Más allá de lo que se sabe –poco, mucho, más o menos–, ¿cómo habrán sido esos tiempos prehistóricos, cuando los gruñidos eran protopalabras? Para un historietista, todo un desafío. Por allí indagó un joven Ángel Mosquito, en tiempos también lejanos. Eran los primeros años de La Productora, el sello editor fundado en 1999 con el que un grupo de dibujantes plantó una diferencia desde su manera de entender y pensar la historieta. Entre sus primeras publicaciones, Mosquito –discípulo de Oswal– hizo lo propio con Morón Suburbio, Villa Tesei y El otro. Esta última, de 2004, tiene ahora una reedición, y es también el primer título del flamante sello Leitmotiv Editora, del rosarino Walter Koza.
Según el prólogo del editor: “Mosquito es un experimentador nato, prueba de ello es esta historieta (…) En las páginas que siguen, se narra el encuentro de los hombres de Neandertal con los sapiens; y para dar cuenta de la incertidumbre que dicha otredad implica, el autor carga las tintas (como no podía ser de otra manera) en la parte gráfica, lo que lo lleva a prescindir (salvo en la primera y última página) de la letra escrita. Porque, precisamente, encontrarnos con lo desconocido nos deja sin palabras”.
“El otro es de la época de La Productora, una editorial que teníamos entre seis o siete dibujantes; veníamos de hacer fanzines y nos reunimos en una sola editorial. Editábamos revistas de 24 o 32 páginas –en esa época era muy poco lo que se podía hacer en libros y además era carísimo–, y El otro fue una de ellas”, comenta desde Montevideo Ángel Mosquito a Rosario/12.
-Vista a la distancia, aquella fue una época de salvataje de la historieta.
-Cuando empezamos y ya estábamos más o menos formados, nos pasó que las revistas ya no estaban, no había adónde llevar tu trabajo. Pero empezó el boom de los fanzines; la facilidad para publicar estaba al alcance, aunque fuera de manera artesanal e incluso con fotocopias. Fue un fenómeno con un montón de gente en todo el país, incluso en países vecinos, muy de fines de los ’90. Hubo que aprender cómo era editar, nadie nos podía ayudar y no había mucha experiencia, más allá de los fanzines. Y quisimos avanzar un poco más, tanto en la cuestión editorial como autoral; también porque quedaron más al alcance tecnologías como el offset, que se hizo más barato, se podía imprimir a color y la compu te permitía hacer la parte de preimprenta mucho mejor. Como íbamos mucho a festivales como (el rosarino) Leyendas, había toda una red donde podíamos vender, también en las comiquerías que nos daban bola y en los kioskos, cuando todavía existían. Fue una forma de rescatarnos y de ver qué podíamos hacer para hacer algo que sabíamos no nos iba a dar plata; por eso nos dedicábamos también a trabajar con un estudio de diseño e ilustración.
-¿Cómo surge El otro?
-Por un lado, siempre tuve una fascinación por la prehistoria y los cavernícolas, por ese mundo tan desconocido. Es fascinante cómo durante miles y miles de años, los humanos fuimos lo mismo y no había cambios. Me atraía la idea de diferentes grupos de humanos en el planeta, y pensar qué pasaría si se encontraban. De chiquito de flasheó la película La guerra del fuego (1981, Jean-Jacques Annaud), me habían quedado resonando esas imágenes; y leí un montón de libros, novelas y ensayos. Recuerdo que en esa época habían empezado a hacer para museos reconstrucciones de las caras de los Neandertal, vi un par de fotos de esos muñecos y me puse a hacer dibujos. Y se me fue ocurriendo la historia: ¿qué pasaría si se encontraba un tipo que queda solo con otra tribu?, ¿lo matan, lo adoptan? Y pensé, ¿cómo puedo hacer para que se comuniquen? Pasé por todas las posibilidades, desde palabras sin sentido a no decir nada. Y se me ocurrió un término intermedio: que hablaran con dibujitos; además, con estilos diferentes según quién hablara. El desafío fue ese. Y fue una historieta totalmente diferente a lo que venía haciendo, relacionado siempre con mi entorno, Buenos Aires, el conurbano, el costumbrismo.
Como explica Mosquito, en El otro los personajes se valen de los habituales globitos de diálogo pero sin palabras, en su lugar son dibujos los que obligan al lector a leer de otras maneras. Es un hallazgo y también un riesgo. Allí la maestría del dibujante, capaz de sintetizar lo complejo del asunto; en este sentido, El otro es una reflexión y experimentación sobre el lenguaje de la historieta. “Escribirla fue medio rápido porque tenía la historia en la cabeza. Y en los ratos libres, cuando no estaba dibujando manuales para aprender francés –justo lo que hacía en esa época–, la dibujaba. Le agregué tramas mecánicas, todas hechas a mano. Fotocopiaba una página solo de trama mecánica y recortaba de ahí lo que quería. A eso lo pegaba en una fotocopia del dibujo original. Eso era lo que recién escaneaba y servía para armar el original que iba a imprenta”, agrega.
Por un lado, El otro deja vislumbrar la influencia de Hugo Pratt, en las expresiones y la síntesis narrativa; por el otro, la historieta está dedicada a otro maestro: Eugenio Zoppi, el dibujante de Misterix. “Pratt es mi historietista favorito, lo leí y estudié mucho, y lo reconozco como una de mis mayores influencias. Pero el dibujo de esta historieta para mí está bastante lejos de Pratt; la veo ahora, después de 20 años, y le cambiaría millones de cosas. Pero se entiende bien. No sé si en su momento tuvo algún tipo de repercusión, pero algo le habrá llamado la atención a Walter (Koza) para querer editarla de nuevo. Todo el mundo me habla bien de esa historieta, estaba bastante olvidada y el rescate fue una sorpresa linda. En cuanto a Zoppi, lo consultábamos un montón. Era muy humilde, un maestro, y nos ayudó mucho. Fue como una especie de padre o abuelo; y nuestra escuela, que sigue funcionando como taller de historieta, tiene su nombre”.
En el marco de una trayectoria que lo vinculó con publicaciones como revista Fierro y editoriales como Maten al Mensajero y La Cúpula, hoy Mosquito integra –con Federico Reggiani– el sello editor Libros del Cosmonauta, donde publica la serie Roque y Gervasio, Pioneros del Espacio. En cuanto a Leitmotiv, el sello editor ya anuncia un nuevo título: Abatataba (palíndromos ilustrados), del propio Walter Koza.