En los últimos años, la literatura, el cine y el teatro se han llenado de narraciones autobiográficas e historias ficcionales con elementos genealógicos. Esto parece responder a una necesidad, un signo de época, donde se busca recuperar un horizonte de verdad a través del retrotraimiento sensible a las propias raíces. El pasado, la ruralidad, las historias orales se abren, así, como tesoros personales que los artistas iluminan para dar sentido al acto narrativo.

En el Abasto Social Club se estrenó “Las encadenadas (la revuelta)”, el segundo episodio de la obra teatral escrita y dirigida por Juan Mako que construye una serie de suspenso en torno al historia trágica de Villa Epecuén, el pueblo turístico de la provincia de Buenos Aires que desapareció bajo el agua en 1985. En su obra, de trama policial, los rumores, los traumas del pasado y los resentimientos guardados se activan a partir de un vínculo personal que une al dramaturgo con el sur de la provincia de Buenos Aires.

- ¿Qué te interesó del suceso de Villa Epecuén?

- Yo me acerqué a esta historia a raíz de mi abuelo paterno, que era del pueblo vecino a Epecuén, Carhué. En mi familia, siempre escuchaba hablar de Carhué y Epecuén. La tragedia de Epecuén es un hito en la historia de la provincia de Buenos Aires, una historia que se contaba mucho. En el año 85, Villa Epecuén quedó sumergida bajo el agua producto de falta de obras públicas, una enorme temporada de lluvias y demás cuestiones. Pero, sobre todo, lo que sucedió en aquella madrugada del 11 de noviembre de 1985 fue que el terraplén que contenía el lago con el pueblo se rompió y entonces el pueblo se empezó a inundar de a poco. No fue una tragedia en el sentido de que nadie murió ahogado, fue una inundación paulatina, pero el lago tenía tanta sal que generó destrozos totales. Entonces, la obra busca trabajar con esa tragedia, esa catástrofe. Una gran cantidad de habitantes del pueblo, que era un pueblo turístico que vivía de las propiedades del agua termal con efectos curativos, perdieron todo. Muchos, no tenían terrenos escriturados, entonces para el Estado desaparecieron. Otros, fueron indemnizados casi veinte o treinta años después, otorgándoles cualquier cosa. Muchos, tuvieron que migrar hacia otros pueblos, partes del país e incluso del exterior. Producto del desarraigo y de la pérdida, algunos incluso enfermaron y murieron.

- ¿De dónde viene el título Las encadenadas?

- En un principio no se iba a llamar así, se iba a llamar de otra forma y el título apareció a partir de todo un trabajo de investigación que hice cuando estaba escribiendo la primera parte, que viajé al pueblo que era de mi abuelo paterno, Carhué. Entonces, a partir de hacer un gran trabajo de investigación, de acopio de testimonios con vecinos, con gente de la zona y leer mucho se me vino la referencia de Las Lagunas Encadenadas del Oeste, que son este sistema de lagunas que están conformadas por varias lagunas, seis en total, y la última es el lago de Epecuén. Estas lagunas están justamente unidas unas con las otras y se van pasando el agua hasta que desembocan todas en el lago de Epecuén, que es la que está en el territorio más bajo geográficamente. De ahí surgió el título, pero tiene un doble juego. Por un lado, hace alusión a este lugar geográfico, al sur de la provincia, y por otro lado, hace referencia a los personajes femeninos, que son en un punto los más protagónicos de la historia, que están encadenadas a una rutina laboral, a un pasado, a una historia, encadenadas a un destino. En un punto, entonces, el título juega un poco con estas cuestiones.

- ¿La estructura en partes fue una propuesta narrativa desde el comienzo?

- No, no fue pensada desde un principio. A priori fue construida como una única obra, Las Encadenadas. Pero la primera parte funcionó y gustó mucho. Además, conformamos un grupo humano y artístico tan poderoso y sano, que surgió la idea y la ilusión de hacer una segunda parte, de darle continuidad. El público que venía siempre nos preguntaba qué iba a pasar con los personajes, con Esther, Graciela y Arismendi, los tres protagonistas. La obra trabaja sobre un género, que más bien es un género cinematográfico que en el teatro está poco explorado, que es el suspenso. Entonces, la estructura dejaba un final abierto y siempre nos quedó como esa ventanita de por qué no hacer continuidad a una segunda parte con nuevos personajes que entren en la escena.

- ¿Cuándo comenzaron a trabajar en esta parte?

- Durante la pandemia empecé a consumir una enorme cantidad de series y películas del universo del suspenso y empecé a pensar, a ver cómo, de qué manera, podríamos darle continuidad a Las encadenadas. Ahí es donde surgió la idea de “Las encadenadas (la revuelta)”, que es la segunda parte de esta obra. Por lo general, una obra de teatro empieza y termina. Por ahí hay segundas partes de otras cosas, hay trilogías o hay dípticos, pero no de un mismo relato, sino de algún mismo procedimiento, un mismo estilo, otra historia. La idea de construir un universo serial, de que la obra continúe con su relato, nos pareció un desafío. Queríamos construir una obra que funcione como sistema, pero también autónomamente dentro del universo de la tragedia de Epecuén y el vínculo con Carhué. Esta segunda parte, a su vez, deja una ventana abierta para una tercera. Pero, la verdad, aún hoy no puedo pensar en eso, estoy muy enfocado en encontrarnos con esta obra, en seguir descubriéndonos, en empezar a darle movilidad y demás. Así que todavía no es el momento para pensar una tercera parte, pero ¿quién dice?