Es mucho más que un torneo multitudinario de básquet. Incluso mucho más que un Mundial, en este caso de Maxibásquet. Es un encuentro social, multicultural, de hombres y mujeres de distintas edades, países y religiones que comparten una pasión, un deporte, el amor por la naranja y todo lo que la rodea. Y todo lo que genera. Son cerca de 4.500 apasionados y apasionadas, de 35 a 80 años, divididos en 280 equipos, de 32 países diferentes, que llegan para jugar y competir, pero sobre todo para compartir lindos momentos, charlar, intercambiar pensamientos, costumbres, culturas... También para recordar, sobre todo los más veteranos. Para revivir instantes y, también, para volver a gozarlos, aunque sea con unos kilos de más, algún pelo de más y, sobre todo, varias marchas menos.

Están todos y todas, hombres y mujeres por igual, sin distinción de ningún tipo. Hay dos ex NBA, hay un campeón olímpico, un campeón mundial, muchos ex profesionales de renombre -de acá y del exterior- y hay, también, miles de amateurs, amigos, banda de amigos que juegan todas las semanas, sin entrenar y luego se comen un asado. Es eso, disfrutar, gozar que están vivos y que aman hacer deporte. No es poco.

Así, con esta invasión difícil de describir, entre el 25 de agosto y 3 de septiembre, Mar del Plata se vistió de fiesta, con 100 partidos por día, 750 en total, en 18 escenarios distintos. Todos con entrada libre y gratuita, y pese a las trabas que pusieron desde la Confederación Argentina, enviando cartas a clubes (Peñarol, Quilmes, Unión, Once Unidos, entre otros) para que no alquilaran sus estadios y, además, sugiriendo a los árbitros y oficiales de mesa que no participaran porque era un torneo no reconocido desde la entidad.

Pero, claro, la pasión pudo más. Se produjo una fiebre en toda la ciudad y, de repente, un sábado frío de fin de agosto, en el Polideportivo se juntaron 3.000 personas para ver un partido, tal vez el mejor y más esperado de todos, la final de +35 entre España y Argentina. Un aforo tres veces mayor al de un partido habitual de Peñarol para un partido de la máxima categoría de la Liga Nacional…

Mucho tuvo que ver la presencia del gran Walter Herrmann, con 44 años y un físico tonificado que se parece mucho a aquel que lo vio brillar en Argentina, en España, la NBA y ser parte esencial del campeón olímpico en 2004. Representó, esta vez, a la Furia porque vive en Málaga, se entrena allá y los chicos de Unicaja lo invitaron a acompañarlos en este desafío. Dijo que sí y se sumó a Diego Guaita, otro importante ex Liga Nacional argentino, y Carlos Cabezas, el base de aquel España campeón en Japón 2006. Enfrente estuvieron reconocidos ex jugadores de nuestra Liga, hasta no hace tanto: Diego García, Maxi Stanic, Nicolás Lauría, Pedro Calderón y Pablo Barrios. Todos reunidos para reforzar a un grupo de amigos de San Vicente. Ellos llamaron a Barrios, Pablo a Maxi, luego a Lauría, después a Calderón y así se formó este equipo que perdió la final (95-82), pero dio espectáculo ante una multitud que cantó y se divirtió.

Así, como ellos, se formaron muchos equipos y los que se sumaron, por primera vez, descubrieron esta pasión por el Maxibásquet. Tan entusiasmados quedaron que todos quieren repetir. El año que viene, el tour para en México, para los Panamericanos, y muchos se quedaron haciendo planes. Y otros ex jugadores reclaman ya su lugar al notar la pasión de la movida. “¿Cómo no me llamaste?”, escuchó más de uno que tuvo el privilegio de estar.

