Darío Lencina (43) es arquero de la Selección Argentina de fútbol para ciegos. Nacido y criado en Belén de Escobar, es uno de los tantos orgullos de ese partido. El 25 de agosto, Darío y su equipo lograron la hazaña de ganar el Mundial en Birmingham, Inglaterra, venciendo en la final ante China. Como en un juego de coincidencias con “la otra selección”, la final se definió ¡por penales! y así ganaron… la tercera Copa del Mundo. Con esta consagración, también lograron la clasificación a los Juegos Paralímpicos de París 2024.
La entrevista con Darío Lencina se realizó en el Polideportivo Municipal Luis Monti, donde comenzó su carrera a los 19 años con el combinado de Escobar en una de las canchitas del predio. Al llegar allí se emocionó profundamente. “Es muy fuerte volver a tocar este arco después de casi 23 años”, expresó. Claro que el lugar cambió mucho, según agrega el arquero: “en estos años me enorgullece ver que creció este polideportivo y construyeron siete más en el municipio, además de incluir a adultos mayores y discapacitados, durante el año y en las colonias de verano e invierno también”.
La historia de Darío es mucho más que un título mundial; es una historia de pasión, dedicación y amor por su ciudad natal. “Me enorgullece decir que soy escobarense. Escobar es mi vida, viví siempre en esta ciudad”, sostiene. Ese orgullo fue recompensado: en 2021 la Municipalidad lo distinguió como “Vecino Destacado”, por iniciativa del intendente Ariel Sujarchuk, para quien no guarda elogios: “Ariel ha hecho de Escobar un lugar increíble para vivir: se ve reflejado en el crecimiento de la población, la infraestructura, el desarrollo de la industria, los accesos, la educación, la cultura y, por supuesto, el deporte”.
Su fama fue creciendo en su Escobar natal, donde tiene familiares y amigos de toda la vida. Y, al ser cada vez más conocido, más vecinos se le acercan para sacarse una foto y para hacer LA pregunta: ¿Jugás en los Murciélagos y no sos ciego?: “Nosotros somos los “desubicados” Somos los únicos jugadores que vemos, pero eso tiene su sentido.
Se probó durante años con arqueros ciegos, pero se alejaba completamente de la esencia del fútbol». Cuenta que hubo familiares o amigos que ocuparon ese puesto, pero que él decidió –y pudo– llevarlo más allá, para convertirse en un atleta especializado. Y, en este caso, además, con la responsabilidad adicional de convertirse en “los ojos” del equipo, más allá de que la pelota emite sonidos gracias a cápsulas sonoras en su interior para que sus compañeros puedan jugar.
Lencina recalca que nunca pensó en mudarse y que no le molesta tener que moverse 50 kilómetros para ir hasta el CeNARD donde entrena con el seleccionado argentino. «Es un honor representar a mi país y a Escobar. Hechos como ese me llenan de orgullo, me dan placer, pero siempre digo que esta medalla que ganamos, el campeonato del Mundo, es para cada uno de los argentinos. Cuando nos ponemos la bandera en forma de camiseta, como decimos nosotros, estamos representando a todos, a nuestra familia, a nuestros vecinos, a cada uno, a quienes sentimos siempre cerca”.