Cincuenta años pasaron desde que un golpe de Estado terminó con la Presidencia, y la vida, de Salvador Allende en Chile y dio inicio a una de las dictaduras más feroces y prolongadas América Latina. Fue el 11 de septiembre de 1973. Unos 18 días más tarde, uno de los grupos más importantes de la música popular de ese país abandonó su tierra para instalarse en la Argentina. Era 29 de septiembre cuando Los Jaivas emprendieron un autoexilio que comenzaría en la Provincia de Buenos Aires, más precisamente a orillas del Río Paraná, en Zárate.

Los Jaivas habían nacido en Viña del Mar, diez años antes. Los hermanos Claudio, Eduardo y Gabriel Parra se habían reunido con Eduardo “Gato” Alquinta y Mario Mutis para dar forma a una agrupación musical que, con base en la música de raíz, empezó a incorporar a su obra elementos propios del rock y la música del continente que les resultaba imposible esquivar. No parecieron querer hacerlo nunca, ni en su primera temporada en Chile, ni tiempo después cuando la persecución y los años políticos más difíciles de la historia contemporánea los obligaron a migrar primero a la Argentina y luego a Europa.

El nombre definitivo proviene de una apropiación de la denominación primigenia del grupo, High Bass. Al comienzo, tocaban rock and roll, boleros, tangos y algunas canciones melódicas hija de la música romántica de mediados del siglo pasado, cuando el concepto de pop recién empezaba a asomarse en la industria musical. Después, sus vidas se toparon con The Beatles y, como le pasó a la mayoría de los músicos inquietos de aquellos años, su cabeza se formateó casi por completo. A comienzos de los 70, Los Jaivas ya eran considerados la banda más importante de lo que empezaba a conocerse como Rock Chileno. 

A lo largo de todo su devenir artístico, la historia de Los Jaivas puede dividirse en varios tramos, pero un quiebre fundamental se dio en el año 1972, con la aparición de la canción “Todos juntos”. Con la formación de quinteto original, el grupo ya había grabado un primer disco experimental llamado “El volantín” en el 71, pero los resultados no habían alcanzado la magnitud que el tema que cuya letra fue escrita por Eduardo Parra y que, de la mano de las tendencias sociales y políticas de la época, alcanzó una enorme rotación en Chile, primero, y en todo el continente, después.

“Todos juntos” era el lado B del simple que tenía como tema principal una especie de bolero cuyo nombre era “Ayer Caché”, un dato que para la historia sólo funciona a modo de anécdota. El éxito del tema que estructuralmente era un huayno que incorporaba elementos del rock progresivo que marcaba el pulso de aquellos días abrió definitivamente los caminos para el grupo que en ese 1972 iba a editar su segundo disco, que pasó a la historia como “La ventana”.

“En los Jaivas es donde más es patente la verdadera amalgama entre el rock y la tradición chilena. Si escuchamos su música no parece que Hendrix y Violeta Parra hubieran pertenecido a tradiciones culturales diversas y es casi como si hubieran sido marido y mujer, o amantes, y hubieran muerto en el mismo sitio, de la misma desesperación”, escribió Marcelo Sztrum, presentado como un colaborador de la revista Pelo, en una nota publicada a comienzos de 1973, en lo que significaba el primer acercamiento del público y la crítica argentina a la banda chilena, que ya vendía simples por todo el continente.

El grupo integrado por tres hermanos Parra que nada tenían que ver con Violeta, Nicanor y Roberto, no había escapado de su país por la llegada Pinochet al poder. O al menos, ese no había sido el motivo principal, aunque sí el corolario del proceso de tensión marcado por la crisis económica, la extrema polarización y la violencia política de las que ellos mismos habían sido víctimas y que les impedía continuar un crecimiento artístico que parecía frenarse justo cuando empezaba a despegar.

Persiguiendo ese objetivo viajaron a Argentina y llegaron a Zárate, donde se encontraron con Oscar y Lina Fagnani, que fueron fundamentales para esa etapa donde los músicos, sus asistentes y sus familias tuvieron que “empezar de cero”.