Otro de los sorprendidos por el ambiente fue Carlos Raffaelli, aquella estrella argentina de los años 70 y 80, uno de los mejores tiradores de la historia, quien llegó a Mar del Plata porque le iban a hacer un reconocimiento y terminó cautivado por la onda del evento. “No pensé que sería así, que iba a encontrarme con tanta gente amiga, con la que compartí cosas. Charlé mucho, recordé momentos. No se puede contar o describir, esto hay que vivirlo. Está espectacular”, contó Choco.

Una semana de básquet en estado puro y repleto de historias personales, muchas emotivas, llamativas, atractivas, dignas de un documental. Como la de Ema Qiqueaux, de 77 años, que jugó en categoría +70 pero ojo, no sólo compite en básquet sino también en otros deportes. "Vengo del Provincial de tenis de mesa y en dos meses tengo el Nacional de natación. Me entreno todos los días, aunque sea en un deporte. Y lucho cada día para que los adultos mayores hagan actividades, porque realmente es muy reconfortante. Me pasa que cuando voy y hago, luego del cansancio lógico me siento plena. Duermo perfecto, no tomo pastillas ni tengo enfermedades", contó quien tuvo varios hijos jugando en el evento.

O como la mendocina Mary Ochoa, de 74 años, quien tiene 8 hijos, 32 nietos y 16 bisnietos. "Lo más lindo es conocer gente, pasarla bien. Y sentirse bien en la cancha, claro", aclaró. O como César Centanaro, de 76, quien llegó a Mardel manejando desde Chaco, con la familia. Histórico atleta que fue campeón argentino de 100, 200 y 300 metros con vallas. "Toda mi vida hice deportes y eso me salvó. Al básquet volví el año pasado, para disputar los Panamericanos en Paraná. La pelota es mi amiga…", dijo quien anotó aquel doble agónico ante Brasil que se viralizó durante el 2022.

Fue hermoso ver, además, cómo los ex profesionales se sumaron a grupos armados de entusiastas amateurs. Como Gabriel Darrás, aquel fino escolta de la década del 80 que brillaba junto a Miguel Cortijo en el Ferro multicampeón. "El poder seguir haciendo lo que nos gusta, con amigos, es algo incalculable. Es verdad que en lo deportivo tiene un peso específico relativo, distinto, pero no tiene precio el amor de seguir adelante con amigos y en la actividad que uno ama", admitió quien se sumó a la agrupación Yeti Gutiérrez y compitió en M55.

O como Héctor Haile, aquel base de elite de los 80 que se sumó a un equipo de La Plata (M60) y se emocionó hasta las lágrimas al entrar al Polideportivo, donde llegó a jugar con Peñarol. "Fue una experiencia maravillosa que realmente aconsejo. Es el básquet visto desde otro ángulo, con amigos, reencontrándome con mucha gente querido y pudiendo hacer turismo con la familia. Además, algo no menor: es una plataforma que nos da la chance de seguir jugando, mientras compartimos. Han sido días de felicidad plena, más allá de los dolores en el cuerpo", le comentó a Florencia Cordero, jefa de prensa del evento.

No fueron los únicos. Estuvieron el Negro Romano en +65, Diego Prego, Diego Mugherli, Mariano Franco y Tato Rodríguez, aquel ídolo de Peñarol que tuvo que retirarse repentinamente por un problema cardíaco y pudo volver a estar. Hubo otros argentinos que, como Herrmann, representaron a otros países, como Matías Ibarra y Emiliano Paparella, que fueron parte de Italia (Basket Over), un equipo que tuvo hasta sponsors y realizó una concentración antes de viajar. Entre los extranjeros, además de Cabezas, estuvo ex NBA Robert Blackwell, representando a Chile junto a Patricio Briones. También estuvo el colombiano, ex Liga Nacional, Stalin Ortiz, que metió 53 puntos para que su +40 ganara el torneo tras vencer a Argentina en la final. En Brasil estuvieron Israel, aquel pivote mítico de los 80, y Andre Ratto, base de los 90, y Alessandra, figura femenina en los 90. Justamente Brasil terminó siendo el más ganador, con 7 títulos, de las 20 categorías habilitadas.

