Los discursos de época influyen sustancialmente en el ánimo de los sujetos adolescentes, sobre todo en relación a los estados abatidos. La psicoanalista Gabriela Insua lo denomina de esa forma porque se niega a diagnosticar “como depresión”, con una connotación tan nosológica y de discurso médico. “Hay mucho estado abatido en el adolescente porque la época plantea todo el tiempo desde un discurso neoliberal --muy funcional al capitalismo-- una superoferta de situaciones que dan felicidad supuestamente”, cuestiona Insua en esta entrevista, al igual que lo refiere en su nuevo libro ¿Cómo pudo despertarse con esa herida? Estados abatidos en la adolescencia (Editorial Letra Viva). Hay un imperativo en el sistema actual: “Sé feliz. Nadie puede hacerte infeliz sin tu permiso”. Insua analiza este imperativo como “un horror”. Es que, se sabe, nadie puede ser feliz todo el tiempo. Hay un sinfín de cuestiones y situaciones que atraviesan los adolescentes que les provocan tristeza o malestar. De alguna manera, el adolescente está respondiendo con un estado que demuestra a lo social --y a su familia también-- que no todo es felicidad. "Entonces, el estado de abatimiento en adolescentes hoy tan marcado es como una respuesta también a lo social”, coincide Insua.

--¿Nota un incremento de los estados de abatimiento en los adolescentes en un contexto que no les da oportunidades de progreso?

--Totalmente. Es más: yo ubico en el libro que la pandemia acentuó estos estados, pero de ninguna manera empezaron con la pandemia. Empecé a escribir el libro un año antes de la pandemia. Y creo que tiene que ver con eso, en diferentes áreas. Por un lado, tenemos en nuestro país un 54 por ciento de niñes y adolescentes pobres. Entonces, claramente hay abatimientos que tienen mucho que ver con las necesidades básicas insatisfechas. Y las no básicas también, como la posibilidad de ilusionarse, de tener una escolaridad, posibilidades de distintos matices. Creo que los estados abatidos también tienen que ver con las pocas posibilidades de esperanza en el futuro que hoy les estamos brindando. No solamente en nuestro país: también en el mundo. Pero también tienen que ver con la época y las pocas posibilidades en el sentido que digo, donde parece que un adolescente que no respondiera a este ideal de época "Sé feliz", estaría fallando. Cuando al adolescente le dicen "Tenés que ser feliz, tenés esto, tenés esto otro", como esto no responde a un proyecto de vida, a una posibilidad de plantearse cosas, es muy probable que con su abatimiento muestre que no es tan así como le vende la propaganda.

--¿Cómo influye la soledad en el universo adolescente a partir del uso de las redes sociales?

--Justo estoy escribiendo ahora sobre la soledad. A veces, pienso que la soledad es un efecto de todos estos estados, pero muchas otras veces es una causa. En relación a las redes sociales, yo tranquilizo bastante a muchos padres y madres porque vienen y me dicen "Mi hijo está encerrado y no conecta con el afuera porque solo va a la escuela, vuelve y se conecta en red para jugar o para hacer streaming y demás". Entonces, yo les pregunto: "¿Adentro de su cuarto se conecta por red, chatea con otros chicos y chicas?". Me dicen que sí. "Bueno, entonces, no está solo ni está no conectado". Nosotros venimos de otra generación, no somos nativos de internet y nos parece muy extraño que ellos se conecten a través de las redes. Pero si los adolescentes están interactuando con otros en las redes no tiene por qué ser eso una señal de soledad, aunque estén en su habitación muchas horas. A mí los que me preocupan son los adolescentes que no se conectan por las redes.

--¿Se puede decir, en ese sentido, que se modificaron los vínculos entre adolescentes a partir del uso de las nuevas tecnologías?

--Totalmente. Y esa modificación, nosotras y nosotros como adultos tenemos que entenderla, porque si no, estamos equivocando la lectura, creemos que ellos están no conectados entre sí, no conectados socialmente y, en realidad, ellos están conectados socialmente a un modo que nosotros no podemos entender. Es muy habitual que se reúnan tres o cuatro adolescentes en una habitación de cualquiera de ellos y estén hablándose por el celular, hablándose por Whatsapp estando en la misma habitación. Para nosotros adultos es como una locura. Y diría que hay una mirada que a mí también me parece demasiado extrema de creer que eso está mal. Yo no puedo decir que está mal. Si ellos se están conectando, esta es una nueva forma que nosotros tendremos que pensar que quedamos afuera porque no la entendemos. Pero sí cambió la manera de comunicarse. Hoy se declaran el amor a través de un like o se dan cuenta de si alguien gusta o no de ellos a través de un like.

--¿Cree que en estos tiempos hay una tendencia a patologizar la tristeza?

--Sí, pero no solo en adolescentes. Si se muere alguien muy amado por nosotros, si nos separamos, si tenemos situaciones que son de pérdida es absolutamente normal que estemos tristes. Sin embargo, la cultura y la sociedad están pidiéndole casi inmediatamente que se levante, que la vida sigue y, si al tiempo de duelo esa persona lo está transitando bien pero le lleva su tiempo, enseguida se lo patologiza. Es muy común que me lleguen pacientes adultos o adolescentes que sufrieron un duelo enorme y que, sin embargo, vienen medicados por depresivos. Y cuando empiezo a interrogar, a buscar y demás, ¡está triste! La tristeza tiene mala prensa. Es una emoción más de la vida.

--¿Cuáles son las mayores dificultades de la clínica con adolescentes?

--Las dificultades las veo como desafíos, pero no dejan de ser dificultades. Hay una que es la que más se presenta; sobre todo yo superviso muchos servicios hospitalarios y gente más joven de la profesión, y veo que les asusta mucho que los adolescentes y las adolescentes por su momento vital tengan mucha más propensión a la acción. Es decir, cuando llamo "acción" me refiero a acciones que los comprometen, que los ponen en riesgo, a situaciones, a veces, hasta delincuenciales, a los intentos de suicido. Hay dos cosas muy difíciles. Una es que tienen más propensión a la acción. Entonces, los terapeutas de adolescentes estamos como siempre con una sensación de "en el filo". Pero además, otro aspecto que lo complica es el otro familiar. O sea, padres y madres que les cuesta mucho escuchar la subjetividad de sus hijos. Y, entonces, todo lo que los hijos manifiestan en la adolescencia, ellos lo viven como patológico o como raro. Y eso, a veces, es muy difícil de trabajar. Es un gran desafío.