“La pobreza es una palabra utilizada en muchos sentidos diferentes. El problema es que es un concepto usado para definir una gran parte de la política económica, y, en tanto política económica tiene -o no tiene- impactos reales sobre la vida de las personas. De ahí que entender el significado de la pobreza sea una tarea importante”, Arthur MacEwan.
El Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó los últimos datos del Indice de Pobreza Multidimensional Global (IPM). Un indice construido con diez indicadores relacionados con la salud, educación y el nivel de vida como la nutrición, la mortalidad infantil de niños menores a 5 años, los años de escolaridad, la asistencia a la escuela, el acceso a combustible para cocinar, saneamiento, agua potable, electricidad, vivienda, bienes. Los individuos que sufren privaciones en por lo menos la tercera parte de esos indicadores son considerados pobres.
El resultado del último relevamiento revela que 1100 millones de personas viven en situación de pobreza multidimensional aguda. En términos porcentuales eso representa el 18 por ciento de la población de los 110 países considerados.
La mayoría de esos carenciados residen en África Subsahariana (534 millones) y en Asia Meridional (389 millones). Por rango etario, la tasa de pobreza es mucho mayor en los menores de 18 años (27,7 por ciento) que en la población adulta (13,4 por ciento).
Según otro estudio elaborado por cinco organismos de Naciones Unidas (FAO, FIDA, Programa Mundial de Alimentos, OMS, Unicef), la cantidad de personas que sufren hambre creció 20 por ciento en los últimos años: pasó de 613 millones en 2019 a 735 millones en 2023. El “Informe mundial sobre el estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” confirma que la zona más afectada por este flagelo continúa siendo el continente africano donde “una de cada cinco personas enfrenta al hambre, más del doble de la media mundial”.
Cómo medir la pobreza
Los países utilizan diferentes metodologías para medir la pobreza. En el caso argentino, el Indec emplea la “línea de pobreza” desde el enfoque de los ingresos. Esta forma de medición focaliza la mirada en la pobreza absoluta. En la práctica, el método consiste en valorizar un conjunto de necesidades alimentarias y no alimentarias esenciales (vestimenta, transporte, educación, salud, entre otros) y compararla con el ingreso de los hogares. La población pobre será aquella cuyos ingresos no superan el valor de la denominada Canasta Básica Total.
Fue el británico Seebohm Rowntree quien sistematizó, a comienzos del siglo XX, este tipo de análisis, basado en la pobreza absoluta. Hoy en día es la metodología más utilizada a nivel internacional y regional. Por caso, las estimaciones regulares de la pobreza de la Cepal se apoyan en esta forma de medición. El Banco Mundial también utiliza un cálculo basado en una “linea internacional de la pobreza” fijada en 2,15 dólares diarios, utilizando precios de 2017.
La primera objeción al enfoque de ingresos es que no puede medirse un fenómeno multidimensional, como la pobreza, utilizando una sola variable (el nivel de ingresos). El Premio Nobel de Economía Amartya Sen plantea que el enfoque es ineficaz para captar las variaciones que se producen en materia de redistribución del ingreso y la profundidad de la pobreza.
Es que el porcentaje de pobres puede permanecer sin cambios a pesar de que se haya producido una redistribución del ingreso en favor de los sectores más desfavorecidos y/o una disminución en la profundidad de la pobreza. Eso implica una mejora efectiva de las condiciones de vida que no se ve reflejada en el enfoque del ingreso.
La Unión Europea utiliza el criterio de “pobreza relativa”, que tiene en cuenta los ingresos mínimos necesarios para tener una vida digna de acuerdo con las convenciones de una sociedad determinada.
El profesor emérito de la Universidad de Massachusetts Arthur MacEwan explica que “el fenómeno por el cual las necesidades de mercancías de la gente se determinan en un sentido relativo, dependiendo de la sociedad en que viven, es en parte psicológico. Como dice Marx, medimos nuestras necesidades por la sociedad, es decir, que percibimos nuestras necesidades por lo que vemos a nuestro alrededor, lo que otros tienen en nuestra sociedad, y qué ha sido socialmente determinado como la norma. Decir que son nuestras necesidades psicológicas no quiere decir que son menos reales. Una vez superadas el hambre y la inanición, el cómo la gente percibe sus necesidades (y cómo los otros perciben sus necesidades) es lo que define su posición, su pobreza, y sin duda su vergüenza. Lo psicológico - o lo psicosocial- no es menos real, simplemente porque no está obviamente conectado a una necesidad biológica, como lo está una ingesta calórica mínima”.