El desfile en la inauguración del evento fue algo mágico, con cada delegación mostrando su ropa típica o bailes. Simplemente su cultura. También impactó el respeto por el otro que se dio. Por caso, a Gran Bretaña le tocó jugar en el gimnasio del CESC Malvinas, con todo lo que eso significa. Y los británicos no sólo jugaron sino que además recorrieron el lugar con el máximo respeto y se interesaron por temas relacionados con el conflicto bélico en el Atlántico Sur.

Hermann, la máxima estrella, llevó la voz cantante de quienes quedaron sorprendidos con el evento. "Hacía rato que me estaban invitando a jugar este torneo y nunca decía que sí, hasta que me animé y mucho tuvo que ver que fuera en Argentina. Fue un gran acierto porque descubrí un mundo increíble que no tenía idea que existía. Fue hermoso jugar, sobre todo en este contexto, donde pude ver mucha gente jugando y divirtiéndose a una edad donde la gran mayoría no hace nada ya…", se sinceró el Conde, que llegó con lo justo a la final ("tuve un dolor en la ingle, casi desgarro, pero por suerte pude llegar", contó) y terminó con 23 puntos. "Estaba un poco nervioso antes del partido, porque todos me decían que nunca había perdido una final, que no fuera a ser esta la primera… Les dije que se quedaran tranquilos", cerró con una sonrisa.

Enfrente estuvo Lauría, que terminó jugando de última, casi de casualidad, y no pudo quedar más feliz por lo que vivió. "Termino con una enorme alegría, más allá de haber perdido la final. Es un torneo muy lindo para jugar y el volver a sentir aquellas sensaciones de cuando uno jugaba es algo especial. No esperaba jugar, me llamaron faltando cuatro días y realmente no importa cómo estés si te dicen de representar al país en un Mundial. La pasamos lindo y además volvimos a vivir la experiencia del Poli, en este caso lleno casi hasta la mitad. Revivimos sentimientos del pasado y descubrimos otros, en este mundo. Nosotros, como profesionales durante tantos años, estábamos acostumbrado a otra cosa y esta fue una experiencia asombrosa experiencia que me esperaba…", explicó.

También estuvo Laura Cors, la ex jugadora que hace dos años se convirtió en la primera mujer en dirigir un partido oficial en la Liga Nacional. Integró el +55 de Argentina A, junto a otras dos conocidas, Diana Tizón y Fabiana Rinkewitsch. Un equipo nacional que terminó siendo campeón tras vencer a Brasil en la final por 51-31. "Fue complicadísimo, pero traté de ponerme en el rol de jugadora y no ocupar el de la entrenadora. Vivimos 10 días hermosos en Mar del Plata. Me voy feliz de haber estado", explicó.

Un torneo hermoso que va por su 16ta edición, pero que Argentina está descubriendo por primera vez. Como lo calificó Rubén Rodríguez Lamas, el presidente de FIMBA, el ente organizador del evento. "Este es el movimiento más feliz del deporte: básquet y amistad unidos en un mismo lugar", fue la calificación que resume lo que pasó estos días en La Feliz. Justamente.

Una competición que tuvo un aspecto social y recreativo. Porque hubo casos de jugadores, como el Turco Chaher, ex Obras Sanitarias y actual psicólogo, terminaba de jugar y se iba a atender pacientes por zoom. Lo mismo que otros profesionales que no pudieron dejar sus quehaceres profesionales y los resolvían luego de la jornada deportiva vía digital. Otros, en tanto, disfrutaban mucho las noches, con cenas y salidas. Hasta que les daba el físico, claro.

Un torneo en el que todos y todas quisieron ganar, pero en el que el divertirse, pasar momentos copados y compartir resultó lo verdaderamente prioritario.