El arte, sin dudas es un terreno diverso: en él brotan distintas manifestaciones que nacen de las diferentes sensaciones humanas, también desde el sufrimiento que transmuta en aceptación.
La artista visual María Cristina Abraham es un claro ejemplo de ello y para demostrarlo, el jueves 14, a las 20, presentará la muestra “La belleza de la cicatriz”, en la Usina Cultural de la capital salteña (España 1, sala Juana Azurduy).
La propuesta da cuenta de la potencia sanadora del quehacer creativo con variadas piezas que van de la luz a la oscuridad y reúne así dos líneas de trabajo contrapuestas. Por una parte, una serie de bordados naif con motivos florales y pequeños animales que destilan ternura y conexión con el yo interior de la niñez. Por otro, la muestra se completa con un conjunto híbrido y multidisciplinar de piezas signadas por la opacidad, que cristalizan la elaboración del duelo.
Sucede que María Cristina Abraham perdió a su padre asesinado de manera violenta, hace 23 años, en circunstancias que nunca fueron esclarecidas por las autoridades. A partir de la pérdida y el trauma, surgieron las obras que, según la autora, “hablan de ese dolor tan profundo”. “Son el grito que mi padre no pudo dar”, asegura.
-¿Cómo nace el proyecto La belleza de la cicatriz?
-La idea inicial fue presentar solamente lo que yo llamo la parte de la “luz”, los diferentes bordados en técnica de bordado francés de alta costura. En medio de ese proceso, conocí a la que es la curadora de esta muestra, la licenciada Victoria Cobos. En el primer encuentro le comenté mi idea de exponer los bordados en piedras, pero que también daba vueltas en mi cabeza el concepto de “cicatriz”. De un lado, estaba el bordado bello, colorido, perfecto, armonioso, del otro, una maraña de hilos, de agujeros; en definitiva, de cicatrices. A partir de eso y de diversos encuentros con Victoria, me permití que brotaran las obras que estaban escondidas dentro de mí y que no me permitía realizar. Las obras de la “oscuridad” surgieron todas luego de las obras más naif. Agradezco a Victoria su sensibilidad, empatía y profesionalismo.
-La luz y la oscuridad, esas líneas antagónicas ¿de qué forma aparecieron en su proceso creativo?
-Esta contraposición entre luz y oscuridad nació de manera natural dentro de mí para esta muestra. Una ambivalencia afectiva que siempre sentí, digamos. Siempre teniendo en cuenta que pasaron más de veinte años del asesinato de mi padre. Siento que esta muestra tardó en realizarse ese tiempo dentro mío. En particular, luego de la prescripción del caso y el no haber encontrado a los culpables. Yo sentía que tenía que decir algo sobre eso. Y creo que las obras de la “oscuridad”, hablan de ese dolor tan profundo, son el grito que mi padre no pudo dar.
-A partir de esa tensión ¿emergieron respuestas o más preguntas? en ese sentido ¿el arte responde y "ordena" al mundo, o tiene otra función?
-Siento que encontré respuestas, siento que encontré una paz que no sabía que estaba buscando. Para mí, el arte tiene una función social. Debe decir algo, debe provocar algo, te tiene que dejar pensando. En mi caso, digo a través de las obras lo que no puedo poner en palabras. Creo que eso es el arte. Un lenguaje universal. Una potencia sanadora.
-Desde la luminosidad, con una serie de bordados naif, recorre la infancia, la ternura, un universo de pequeños animales y flores, ¿cómo se vincula con la naturaleza?
-Se vincula mucho el bordado de alta costura francés con la naturaleza, con lo botánico, con los animales. Esas son las obras de la “luz”. Aunque en esta muestra utilizo el bordado para otros fines también. Es una herramienta para comunicar.
-Así, hace más de una década participó de la muestra colectiva Cardones con Alma, donde intervino una de las típicas plantas de la Puna ¿qué recuerda de esa experiencia, qué ha permanecido y qué se ha modificado en su concepción del arte desde entonces?