A una cuadra y media de la Plaza Mitre, en el 539 de la calle Belgrano, siete familias completas comenzaron una experiencia en comunidad que iba a marcar toda su etapa en la Argentina (ver foto). Allí, se compusieron las canciones de al menos tres discos: “Los sueños de América”; “Los Jaivas”, el disco de la tapa del indio aparecido de 1975; y “Canción del sur”, de 1977. Desde ese lugar también creció una manera de trabajar, de organizarse y de componer que los consagró como uno de los grupos más originales de la escena nacional progresiva de mediados de los setenta. La casa todavía existe y su estado actual puede apreciarse en algunos pasajes de “Los Jaivas, todos juntos”, dirigido por Rodolfo Gárate con la producción de Macarena Cardone y disponible en la plataforma HBO Max.

En Argentina, la banda profundizó su investigación sobre sonidos latinoamericanos, y empezó a sumergirse en un universo al que, al menos en el submundo rockero autóctono, sólo tenía como antecedente la ópera “Sudamérica o el regreso de la aurora”, de Arco Iris. El primer producto de esa nueva etapa es el disco “Los sueños de América”, junto al poeta y músico brasilero Alexandre Manuel Thiago de Mello, más conocido como “Manduka”. Ese LP se terminaría editando en 1979, pero fue la base para empezar a trabajar en un formato de presentaciones en vivo, que había comenzado a llamar la atención de una nutrido grupo de seguidores en el país.

En septiembre de 1974, Mutis había tenido que volver a Chile, y tras un breve retorno a Zárate, regresaría a su país a mediados de 1975. Lo reemplazó Julio Anderson, con quien grabaron el disco homónimo que sirvió como presentación discográfica en Argentina.

“Este grupo chileno, más que una simple banda musical, representa el portavoz de toda una experiencia estética, que nace de una propuesta comunitaria que practican todos sus integrantes”, arranca explicando la crítica aparecida en la edición número 67 de la Pelo. “Muchas veces, grupos nacionales intentaron en vano combinar la música latinoamericana con expresiones de vanguardia como son el rock o el jazz. El resultado fue híbrido, sin que hubiese una real valorización de las raíces telúricas. Este grupo es todo lo contrario, el folklore del Altiplano, las diversas corrientes aborigenes se enriquecen con aportes clásicos y modernos. Pero más que nada esta música rescata todo un modo de expresar los sentimientos de los pueblos del lado sur del continente”, cierra el texto que trasluce el pulgar arriba del establishment roquero de los primeros setenta. “La conquistada” y “Pregón para iluminarse”, dos de las canciones más emblemáticas de la banda aparecen como centrales en la explicación de aquella celebración.

Casi como en un loop los planes golpistas que habían comenzado en Chile en 1973, empezaban a expandirse por todo el continente. Con las particularidades locales, fueron avanzando de modos similares hasta que el 24 de marzo de 1976, una junta militar derrocó a la Presidenta argentina, María Estela Martínez. Los Jaivas empezaban a girar por el país y por el continente, incluso habían vuelto a Chile, casi para comprobar que habían hecho bien en quedarse del otro lado de la cordillera.

En mayo, Eduardo Parra fue detenido en un retén policial mientras la banda viajaba para brindar un concierto en San Nicolás, al norte bonaerense. “Esta en una lista de subversivos”, explicaron los responsables del arresto. Durante más de tres meses, nadie supo nada de Eduardo. Los Jaivas pidieron ayuda en la Embajada de Chile que, gobernada por militares, se desentendió del tema.

Parra siempre quiso esquivar los detalles de aquellos días que lo marcaron pero algún testimonio aparece en el libro “Los caminos que se abren: la vida mágica de Los Jaivas”, de Freddy Stock. Pasó por varios centros de detención, sufrió todo tipo de tormentos y los responsables de los mismos fueron enjuiciados ante el TOF2 de San Martín, en el juicio conocido como “Causa Di Nápoli” que analizó los hechos ocurridos en el Arsenal Naval de Zárate, el buque patrullero ARA Murature y en Campana. “En la barcaza los militares de la región me conocían como un Jaiva. De hecho, en una ocasión estaba siendo transportado en la selva guaraní, colgado sobre un precipicio en una cable de acero, siempre con los ojos vendados, y me cantaban Mira niñita”, contó el músico en ese libro.

La historia de cómo los chilenos consiguieron su liberación es digna de una película y debería ser objeto de otra nota. Aquí resta decir que tras la liberación de Eduardo, Los Jaivas decidieron emprender un nuevo exilio. Con la región tomada por los militares, partieron a Europa, y que allí empieza otra parte de la historia de la que, quizás, sea la banda chilena más importante haya dado ese país.