Temas propios - 7 puntos
(Uruguay/Argentina, 2022)
Duración: 91 minutos
Intérpretes: Diego Cremonesi, Franco Rizzaro, Valeria Lois, Alfonso Tort, Vicente Luan, Roberto Suárez y Ángela Torres.
Estreno en salas.
La historia del cine es pródiga en películas que orbitan alrededor de la relación entre padres e hijos, sobre todo si se trata de dos personas a las que, ya sea por temor o características propias del carácter de cada una, les cuesta comunicarse de manera frontal, decirse a la cara todo aquello que piensan y sienten. Tal es el caso de Manuel y César, los protagonistas de Temas propios, coproducción entre la Argentina y Uruguay que representará al país del chivito en la carrera por el Oscar a Mejor Film Extranjero 2024.
El primero (Franco Rizzaro) tiene 18 años y un corazón que palpita al ritmo de la música: todos y cada uno de los segundos de sus días están dedicados ya sea a escucharla o tocarla con guitarra. El otro es el padre, acumula 45 abriles y no parece estar muy al tanto de todas las responsabilidades que trae aparejado ese vínculo. Un vínculo hilado menos por la sangre que por la música, la pasión en común entre él, Manuel y su hermano menor Agustín (Vicente Luan), que tiene 15 pero le pega a la batería como si fuera un veterano de mil recitales.
Recientemente divorciado de Virginia (Valeria Lois), quien da clases de inglés en la cocina de su casa incluso con la bata de Agustín como sonido de fondo, César (Diego Cremonesi, que aparece en nueve de cada diez series o películas filmadas a orillas del Río de la Plata) vive en un inmenso local vidriado vacío cedido por un conocido mientras esté a la venta, convirtiéndose así en una suerte de okupa con todas las comodidades posibles. O de un adolescente tardío, pues allí monta lo más parecido a un bunker juvenil, incluyendo un cuartito para recibir a sus habituales visitas femeninas. Manuel permanece ajeno a todo ese mundo adulto aun cuando sus esquirlas le pegan cada vez más cerca, pues ni mamá ni papá están muy interesados en que estudie Guitarra en el conservatorio porque “de algo hay que vivir”. Un argumento que no por antiguo pierde su vigencia a la hora de que los adultos tomen posición sobre los deseos, anhelos y proyecciones de los jóvenes.
Pero Manuel insiste poniendo el foco en formar una banda junto a Agustín, un amigo y una joven cantante (Ángela Torres). ¿Quién había tocado el bajo en sus años mozos? César, claro, que apenas se entera empuña su instrumento para ensayar y hasta hacer algunas presentaciones con el grupo, algo que en principio a Manuel le gusta pero después no tanto. Las diferencias artísticas entre padre e hijos camuflan otra diferencia mucho más profunda, relacionada con las maneras de pensar, hacer y posicionarse frente al mundo. Indagar en ese choque generacional no es, desde ya, un aspecto novedoso. El realizador Guillermo Rocamora lo sabe, y a cambio propone un film en el que su huella es invisible y todo fluye como un río de llanura: manso, tranquilo, sin apremios, casi con indiferencia para con el entorno. No parece casual que de esa manera también “fluya” Agustín a bordo de su patineta en la secuencia de apertura, toda una declaración de principios estéticos y narrativos del uruguayo.
Esa suerte de indiferencia con el entorno empapa tanto a los personajes como a la temporalidad de un relato que, a excepción de alguna referencia menor y de nula relevancia dramática, podría ubicarse tanto en 2023 como en 1997 o 1974. En el horizonte de Agustín ni siquiera aparece la posibilidad de usar las redes sociales para visibilizar su música, así como tampoco nadie se lo menciona. Temas propios transcurre en un mundo rabiosamente atemporal movido por la pasión por la música. Uno en el que solo importa tocar y cantar ante el público y en el que las relaciones humanas pueden construirse a través de un par de acordes ejecutados en perfecta sincronía.