Partiendo de este criterio, los ciudadanos europeos son considerados pobres cuando perciben menos del 60 por ciento del ingreso medio de cada país.
“El problema de esta medición es que no se puede hacer comparaciones entre países porque se puede dar el caso de que en una sociedad muy rica haya un porcentaje de pobres superior a una sociedad muy pobre, dependiendo de cuál sea la distribución del ingreso. También puede ocurrir que aumente la pobreza relativa durante épocas de fuerte disminución de la pobreza absoluta, como ocurriera con China que en los últimos 30 años sacó a más de 600 millones de personas de la pobreza absoluta pero como hubo una mayor desigualdad en la distribución del ingreso, aumentó rápidamente el número de pobres relativos. Con esta medida de la pobreza relativa se podría llegar a considerar al país más pobre de la tierra como un país sin pobres si su distribución del ingreso fuese muy igualitaria”, advierten Jorge Remes Lenicov, Anahí Viola y Patricia Knoll en Pobreza y metas del milenio (publicado en el Boletin Nro. 15 de la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad Nacional de San Martín).
Mezclar peras con manzanas
- Humpty Dumpty: “Cuando yo uso una palabra, ella significa exactamente lo que quiero que signifique: ni más ni menos”.
- Alicia: “La pregunta es si puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes”.
El diálogo es parte de la famosa novela infantil “A través del espejo y lo que Alicia encontró allí”, que escribió Lewis Carroll en 1871. Respondiendo a Alicia, muchos periodistas, dirigentes y opinólogos utilizan un idéntico término, pobreza, para hablar de cosas diferentes. De esta manera contaminan el debate revoleando números que mezclan peras con manzanas.
El caso más común es la comparación de indicadores de distintos países (o incluso del mismo país a lo largo del tiempo) sin reparar en las diferentes formas de cálculo. Para mencionar un ejemplo cercano, durante el gobierno de Mauricio Macri se aumentó el valor de la canasta básica al incorporar más productos y modificar los ponderadores de bienes y servicios, entre otras cuestiones. El resultado lógico de esa decisión fue un aumento del número de personas que no alcanzaban la línea de la pobreza.
Por eso la medición, que se mantiene hasta la fecha, resulta incomparable con las anteriores sin realizar los ajustes correspondientes. Tampoco son comparables con las de otros países latinoamericanos porque, entre otras cosas, la canasta básica argentina es más exigente, es decir que sube la vara de la línea de la pobreza, que la del resto de la región.
En una entrevista publicada en este diario, el sociólogo Daniel Schteingart explicaba: “Detrás de cada cifra existen múltiples decisiones arbitrarias. Es bueno recordar la frase de Angus Deaton, Nobel de Economía en 2015, que señala que las líneas de pobreza son construcciones tan científicas como políticas. Si Argentina utilizara la forma de medir la pobreza de Estados Unidos, tendríamos el 65 por ciento de pobres; si empleara los métodos que desarrolla el Banco Mundial para calcular la pobreza en África subsahariana sería de 1,7 por ciento; y si finalmente utilizara la propuesta de Chile, la cifra alcanzaría el 11 por ciento”.
A pesar de esa verdad de perogrullo, la “noticia” de que la Argentina tendría uno de los mayores niveles de pobreza de América latina renace cíclicamente en redes sociales y notas periodísticas.
