Esta foto salió en una nota de la revista Caras y Caretas el 28 de marzo de 1908. Podemos ver algunos miembros de las familias pertenecientes a la organización de candomberos afroargentinos “Nación Camundá”. La revista visitó la propiedad ubicada en la calle Chile al 1253 en el barrio porteño de Monserrat, porque en esa misma semana de marzo la justicia había emitido una intimación de pago a pedido del Consejo Nacional de Educación a las familias que vivían allí, bajo amenaza de desalojo si no cumplían.

La historia detrás del reclamo ubica en el centro de la escena al médico José María Ramos Mejía, quien había asumido en enero de ese mismo año como titular del Consejo Nacional de Educación, a pedido del entonces presidente Figueroa Alcorta. Una de sus primeras medidas de gestión frente al organismo fue reclamar ante la justicia este terreno como propiedad del Consejo Nacional de Educación. Según indica el periodista, Ramos Mejía había alegado en tribunales que no quedaban miembros de la Nación Camundá que pudieran heredar la propiedad, de esta manera, pasaban los terrenos a manos del Estado y el Consejo Nacional de Educación podía hacer uso de ellos:

“Es el corazón de la ciudad donde nadie vende, y un buen martillazo podría sacar de allí cosa de cincuenta mil pesos. (...) Al menos este fue el parecer del Consejo Nacional de Educación. Él se ha incautado el patrimonio Camundá en virtud de la ley que le permite llevar a cabo tan excelentes operaciones. El Consejo opina que lo Camundá no existe”.

Por supuesto, el discurso racista de la desaparición que sostenía el funcionario encargado de la cartera de educación a nivel nacional queda expuesto con la sola visita del terreno, como hace la revista. No obstante, la justicia falló en favor del Estado y le entregaron el predio al Consejo Nacional de Educación. Tras el revés judicial, las familias que habían sido negadas como sujetos para justificar el robo, fueron obligadas a pagar un alquiler al nuevo dueño. El periodista cierra la nota haciendo referencia al fallo, los muertos no eran los miembros de la Nación, sino sus derechos:

“¿No sería justo ir á verter una lágrima y a pronunciar un pensamiento sobre tanta desgracia, sobre el cruel fallo que ha permitido el eclipse de la estrella Camundá por las luces del Consejo Nacional de Educación, sobre el último candombe y sobre los fenecidos derechos africanos al solar de la calle Chile?”