Las autobiografías no suelen ser solipsistas. Toda vida es hija de su tiempo: de sus ideas, creencias, políticas, prejuicios, amores, odios, deseos y limitaciones… A su vez, hay vida ejemplares y paradigmáticas: Edmund White (Ohio, 1940) constituye en literatura una de esas raras excepcionalidades que logra metamorfosear en arte y belleza los materiales de su propia existencia y se alza en cronista de su época.

El ejemplo más acabado de esa afirmación lo constituye su trilogía de ficción autobiográfica compuesta por las novelas: “Historia de un chico” (1982); “La hermosa habitación está vacía” (1998) y “La sinfonía del adiós” (1997). A ellas podría sumarse la colección “Desollado vivo”, que compila algunas narraciones que tiene al sida como telón de fondo (tal como “La sinfonía del adiós”). Se trata de una realidad que, como tantos otros gays de su tiempo White experimentó en su carne y su corazón: su amante Christopher Cox murió en 1988 víctima de complicaciones por el sida.

Las tres -o las cuatro- obras se erigen en verdaderos testimonios de la historia de una generación estadounidense (que encuentra su correlato a nivel mundial): la de los gays que nacieron entre las décadas del cuarenta o del cincuenta y vivieron placeres más o menos pansexuales en el paraíso “inocente” de la infancia. Los que, luego, en las adolescencias y las juventudes sufrieron la represión médica y jurídica desatada de la posguerra… Los que gozaron de la revolución sexual de los sesenta y creyeron en el “sueño americano” … Los hermosos y sensuales muchachos que, finalmente enfermaron, adelgazaron y perdieron sus bellos cuerpos, a sus amigos o sus vidas en esa especie de apocalipsis de una comunidad tal como fue vivenciada la epidemia del sida mientras en forma concomitante y siniestra los gobiernos republicanos de Reagan y Bush les daban la espalda (nunca la Historia condenará lo suficiente el gesto criminal de Reagan de evitar la palabra sida durante siete años de su gestión y no emprender ninguna política pública sistemática contra la enfermedad).

En efecto, a lo largo de su tetralogía, White insiste en la consigna -consciente o inconsciente- de escribir sus memorias en clave de ficción y asimismo una historia cultural de la homosexualidad. Si en “Historia de un chico” narra la infancia más o menos feliz de un niño/ púber que comienza a vivir la experiencia de sus deseos por otros varones; en “La hermosa habitación está vacía” -ambientada hacia fines de la década del cincuenta y del sesenta-, el protagonista (ese mismo chico ya joven) va en busca de su destino: convertirse en un gay. Para eso tiene que recorrer un largo y por momentos tortuoso camino en donde - entre otras vivencias- oscila entre amores y sexo con varones y mujeres; busca amantes ocasionales en los mingitorios, las duchas y las calles oscuras; se une a comunidades de bohemios, marginales o “hippies” avant la lettre y se somete a dolorosas terapias que resultan infructuosas para curar su homosexualidad.

En efectos, tal como muchos gays del momento, el protagonista subvierte el puritanismo de mediados del siglo XX con los levantes callejeros que son descriptos por White con su habitual elegancia y erotismo: “Como el león cuando va de caza, indiferente frente a la belleza que le ofrece la naturaleza o la noche, pero con los cinco sentidos al acecho del más insignificante temblor o chasquido, no me fijaba en los edificios que se alzaban a mi alrededor y tras centenares de horas de contemplación no habría sabido contestar si tenían capiteles jónicos o corintios o incluso columnas; pero si algún macho se detenía aunque fuera un segundo, aminoraba un poco el paso…”. Al mismo tiempo, encuentra maestros iniciáticos que le enseñan los placeres del sexo o la alegría de contemplar, sopesar pijas y culos por las calles, los subtes y las revistas pornográficas y comienza a disfrutar de sus primeros amores y de la piel masculina. (“Me encantaba su piel bronceada y las dos medallas de pelo que salían radialmente de sus pezones, como si hubiera sido condecorado por el mismo acto de heroísmo. Me encantaba su deliberada ambigüedad, centellante, oscilante de hombre a mujer. Podía acurrucarse junto a mí como una mujer y recostar sus desarrolladas caderas contra mí con la seguridad de que me estaba excitando”)..

Sin embargo, como en una versión contemporánea de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, los ligues y los desahogos sexuales alternan con la culpa y la idea de que la homosexualidad es una enfermedad. Tal como narra el héroe de la ficción, en épocas en que "los tres crímenes más atroces conocidos por la humanidad eran el comunismo, la adicción a la heroína y la homosexualidad”, era frecuente que la homofilia fuera de la mano de la homofobia social y de la homofobia interiorizada. Entonces, el muchacho oculta sus deseos tras diversas máscaras: busca parejas o “pantallas” femeninas, se avergüenza y reprime sus preferencias y busca la cura en terapias psicoanalíticas. Finalmente será el contexto de la New York de fines de los años sesenta los que coadyudarán a la redención y a la liberación de los deseos individuales y comunitarios. En ese sentido -como no podía ser de otra manera- la novela termina con los sucesos de Stonewall que son presentados como “el día de la Bastilla” de los gays, el día del estallido de la orgía colectiva. Ese día que rescata, que construye sueños, que dice no a un siglo de represión y persecución social, ese día en que la multitud ya no es más rebaño sino pulpo LGTB: “Calle abajo, algunos de nuestros hombres volcaron un Volkswagen estacionado. Los policías corrieron hacia él mientras detrás de ellos volcaban otro automóvil. Las ventanas se rompieron y cayeron. Ahora todo el mundo estaba cantando la canción del movimiento por los derechos civiles, ‘Venceremos´.

Bellamente traducida y adaptada al lenguaje del ámbito local por Mariano López Seoane con “La hermosa habitación está vacía” (hermoso título que surge a partir del fragmento de una carta de Franz Kafka dirigido a su novia y amor desventurado Milena Jesenská), la editorial Blatt & Ríos continúa la publicación de la obra cumbre de la ficción de White que comenzara con “Historia de un chico”. Y mientras aguardamos el fin de la trilogía -o quizás de la tetralogía-, la novela de lectura insoslayable acompaña estos momentos políticos que exigen a la comunidad LGTBIQ+ redoblar la militancia y revisar la historia para no repetirla.

Edmund White "La hermosa habitación está vacía", Blatt & Ríos, 2023. Traducción: Mariano López Seoane