Infobae publicó un artículo en 2017 cuyo titular era: “La Argentina ya es uno de los países con mayor índice de pobreza de América Latina”. La fuente utilizada por el sitio de Daniel Hadad era un trabajo del Centro de Estudios de la Nueva Economía (CENE) de la Universidad de Belgrano donde afirmaba que “las cifras dadas a conocer por el Indec implican que la Argentina se ubica como uno de los países con mayor índice de pobreza en toda América Latina. Con un nivel de pobreza que alcanza al 30,3 por ciento de la población, se ubica próxima a Bolivia, República Dominicana, El Salvador y Nicaragua, todos ellos en el rango entre 30 y 40 por ciento de la población en tal situación. Sólo quedan por encima del 40 por ciento México, Guatemala y Honduras, en base a las cifras oficiales de cada país. La Argentina está más próxima a América Central que a Europa”.
El sociólogo Daniel Schteingart refutó este enunciado: "El Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales (Cedlas) calculó cuánto sería la pobreza si todos los países de la región usaran la vara del Indec actual, estimada en 9,8 dólares por día a PPA. Los resultados dan algo severamente diferente a lo que comunicó Infobae: más allá de los vaivenes macroeconómicos, la Argentina está hoy entre los mejores de la región, con cifras similares a Chile, Costa Rica y Panamá, y sólo superada por Uruguay (20 por ciento de pobres). En contraste, países como Honduras, Guatemala, El Salvador o Nicaragua superan ampliamente los 60 puntos de pobres si usaran la metodología argentina”.
Si bien el panorama desmejoró desde ese momento (2017) a la fecha, la Argentina continúa siendo uno de los países menos pobres de la región detrás de Chile y Uruguay.
El caso chino
El número de personas que viven en situación de extrema pobreza en el mundo disminuyó del 36 al 10 por ciento entre 1990 y 2015 si se toma como parámetro un ingreso de 1,90 dólares diarios, según las agencias de la ONU. Esa tendencia positiva estuvo muy influida por el extraordinario desempeño chino que pasó del 72 por ciento de pobreza extrema en 1990 al 1,2 por ciento en 2015.
“Desde 1981, China ha sacado a 853 millones de personas de la pobreza, el 78 por ciento de la reducción del número de personas pobres del mundo. China ha sacado siete veces más personas de la pobreza que India e Indonesia, veinte veces más que América latina y 85 veces más que el Africa subsahariana”, resalta el artículo “China representa el 78 por ciento de la reducción mundial de la pobreza”.
El director del Banco Mundial para China, Mongolia y Corea, Bert Hofman, sostuvo que China logró “la tasa más rápida de reducción de la pobreza jamás registrada en la historia de la humanidad”.
La eliminación de la extrema pobreza fue una meta establecida para el 2020 en un pleno del Comité Central del Partido Comunista Chino celebrado en octubre de 2015. Unos años antes, el Partido había instituido un Día Nacional de lucha contra la pobreza. ¿La fecha elegida? 17 de octubre, un día peronista. En febrero de 2021, el presidente chino Xi Jinping anunció: "Hemos completado la ardua tarea de erradicar la pobreza extrema".
En el marco de la aprobación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, la Asamblea General de las Naciones Unidas había planteado el cumplimiento de ese objetivo a escala global. La comunidad internacional se comprometió en 2015 “a poner fin a la pobreza en todas sus formas y dimensiones, lo que incluirá erradicar la pobreza extrema de aquí a 2030”.Los chinos lo lograron diez años antes.
El cumplimiento del objetivo a escala planetaria luce inalcanzable observando la foto actual. La tendencia a la reducción de la pobreza extrema se interrumpió en 2020 en paralelo con la emergencia de la pandemia del Covid. El alza del precio de los alimentos provocado por la guerra rusa-ucraniana empeoró el panorama.
El descenso de la pobreza depende del crecimiento económico y la reducción de la desigualdad. Lo primero es soslayado por aquellos que sólo ponen el foco en una mejor distribución del ingreso y coquetean con planteos decrecionistas. Lo segundo es ignorado por los cultores de la “teoría del derrame”. Esa idea fue el soporte teórico de las estrategias económicas neoliberales implementadas durante los noventa en los países latinoamericanos con los pésimos resultados conocidos.
“Esta teoría, que jamás ha sido verificada por hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante”, concluyó el Papa Francisco en la que fue su primera exhortación apostólica titulada “La alegría del Evangelio”. Crecer y distribuir: esa es la tarea.
*[email protected] @diegorubinzal