1-
La mujer es una traductora simultánea que decide retirarse de su oficio y su vida para ir a vivir a un pueblo de la ciudad de Buenos Aires. Planea hablar lo menos posible, interactuar con el medio lo mínimo indispensable, llegar al silencio. Consigue un trabajo como guardia de sala de un museo histórico de Luján y de a poco, casi a su pesar, comienzan a brotar algunos vínculos tímidos con un grupo reducido de personas que se cruza cotidianamente. Mara ve en cada encuentro una interrupción, un obstáculo para llegar a ese vacío que desea construir, su proyecto radical de ser nadie, de desaparecer con la suficiente sutileza para no causar alarma ni escándalo, para que ni siquiera la preocupación de la gente que la quiere la retenga del lado de la vida social. No es casual que la novela elija la llanura pampeana, ese lugar del vacío literario por excelencia, el desierto imaginario, ni que parte de las peripecias que van a arruinar el proyecto de Mara tengan que ver con la historia de dos célebres caballos criollos, Mancha y Gato, que acompañaron al suizo Aimé Tschiffely en una travesía de tres años por tierra desde Buenos Aires a Nueva York, en plena década de abundancia agropecuaria argentina, los veinte del siglo XX. Los dos caballos embalsamados y emplazados en el museo se vuelven el pivot de una serie de reflexiones sobre el original, la copia, lo vivo, lo muerto, lo que puede permanecer siempre igual y aquello que cambia, crece, muere.
Cuando aparece un taxidermista a quien se le encarga reparar las figuras algo maltrechas de los animales, Mara ve amenazada la monótona paz de sus días y se ve empujada a planificar un sabotaje que, aunque ejecutado de manera individual, la pone en red con otros que la ayudarán a concretar el plan, aunque sea de manera efímera. Al atentar contra la institución, el saber, las reglas, la conservación, la historia y las autoridades vivas del pueblo, Mara fuga hacia adelante y comienza a soñar con un rebelión menos individual y más colectiva, más cercana al anarquismo que a la protesta individual. Pero esa será una historia para el futuro.
2-
Una chica prende una cámara de video instalada en el living y va ensayando formas de esconderse bajo la mesa de café. Repite la acción en diferentes lugares de la casa con una mesita de TV, un ropero, una cama cubierta por un acolchado, en un entorno doméstico típicamente burgués. El cuerpo se contorsiona hasta que en la imagen filmada solo queda el espacio estático, sin presencia humana, como una foto fija. ¿Quién está? ¿Quién falta? ¿Qué vemos en esta imagen? Una forma de desaparecer es camuflarse, como los insectos o las plantas, que toman el color y la textura visual de su entorno. En lugares selváticos, los pájaros desarrollan sonidos más sofisticados para comunicarse. En lugares de vista abierta, como la llanura, o el mar, donde el vuelo puede ser detectado más fácilmente, el lenguaje sonoro es más sencillo, menos ornamental.
3-
Un hombre se mimetiza con todo y con todos, copia dicciones, vocabularios, roba historias y reemplaza incluso a un pulidor de lentes (¡el oficio de Spinoza!) que ha desaparecido. Pratz no roba porque tenga un plan sino porque no tiene nada. Pratz es un calco, un repuje invertido, el vacío que puede amoldarse a cualquier forma y superficie. En su caso, mimetizarse no es tanto una decisión como una condición. En esta historia, la narración parece una excusa para desplegar una constelación de ideas, detalles y reflexiones en torno a objetos que se suelen asociar con la mímesis, la copia, la imitación: maniquíes, muñecos autómatas, documentos burocráticos, escrituras manuales --lo más difícil de falsificar--, miniaturas y gigantografías, máquinas y colecciones. La naturaleza con su imprevisibilidad se soslaya como una realidad indescifrable, incluso poco interesante. Pratz vive junto al mar pero lo ignora, como si solo se tratara de un decorado.
Este texto es un capítulo del libro Galería de Copias de Leticia Obeid, recién editado por Ripio, con prólogo de Alan Pauls. Obeid, escritora y artista, reivindica la tradición del copiar y recuerda hasta que punto copia y original son aliados, quizá pares.