Fueron las apuestas las que llevaron a Ángel Luis Mentasti a instalar en la todavía rural San Isidro los primeros estudios de la productora cinematográfica llamada Argentina Sono Film. Para 1937, la "Sono" ya era una productora referente en la región; en 1933 había estrenado la primera película sonora argentina, Tango!, y tenía entre sus producciones varios éxitos de mercado, como Riachuelo (1935), que le había otorgado visibilidad internacional. Sin embargo, si quería competir con productoras nacionales como Lumiton, necesitaban sus propios estudios.
Fueron las apuestas en el flamante hipódromo de San Isidro las que llevaron a Mentasti a conocer e invertir en la zona. Así fue que compró por centavos cuatro hectáreas sobre la avenida Posadas y el 2 de octubre de 1937 colocó la piedra fundacional del estudio en el medio del campo. En el discurso inaugural dedicado a su padre, fundador de Argentina Sono Film y pionero del cine nacional que había fallecido unos meses antes, Ángel Luis Mentasti afirmó: “Tengo la seguridad de que mi padre, gran propulsor bajo cuyo empuje inquebrantable florecieron innumerables iniciativas dentro de nuestra especialidad, está presente. Sonriente, gozoso, inmensamente feliz, porque en este instante damos iniciación a una de las que fueron sus mayores aspiraciones, el estudio propio”.
La anécdota, aunque pequeña, condensa muchos de los elementos que llevaron a los Mentasti a erigir la única productora de la época de oro del cine nacional que se sostiene hasta la actualidad. En ella están presentes las apuestas, pero también una mirada justa para los negocios, el sueño de hacer la América en la provincia de Buenos Aires, el peso de sostener una empresa sobre el honor de un apellido familiar y, fundamentalmente, la pasión por el cine. “Eran hombres de negocio, apostadores innovadores. Apostaban en los casinos, apostaban a los caballos y también apostaron al cine sonoro nacional. A lo largo de la historia, se tildó mucho a los Mentasti de amarretes, de que solo les interesaba la guita. Me parece que gracias a eso la empresa sobrevivió. El viejo Mentasti y sus hijos fueron los únicos que entendieron desde el comienzo el negocio del cine, los que lo pensaron como una fábrica”, afirmó Alejandro Ojeda, investigador del cine nacional y profesional en la Usina Lumiton.
Angelo Battista Mentasti nació en Varese, Italia, y llegó a Argentina a principios de siglo con el título de contador bajo el brazo. Su primer emprendimiento lo tuvo en Bahía Blanca, una empresa de mudanzas llamada “La confianza”. El cine como negocio lo conoció un tiempo después, mientras se dedicaba a recorrer el interior de la provincia de Buenos Aires vendiendo vinos. En esos años, un compatriota suyo que era gerente de producción de New York Film, Pascual Massimo, le ofreció el atractivo negocio de sumar algunas películas al baúl de vinos con el que recorría la provincia.
En el libro Medio siglo de cine, la mayor investigación dedicada a Argentina Sono Film, el historiador Claudio España afirmó: “Nadie pudo entender bien cómo este comerciante de vinos consiguió tantos clientes para la New York Film. Debió ser verdad el asombro que provocó porque no hay crónica de la época que no haga mención de esta condición nata de vendedor que tenía el viejo Mentasti”. A partir de este éxito de negocios, Mentasti no se separó más del cine. Fue socio de la Germania Film hasta 1929 y trabajó vendiendo cine silente para la Empresa Cinematográfica Film Reich hasta 1932.
A principios de la década del treinta, el cine internacional entró en crisis con la aparición de “las habladas”. Mentasti trabajaba como gerente de explotación para la distribuidora de películas internacionales La Cosmos Film, que tenía entre su personal al director y compaginador Luis José Moglia Barth. Fue él, otro pionero del cine nacional, quien le acercó un cortometraje sonorizado a Mentasti para proponerle hacer una película y el italiano, que ya había observado el mercado del sonoro, se permitió soñar.
Sólo un año después, Mentasti y Barth estrenaban la primera película sonora nacional, Tango!, bajo el sello Argentina Sono Film y protagonizada por un elenco estelar entre los que estaban Pepe Arias, Tita Merello, Libertad Lamarque y Luis Sandrini. “El viejo Mentasti fue un visionario, pero no un improvisado. Él aprendió un oficio que tiene reglas y misterios, que responde a la lógica, pero también a la intuición. En don Angel convivían el hombre de números, con el poeta y el sociólogo. Como contador de título, levantó los cimientos de una empresa que, pronto dio no fáciles pero si abultados dividendos, como productor consiguió elegir lo mejor en materia de nombres y propulsores de la cinematografía, para cimentar y lanzarla a un futuro que pocos supieron copiar y menos aquilatar con suerte. El director Luis J. Moghia Barth y don Ángel le dieron a Argentina Sono Film un basamento en la cultura popular que nadie les podrá arrebatar. Don ángel le entregó el sentido práctico que le permitió durar”, escribió España.
En 1937 el viejo Mentasti falleció, pero se ocupó de dejar previamente legada la Sono a dos de sus cuatro hijos: Atilio y Ángel Luis Mentasti. Ellos ordenaron los papeles de su padre, que según contaron era muy desordenado, y siguieron innovando y creciendo en la industria cinematográfica nacional. En un afiche de Argentina Sono Film que data de 1939 puede observarse la visión amplia del mercado que caracterizaba a los Mentasti. Tenían una película para cada uno de sus espectadores, que conocían bien. En el centro del afiche, Puerta Cerrada y El Viejo Doctor, dos dramas de sus más importantes directores. Debajo, documentales, comedias, biografías e historias de gauchos. De sus producciones, la misma Sono destacaba las estrellas, los directores, la selección de los argumentos, las producciones costosas y, aparte y acentuado, la vanguardia que los acompañó durante toda su historia.