La bandera de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito flameaba entre las sonrisas de las militantes que con sus pañuelos verdes habían llegado a la puerta de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario para festejar la clase inaugural de la materia electiva cuatrimestral “El aborto como problema de salud”, aprobada en mayo pasado por unanimidad por el Consejo Directivo. Adentro, nerviosas, Raquel Tizziani y Paula Botta terminaban de repasar los detalles de esa primera clase. Tizziani es la titular de la cátedra y Botta fue una entusiasta impulsora de la apertura de ese espacio académico. Todo el equipo integra la Red de Profesionales de la Salud por el Derecho a Decidir y trabajan en el sistema de salud estatal para garantizar la Interrupción Legal del Embarazo. 

Es la primera vez que este enfoque tiene su propia materia en una universidad argentina: “¿Cómo logran esas cosas las rosarinas?”, pregunta una usuaria de la red social twitter, casi al mismo tiempo que el cupo de 80 alumnxs se colma, y hay que armar una lista de espera para la materia que se dictará los miércoles. Hay estudiantes de cuarto y quinto año de Medicina, claro, pero también de Psicología, Enfermería y Trabajo Social. La pregunta en la red tiene un tono admirativo y desata algunas hipótesis.  Aparece la conjunción entre un movimiento de mujeres que construye más allá de las diferencias, con políticas públicas que garantizan los derechos y una Facultad que decidió abrir el debate en octubre del año pasado sin temer a las críticas de los otrora omnipotentes sectores antiderechos. 

Tras la breve intervención de dos integrantes de la Campaña, fue Pablo Dalmasso, cuidador (prefiere esta definición antes que la de enfermero), quien dio inicio a la clase. El equipo lo integran también Paula Mirabet, Mariana Mascardi, Celeste Loizaga Alarcón, Flavia Leguisamo y Gabriela Pereira. Dalmasso estableció que la materia tendría “enfoque de perspectiva de género, que pudiera dar cuenta de la desigualdad”, y “también tensiona lo que se esperaba hasta ahora de los profesionales de la salud”. El discurso, que cuestionó la maternidad obligatoria, fue el puntapié inicial de una clase que contó con profusas estadísticas y se basó en la guía de Aborto Seguro de la Organización Mundial de la Salud. “Lamentablemente, hablar de mortalidad materna nos permite hablar del aborto con un lenguaje más escuchable para la sociedad, por eso es como empezamos”, puntualizó Botta, quien afirmó que “la idea es cambiar el paradigma, pensar el aborto no como un problema de mortalidad materna sino como un problema de derechos de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos”.  

Desde la epidemiológía, el conocido número de entre 350 y 500 mil abortos anuales, así como las 53.000 internaciones por complicaciones de aborto, todos números de 2010, se combinaron con las estadísticas de la provincia de Santa Fe, donde el protocolo de aplicación del ILE debe cumplirse por resolución ministerial. Números y enfoques que vienen permeando la salud pública, pero costó más hacerlos entrar en la Facultad de Medicina. Es que en esa casa de estudios, durante años, reinó el discurso antiderechos. 

Tras la aprobación de la electiva, el decano Ricardo Nidd recibió miles de cartas reclamando que no se abriera la cátedra. El martes hizo un balance positivo. “Estoy contento porque es una decisión de nuestro consejo directivo y si bien tuvimos algunas sugerencias de no cumplir con el mandato, nosotros pudimos refrendar el valor de la autonomía universitaria. Entiendo que es un tema controvertido, que despierta posicionamientos, que avanza sobre posiciones dogmáticas, pero la función de la Universidad Pública tiene que ver con la ruptura de determinados dogmas y poder poner claridad sobre temas que son de interés público, ya que el aborto es un problema de salud innegable”, dijo Nidd. 

¿Por qué Rosario? Tizziani cree que “tiene que ver con todo, con el Encuentro Nacional de Mujeres, con el movimiento de mujeres en sí”. Pero también con el trabajo en un sistema de salud pública. “Nosotras estamos pudiendo, no totalmente pero casi libremente, garantizar las ILE. El año pasado empezamos a hacer interrupciones por Aspiración Manual Intrauterina (Ameu) y estamos haciendo tres por semana en el Hospital Roque Sáenz Peña de Rosario”, contó Tizziani, quien señaló que en otros centros de salud municipales se hacen el doble. “Estamos trabajando bien, garantizando todas las situaciones, prácticamente no tenemos situaciones de segundo semestre. Hay que reconocer que la gestión ha sido muy permeable en este sentido y que la ha impulsado”. De hecho, reconoció al actual coordinador del área de Salud Sexual de la Municipalidad de Rosario, Daniel Teppaz porque fue un “impulsor de la incorporación del misoprostol como fármaco gratuito, ya que OMS dice que es un medicamento esencial desde 2005, y hoy tenemos disponibilidad gratuita en toda la provincia”. 

Tizziani, como tantas y tantos otros profesionales, garantizan estas prácticas a pura militancia. Para eso, señala que “suma la coyuntura, cada vez que una va a las marchas, por ejemplo la del 8 de marzo, vos te sentís apoyada, te sentís avalada, sentís que estás por el camino correcto y lo confirmás diariamente en el trabajo cotidiano con las mujeres, cuando se van aliviadas, felices, tranquilas, contentas, cuando les resolviste realmente el problema”. Tizziani no tiene dudas: “A nosotras lo que nos mueve es la convicción y la cuestión de tener esa vuelta del otro lado, porque yo no puedo describir… . Cuando las mujeres tienen un embarazo no deseado y te piden, que no lo quieren tener, lloran. Y una vez que eso se resuelve, te devuelven el cariño, es una energía muy buena. Te dan ganas de seguir”.

Por eso, la médica siente que el martes fue “un día hermoso, festivo, histórico y positivo, un gran paso adelante en la garantía de derechos, porque empezamos a cumplir el objetivo propuesto, que es cambiar el paradigma médico”.