La "gran marcha por los derechos humanos" en el día previo a los 50 años del golpe de Estado en Chile, convocada a metros del Palacio de la Moneda en Santiago, se vio empañada por la represión de Carabineros, quienes lanzaron gases lacrimógenos y hasta sacaron los tanques de agua para desalojar a los miles de manifestantes.
La concentración comenzó a las 8.30 de la mañana en la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), a metros de la sede del Ejecutivo, donde familiares de detenidos, desaparecidos y ejecutados en dictadura, además de militantes de izquierda, se acercaron a tomar las pancartas con las caras de las víctimas.
Los manifestantes no habían recorrido más de dos cuadras de las 20 que debían caminar para llegar al cementerio cuando se produjeron los primeros incidentes entre jóvenes encapuchados y carabineros, que respondieron con algunos gases y la aparición en escena de los carros hidrantes, popularmente conocidos como "guanacos".
Al menos tres camiones hidrantes comenzaron a mojar a los manifestantes, que a su vez respondieron con trozos de baldosas que extraían de las veredas. Según informaron los testigos, el choque comenzó porque carabineros habría cortado el paso a las personas que querían llegar a la movilización.
Además de agua, la policía arrojó gases lacrimógenos, lo que generó toses y lágrimas entre los participantes de la marcha y los enviados de los medios periodísticos.
Al dejar la avenida Libertador Bernardo O'Higgins que separa a la CUT de La Moneda, las columnas - que coreaban consignas del tiempo del gobierno de Salvador Allende, como el clásico "Luchando, creando, poder popular"- ingresaron por la angosta calle Monradé que bordea el palacio.
Allí algunos medios pudieron visualizar mezclado entre los manifestantes al presidente, Gabriel Boric; a la ministra del Trabajo, Jeannette Jara, y la diputada Carmen Hertz, entre otras autoridades.
Sin embargo la tensión seguía a pocos metros de la Casa de Gobierno, adonde las fuerzas de seguridad arrinconaron a los manifestantes mientras intentaban escapar en una calle que parecía un estrecho pasillo, donde cronistas también recibieron gases y agua de los camiones de la policía.
La respuesta del Gobierno
Tras los incidentes, el presidente Boric criticó "categóricamente" y sin "ningún tipo de matiz", los desmanes que se han reportado, en la previa del 50 aniversario del golpe de Estado.
"Hoy los familiares de los detenidos desaparecidos, torturados y ejecutados políticos por la dictadura participaron en una marcha en que después de mucho tiempo se autorizó el paso por Morandé 80. Participé orgulloso con ellos, porque estoy convencido que gracias a su lucha incansable por verdad y justicia es que hoy nosotros estamos aquí. Les debemos mucho como país aún y ese es el sentido profundo del Plan Nacional de Búsqueda", escribió en su cuenta de X (ex Twitter).
No obstante, aseguró que "al final de esta marcha, grupos pequeños de encapuchados de negro buscaron reventar la manifestación. Rompieron vidrios y atacaron indistintamente a agrupaciones y militantes de partidos políticos como la JS, el PC y CS entre otros. Después causaron desmanes en el camino y terminaron violentando tumbas en el cementerio general, entre ellas la del ex senador Jaime Guzmán".
Como Presidente de la República, dijo que condena "categóricamente estos hechos sin ningún tipo de matiz. Su intolerancia y violencia no deben tener cabida en democracia y quienes hayan sido participes de estos actos deberán enfrentar la ley y el Estado de Derecho".
Boric agregó que "su irracionalidad de atacar aquello por lo que Allende y tantos otros demócratas lucharon, es vil y ruin. Son también adversarios de la democracia y el entendimiento con quienes piensan distinto, que queremos construir. No nos amedrentan ni intimidan, somos muchos más los que queremos, y vamos a avanzar por transformaciones sociales en paz y diálogo".
Por su parte, el subsecretario Manuel Monsalve informó que el Gobierno querellará a los responsables de los hechos de violencia registrados en la romería (marcha) y en el Palacio de La Moneda.
Entre la tensión reinante, se podían divisar a miembros de los organismos defensores de los derechos humanos, como Johana Carreños, que llevaba colgada en su pecho la foto de su abuelo Manuel Antonio Carreño Navarro y su tío Iván Carreño Aguilera, ambos desaparecidos.