“Arriba las manos, que llegó la más picante del condado”. Quién no soñó alguna vez con protagonizar una escena así. Bueno, esa breve línea es un buen punto de partida para entrar al mundo de La Dame Blanche.
Su nombre real es Yaité Ramos Rodríguez y nació en Pinar del Río, Cuba, a 160 kilómetros de La Habana. En la casona familiar la música era un lenguaje común: madre, padre, tíos. Casi todos músicos. Por caso, su papá Jesús Aguaje Ramos fue director artístico de Buena Vista Social Club. “Es la profesión que más abunda en mi familia. No creo tener recuerdos de cuándo decidí ser música. Nací ya así. Empecé a estudiar a los ocho y jamás abandoné esta profesión”, cuenta desde Normandía, Francia.
Allá es mediodía y el sol entra a raudales a su living. Llegó a aquel país hace casi veinte años. Ya traía consigo no sólo un bagaje académico profundo –se recibió de flautista en la Escuela Nacional de Arte de La Habana a sus dieciocho– sino que también estaba curtida en todo lo demás. Por ejemplo, formó parte de Sabor a Miel, un sexteto de mujeres dedicadas a la música de la isla. Por ejemplo, todo el son, el cha cha cha, el bolero escuchado en casa. Por ejemplo, lo que ella dice: “Después de los estudios, la calle te da otra escuela. Una que tiene tanto valor como todo lo otro. Y es en la calle donde aprendes a definir la música que quieres hacer, con qué te vas a defender. Hay un poquito de los dos”.
A su llegada a Europa estuvo como corista y flautista de, entre otros, Sargento García o El Hijo de la Cumbia. Empezó a aparecer otra cosa. En esa época conoció a quien hoy es su socio musical predilecto: Marc Babylotion Damblé. “Llegada a Francia trabajé con mucha gente que me dio muchos recursos. Vine con mi maletita y aquí se unieron varias cosas. Me batí y me salí de la rutina de la música cubana. En mi familia es tan grande ese elemento que tuve que buscarme la diferencia. Ellos no estaban muy de acuerdo en un primer momento, los convencí con el tiempo”. Y agrega sonriente: “Uy, decirle a mi padre que iba a empezar a hacer hip hop y que me iba a llamar La Dame Blanche: estaba totalmente asustado. ‘Tu ya perdiste el cerebro’ me dijo riéndose”.
Empezó a aparecer, entonces, esa otra música: el rap, el hip hop. Esa otra manera de decir, de tomar la palabra. Otro tipo de declamación. “Cantar, canté siempre”, dice. “Pero lo que más me gustó, por lo que empecé, es por la escritura. Letras largas, la posibilidad de hacer y decir todas las frases que yo quería. El rap me convenció por ahí. Encontré una cosa que se parece a mí”, comenta. Y sigue: “Este estilo, La Dame Blanche, apareció en un momento muy determinado de mi vida: no había mucho trabajo y tuve que inventarme una historia para vivir de la música. Inventé este personaje y lo alimenté con la necesidad, con muchísima melancolía y fuerza. Lo necesitaba. La Dame tiene diez añitos, es jovencita”.
Sus dos primeros discos, Piratas (2014) y 2 (2016) se entienden como el momento de aprendizaje. Dispersos, un tanto desmesurados en su breve caos. Vale decir, discos donde recién llegaba, donde recién empezaba a desasnar el género, sus yeites. En Bajo el mismo cielo (2018) hay ya otra cosa. Cierta mesura que va a terminar de aflorar en su último disco a la fecha: Ella (2020), editado en plena pandemia. En su recorrido, ese trabajo es un mojón: hay cierta alquimia de autor. Una prosa personal, brava y pulida, una musicalidad que se embebe del rap pero también de la tradición que ella trae desde siempre. Escuchen, sino, “La incondicional”. O la melodía que prevalece en la primera canción, que la lleva la flauta. Rap, reggaetón, algo de trap, dancehall, sí. Y todo lo demás también.
“Este es un disco más concentrado. Es un grito de auxilio feminista que tenía que salir en ese momento. Son esas diez mujeres, como pueden ser muchísimas más, liberándose de esa necesidad de decir las cosas, de expresarse. Y lo hago con ironía, con mezclas de ritmos”. La creyente, La chamaca, La exiliada, La maltratada o La condenada habitan algunas de esas diez canciones. “No tengo una conducta para escribir o hacer un disco. Escribo donde me coja la noche, donde pueda. Cojo mis libretas, que nunca están lejos. Una frase por aquí, otra por allá y dije: ‘Bueno esto es más que evidente. Voy a hacer este disco’. Me hacía muchísima falta porque las mujeres pasamos un momento muy delicado en ese período. En ese y en muchísimos otros”. Y cuenta más, al tiempo que manotea y muestra que sí, que siempre tiene una libreta a mano. “Me dije: ‘No voy a esperar, necesito sacarlo ahora’. Porque ahora es que hay mujeres solas en casa. Por experiencia propia, por mis propias amigas. Fue una necesidad física sacar ese disco en ese momento”. Ella es poderoso, orgánico, funda su propio swing. Agrega: “El beat es lo más importante para mí. A mi productor le digo siempre: hazme un beat derecho, que el cubaneo, la gozadera la pongo yo. La flauta es como un arma de combate para mí: mi bate de beisbol”.
Durante estos últimos meses editó algunos simples. El disco nuevo llegará a fin de año. Uno de esos simples es “Olvidarte nunca”, canción popular chilena de los ’70, de la banda Los Golpes de Tocopilla. La versión la encuentra a dúo con Julieta Laso, que cuenta que supo de ella por Macha Asenjo, de Bloque Depresivo y Chico Trujillo. “En cuanto la conocí me interesó mucho su voz, su música. Fui y soy muy admiradora de la música tradicional cubana y todo ese universo se escucha en su voz. Y me encanta”.
Por último, La Dame desliza una crítica hacia Cuba (“Hay cosas que tienen que acabar. La situación política y económica en Cuba no funciona, sí funcionan los cubanos”) y cuenta un poco sobre la santería, la religión afrocubana que ella sigue abrazando y desde donde tomó su nombre artístico: “Tenemos nuestros espíritus. Siempre digo: es mejor sentir que viene gente apoyándote, todos los que ya no están. Sentirse acompañada: que tus rezos lleguen a destinación”. También sobre sus pequeños rituales: “Antes de subir al escenario tengo mis rezos, mis velitas, mi roncito, mi tabaco, todo lo que haga falta para mi fiesta”.
Pues bien, acaba de llegar La Dame Blanche, una de las más picantes del condado. Y tal como lo canta: está metida en el alboroto.
La Dame Blanche toca el miércoles en La Tangente, Honduras 5317. A las 21.