-Fue una hermosa experiencia que siempre recuerdo. El cardón ahora se encuentra en el Aeropuerto de Salta. Ha permanecido intacta la pasión por bordar, por los colores vivos, por la brillo, por el belleza en todas sus expresiones. Aprendí nuevas técnicas, me dediqué a investigar los materiales con los que bordo. Quedó atrás algo de lo figurativo, ahora siento que soy una artista más visual que plástica.
-En ese marco, en la zona de oscuridad de la muestra interviene fotos que parecen autobiográficas ¿esto es así? y si lo es, ¿qué la llevó a tomar esa decisión?
-Así es, la parte de la oscuridad es, inevitablemente, autobiográfica. Una de las obras es una fotografía de mi padre y yo de pequeña, la cual está intervenida con distintos hilos, haciendo alusión a la manera en que asesinaron a mi padre, asfixiándolo. Otra obra es un video, en donde aparezco yo, excavando la tierra. Fue una decisión difícil realizar estas obras, ya que me tomaron muchos años poder materializarlas. Las obras siempre estuvieron en mi interior, pero nunca pude darle cauce para que salgan al exterior. En este momento de mi vida, siento que puedo y que debo hacerlo.
-El asesinato nunca esclarecido de su padre ¿la llevó al arte como un terreno de búsqueda?
-El asesinato de mi padre me llevó a buscar la belleza en mi experiencia como artista, creo que en un afán de contraponerla al horror del cual es también capaz el ser humano. El arte, en mi caso, es una salvación, una manera de buscar y encontrar. Una manera de aportar belleza a este mundo, a veces, tan hostil. Ahí radica la ambivalencia, creo yo, en que en la exposición podrán observar y sentir la belleza, pero también podrán observar y sentir el dolor.
-“Adoro la ambivalencia poética de una cicatriz que tiene dos mensajes, aquí dolió, aquí sanó”, afirma el psicólogo brasileño Louise Madeira en una cita que usted retoma para este proyecto ¿transitó ese pasaje que va del sufrimiento a la cura, se considera una mujer resiliente?
-Esa frase es maravillosa, de ahí nace el nombre de la muestra. Creo que todos tenemos una historia que contar. Como dijo Sartre, “somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros”. Sí, transité la experiencia del sufrimiento a la cura, a la aceptación. Digamos que sí, me considero una mujer resiliente.
-Actualmente es doctoranda en Arte en la Universidad Nacional de Córdoba, con su tesis llamada “La trayectoria de Acción Poética: un recorrido posible sobre su intervención urbana en Salta Capital” ¿qué llamó su atención de este colectivo desde lo local?
-Siempre admiré el movimiento de Acción Poética desde su inicio en México. En mi caso, reúne mis dos pasiones, la poesía y la pintura. Desde hace cuatro años tengo el honor de ser parte de Acción Poética Salta Capital. Llamó mi atención para realizar mi tesis de doctorado, como una manera de investigar su impacto en nuestra sociedad y dejar un registro de este colectivo para el futuro.
-Es coordinadora académica y docente de la Diplomatura en Museología y Curaduría, la cual cooperó en su creación, en la Universidad Católica de Salta ¿qué le aporta o cómo influye la docencia en su arte?
-Amo la docencia, la interacción con los alumnos, la devolución de cada uno de ellos, poder acompañarlos en ese camino que emprenden. Como docente, me nutro de cada clase, y como coordinadora, los acompaño en lo que necesitan, tanto a ellos como a los profesores. Agradezco siempre a la Universidad Católica de Salta por habernos brindado esta oportunidad de llegar a todo el país con esta propuesta. Y, en especial, le agradezco al doctor Gabriel Miremont, el director de la Diplomatura, por haberme convocado para este hermoso proyecto. En cuanto a la influencia de la docencia en mi práctica artística, siento que me ayudó en mi creatividad, me brindó alegría y, al conocer alumnos de todo el país, me permite conocer nuevas perspectivas que amplían mi mirada.