Que el mundo esté desquiciado no es noticia nueva, y sin embargo es de coyuntura. Shakespeare ofrece en Hamlet una frase justa: “The time is out of joint”; su traducción es motivo de desvelo y derivas lúcidas. Así de clásico es el autor inglés. Y por allí, con esa frase como tábano polémico indaga el libro Tiempo loco. Política, historia y risa en William Shakespeare (Ediciones UNGS), de Eduardo Rinesi (editor) –investigador docente del Instituto del Desarrollo Humano de la UNGS– y grupo. El libro se presenta hoy a las 18.30 en Librería Homo Sapiens (Sarmiento 829) con las presencias de Rinesi, el actor y dramaturgo Sabatino Cacho Palma, y Cecilia Mc Donell (UNR, UNGS), autora de uno de los artículos.

El volumen reúne cuatro trabajos, que indagan en el mundo del Bardo con el acento puesto en el pensar político. Son variados y notables; el de Rinesi –junto a Antonia García Castro– se detiene en las insospechadas y variadas versiones que de la mentada frase de Hamlet hizo André Gide, en particular sobre el término “joint” (con Derrida como uno de sus admiradores); Mc Donnell se detiene en el personaje del bufón en distintas obras; María Cecilia Padilla hace lo propio sobre los suicidios de mujeres; y Lucas Franco estudia el problema de la historia en Romeo y Julieta.

“Con Antonia (García Castro) nos divertimos mucho, un poco a partir de la atribución de Derrida a Gide de una traducción de la famosa ‘The time is out of joint’ (Cette époque est déshonorée). Al descubrir que eso no estaba en Gide, por lo menos en el volumen que yo tengo, llevamos adelante una investigación que nos resultó de lo más interesante, y terminamos descubriendo que este desgraciado de Gide se pasó la vida traduciendo a Shakespeare de mil modos distintos. Es algo que no tiene ninguna importancia para el género humano, pero quien inventó esa traducción que tanto le gustó a Derrida parece que no fue Gide”, comenta Eduardo Rinesi a Rosario/12.

-Es un trabajo detectivesco y en torno a una sola palabra; un término que a su vez determina el tipo de conversación que estamos teniendo.

-Es cierto también que es una palabra que tiene el valor de traducir una expresión muy difícil. La expresión “The time is out of joint” es muy complicada, es el infierno de cualquier traductor; entonces, la investigación sobre cada una de las distintas palabras que se han utilizado es interesante. Cuando traduzco esa frase al castellano digo “el mundo está fuera de quicio” y no pienso más en el asunto, pero al leer distintas traducciones, en cada una se va abriendo una cantidad de distintos significados, todos contenidos en la frase inglesa. La investigación se vuelve interesante como una reflexión sobre todo lo que Shakespeare dice en esa frase tan polisémica.

-Por otro lado, en el libro se advierte la atención que ponen en esta frase como disparador general; estar desajustados sería un síntoma político.

-Yo diría que hay política porque el tiempo está loco; si el mundo no estuviera patas para arriba, si la época no estuviera deshonrada, si el presente fuera enteramente contemporáneo de sí mismo, no habría nada que arreglar. Si hay política es porque algo está desajustado y alguien tiene que ponerlo en orden. Hamlet dice “The time is out of joint” e inmediatamente después “Oh, suerte maldita, que haya debido nacer yo para ponerlo en orden”. Podríamos decirle “no te agrandés Chacarita, no tenés que hacerlo todo vos”. Cadícamo, más tranquilo, dice “al mundo le falta un tornillo, que venga un mecánico”. Como sea, si la política es arreglar el mundo, hay política porque el mundo está desajustado. Hamlet escribió esta frase de mil modos distintos, una versión es “algo está podrido en Dinamarca”, evidentemente; y otra es la que usa el asistente de Bruto en la tienda de campaña, durante la guerra civil, al final de Julio César: “The strings, my lord, are false”, están afinando la lira y dice esto: “las cuerdas están desafinadas”; es eso mismo, hay algo que desentona en el gran acuerdo del mundo, en la gran sinfonía del mundo, y por eso es necesaria la política, para poner orden.

-Sea en Hamlet o en el tango de Cadícamo, sus personajes adquieren una conciencia luminosa.

-Sin duda. El yo se recorta en relación con ese mundo desquiciado y comprende que este desquicio es también el suyo. Antes de esa frase, Hamlet dice: “este globo trastornado”, y es muy interesante, porque quiere decir por lo menos tres cosas: el planeta Tierra, el teatro donde se representa la pieza –que se llamaba The Globe–, y la cabeza del propio Hamlet. Él se da perfectamente cuenta que está loco. La locura es el mundo, el teatro, el yo. El desquicio es general y del yo sujeto que lo dice, que se reconoce en ese mismo dislocamiento.

-La política, entonces, es la posibilidad de pensar un horizonte.

-La política es poner un horizonte de sentido, pero no es el primer impulso de Hamlet. El primero es salir de allí por la vía del suicidio. “Oh, si el eterno no hubiera establecido su ley contra el suicidio”, dice. No soporta ese mundo deshonrado, esa idea de deshonra que Derrida le atribuye a Gide. Y la hay. Es la deshonra que comete su mamá, al correr presurosa a menos de tres meses de muerto su marido al tálamo incestuoso, a la cama de su cuñado. Hamlet dice: “Oh, Dios, una bestia carente de razón lo habría llorado por más tiempo”. Es extraordinario. Lo que está funcionando allí es una cosa que los ingleses y europeos en general llamaban “la gran cadena del ser”, la idea de que el conjunto de la creación se sostenía sobre una jerarquía natural, desde Dios hasta la última de las piedras. Cuando dice “hasta una bestia carente de razón” es porque un animal se habría portado mejor, el pecado de su mamá es un pecado contra la creación. Ahí hay una moralización de Hamlet, de ese estar “out of joint”. Claro que hace política en Dinamarca, hasta el final, cuando tirado en el piso, ya envenenado por la espada tramposa de Laertes, se escucha el sonido de tambores y llega el príncipe de Noruega, Fortinbrás, que se va a quedar con el reino, y Hamlet dice “predigo que la elección de los nobles va a recaer sobre Fortinbrás, él tiene mi voto moribundo”, es decir, le da a él su voto póstumo, legitimándolo como rey.

Tiempo loco. Política, historia y risa en William Shakespeare surge del trabajo del grupo de investigación que dirige Rinesi en el Instituto del Desarrollo Humano de la Universidad Nacional de General Sarmiento. Según el docente e investigador: “El objetivo es pensar los problemas de la política, no solamente a través de los instrumentos de la llamada politicología o la ciencia política. Si decimos poder y conflicto, aparece una zona que no puede ser abordada por una sola disciplina científica, estamos ante los grandes temas míticos de la historia de la humanidad, los grandes sueños que soñó la humanidad desde hace miles de años y que los poetas han convertido en las grandes piezas dramáticas que todavía nos emocionan. La apuesta es a pensar en la obra fenomenal de Shakespeare los problemas que hablan al corazón de nuestro presente más urgente. Shakespeare tiene una sensibilidad extraordinaria para pensar los problemas de la historia, sin ser un filósofo de la historia ni un teórico de la política. Y es mucho lo que la teoría y la filosofía pueden aprender leyendo su obra”.