieron Alberdi (“la lengua española comenzó a modificarse el día que los españoles pisaron las playas de América”), Sarmiento y Juan María Gutiérrez; y se renovó, ya en el siglo XX, cuando en 1927 un periódico madrileño propuso a Madrid como “meridiano intelectual” de los escritores de la lengua; lo que fue rechazado con argumentos combativos desde la revista Martín Fierro: entre otros, por Scalabrini Ortiz, Lisardo Zía, Pablo Rojas Paz, Ricardo Molinari, Nicolás Olivari y hasta un hipotético “Ortelli y Gasset” que se expresa satíricamente en lunfardo. Borges, que también intervino, resumió así su respuesta: “¡Todos los motivos nos invitan a rehusar enfáticamente la invitación!”.
Sarmiento, con su talante de pelea, había utilizado unos años antes la frase que he puesto como título de esta reseña, “aunque rabie Garcilaso”, al exponer su defensa del habla americana. Esta frase sobrevuela de un modo involuntario el libro de Tedesco, la oigo todo el tiempo mientras repaso Agua negra la noche, debido a que ese lenguaje funciona como afirmación de lo propio, ratificación de una pertenencia y, desde luego, aceptación de sus consecuencias.
Las dos operaciones señaladas al comienzo (lectura y teoría), generan una lectura activa: la que pide este libro complejo, lleno de matices, para poder ser leído finalmente como lo que es: poesía de conocimiento, emocional, y con incursiones inesperadas en forma y contenido. Lo que este libro pide, en realidad, es relectura; por eso, cuando lo terminamos, sabemos que volveremos a leerlo: esta nueva lectura forma parte de su propuesta.