A raíz de la conmemoración del medio siglo del Golpe de Estado en Chile, Alex Anwandter posteó en su perfil de Instagram un retrato de Salvador Allende junto a una reflexión. “No subo una foto de Allende porque era un hombre perfecto”, justifica al inicio del feed. “Allende representa para mí, y quizá para millones de chilenos, la idea de un país más justo. Construido en conjunto, pensado colectivamente”. Mientras que en otro párrafo versa: “Ese país es lo que nos fue robado hace 50 años. Y el derecho de decidir nuestro propio destino es un derecho que aún no recuperamos”. Antes de cerrar su meditación acerca de ese parteaguas en la historia de la nación vecina, advirtiendo que elige estar “al lado de los torturados y los desaparecidos”, el icono pop dice: “A los chilenos en el extranjero se nos percibe como fachos y ultra capitalistas. Pero nosotros no somos así. Fue lo que nos obligaron a ser”.
Desde 2018, el artista fijó residencia en los Estados Unidos. Primero en Los Angeles, y ahora en la Nueva York, donde atiende esta entrevista. Justamente ante la consulta de cómo se ve Chile desde allá, el músico santiaguino dispara: “Los gringos no saben nada de nosotros. No son los más internacionalistas, excepto a la hora de invadir a otros países o de financiar golpes de Estado. Chile se ve como una bolsa llena de gatos peleándose, así como sucede en los dibujos animados. Siento que estamos en una época de contrarrevolución. La agenda mediática y política la domina la extrema derecha. Eso responde a lo que pasó en 2019, cuando el pueblo salió a la calle para cambiar lo que se impuso durante décadas. Es muy triste. Pero son y serán una minoría que tiene acceso al poder, a la prensa y a los medios económicos. Siempre interrumpen el progreso de mi querido país”.
Jorge González, líder del grupo Los Prisioneros y emblema de la cultura pop chilena, recordó durante su último paso en Buenos Aires, en 2008, que el dictador Augusto Pinochet incentivó el auge de la música disco en Chile con la intención de entumecer al pueblo. Sin embargo, Anwandter le dio vuelta al sombrío experimento al valerse de la pista de baile para estimular el pensamiento. Lo que quedó patente en su más reciente álbum, El diablo en el cuerpo (2023), que lo trae de vuelta a los escenarios porteños este jueves a las 21 en Teatro Vorterix (Av. Federico Lacroze 3455). “Empecé a escribir las canciones al principio de la pandemia, y no entendí por qué empezaron a salir ultra energéticas y bailables. El clima en ese momento y el estado de ánimo colectivo eran lo contrario. Recuerdo que todo se volvió algo bastante lúgubre y estábamos asustados”, expedita el también referente queer. “Después entendí que era un anhelo por eso que habíamos perdido”.
-Jake Shears lanzó este año un disco de la música dance influido por su mudanza de Nueva Orleans a Londres. En tu caso, ¿estas canciones están marcadas por tu traslado de Los Angeles a Nueva York?
-Ese cambio de aire tuvo una influencia muy concreta. Nueva York es una ciudad con muchas personas, pero con una cultura de la colectividad. En cambio, Los Angeles es una ciudad donde uno está aislado todo el tiempo. Los gringos no entienden el concepto de pueblo, pero Nueva York se parece a eso. En ese sentido de lo colectivo, valoran la música de baile como espacio de encuentro. Fue muy interesante para mí dejarme influir por esa fuerza que está presente hasta el día de hoy.
-¿Entonces se potenció tu afán por la música de baile?
-No soy un experto, pero sí soy un estudioso de la música bailable. Y una de las músicas que más me gusta, que escucho y que disfruto es la música disco. Me pareció importante hacer una imitación de la idea que uno tiene de Nueva York, esa conjunción cultural que existe sobre la ciudad. En el disco hay una canción llamada “Tienes una idea muy antigua del amor”, en la que canta Julieta Venegas y que incluye un qanun. Es un instrumento árabe que lo toca un amigo palestino que vive acá. Es una praxis completa del discurso.
-¿Ese fue el relato que te planteaste desde el principio?
-Estuve tentado a hacer un disco corto y bailable. A medida que componía, se expandía la paleta estilística. Pero las canciones seguían hablando de los mismos temas. En vez de limitarme, dejé que el disco fuera lo que tenía ganas de decir. Las temáticas no terminaron siendo iguales, sino primas hermanas. Son reflexiones sobre las normas del amor queer. Es un disco fuera de época, para ser consumido en varias escuchas.
-“Maricoteca”, tema que abre el repertorio, es más una provocación que una invitación a la escucha.
-“Maricoteca” le da al disco una cualidad medio oscura y ambigua. Pero igual siento que esa actitud provocadora desencadena otras cosas complejas más adelante. Por eso es un disco largo. No me interesaba hacer un chiste sobre estos temas.
-Por más que artistas como vos o Pet Shop Boys apelaron a la canción como plataforma de difusión y reivindicación del colectivo LGBTIQ+, a veces existe la sensación de que el mensaje no llegó. ¿Estás de acuerdo?
-Nunca encontré esa respuesta. Una de las características del arte es que no se puede medir su efecto. Lo que sigue sucediendo, y no me deja de sorprender, es que la violencia que tiendo a cuestionar en mi música está mucho más presente de lo que uno podría pensar. Hace unos días, en un barrio cercano a donde vivo mataron a un chico a puñaladas por bailar vogue (estilo de baile propio de la cultura queer neoyorquina) en una estación de servicio, tras salir de un concierto de Beyoncé. Eso sólo me hizo pensar que tanto los Pet Shop Boys como yo tenemos que seguir insistiendo.
-¿Por qué en el disco sólo colaboran músicas?
-Porque en general tengo más amistades mujeres. También me gustaba que esa perspectiva femenina no saliera de mis labios.
-Produjiste el primer disco solista de Juliana Gattas, cantante de Miranda! ¿Qué tanto la alejaste de la estética sonora del dúo?
-Para todo el mundo es raro verla sola, pero no para mí. Es una de mis mejores amigas. Me fascinó la idea de hacer un disco que refleje su personalidad, a partir de mi visión. No es tan diferente a lo que hace con Miranda! Las canciones son sentimientos y preocupaciones reales de Juliana, aunque escritas por mí. Se me hizo entretenido ser una diva a la hora de componer.
-Considerando que tenés el don de la encarnación, ¿cómo hacés para convivir con el diablo?
-El punto es ese: el diablo no necesariamente es algo malo. No me voy a poner a desmenuzar una frase un poco ambigua, pero en el fondo me gusta la idea de cuestionar.