Hace un tiempo atrás, un mes y monedas, el Coco Sily saludó desde el escenario del teatro en el que estaba a Caramelito Carrizo, apenas terminó de hacer su función. En ese entonces, la exmodelo y el humorista eran pareja. Al día siguiente, en Twitter, la usuario @labicivoladora –voz icónica de esta red social– publicó: “Aprendan de Coco Sily que le dice "mi amor, Ceci" desde el escenario a Caramelito y llevan dos meses de novios, ustedes ni like ponen”. La publicación se compartió relativamente bastante en ese momento, pero el hechizo Sily/Caramelito duró sólo un poco más: a los días de ese saludo desde el escenario se separaron. Abajo el festejo en Twitter. Abajo la esperanza en el amor. Sin embargo, ese saludo del Coco desde el escenario, el comentario en las redes sociales y el supuesto romance pasional entre él y Caramelito nos regalaron algo que, tal vez, es más importante que el amor en sí: nos dio ilusión. Una fantasía. Un resto de pasión. Y si alguien todavía quiere tener dosis de todas esas cosas, las puede encontrar en las fotografías de Luis Sens, actualmente exhibidas en su muestra Fantastique. Sus imágenes son sugerentes, por momentos explícitas, pero siempre dejando algo oculto, es decir, dejando un poco de espacio para dar rienda suelta a la imaginación.

Esta muestra reúne, en su mayoría, fotografías analógicas que Sens tomó en los últimos años. En Fantastique se puede encontrar todo su universo: desde los backstage de las sesiones para Playboy, hasta unos chicos comiendo pizza en una vereda, pasando por diferentes escenas de su vida cotidiana. También se pueden ver dos videos, que al igual que las fotos, muestran ese mundo erótico y fantástico que habita en la cabeza de Sens.

Este artista, que supo ser “el chico de los retratos de Haciendo Cine” antes de convertirse en el director de series para adultos en la cadena Playboy TV LA, hizo posar delante de su cámara a un sinfín de personas. En Fantastique se puede ver una porción de todos esos retratos que Sens consiguió, de todas las personas que se quitaron la ropa para posar para él y también de aquellos que se la dejaron puesta, pero que regalaron un poco de seducción a su cámara. En este sentido, la exhibición del artista no se limita únicamente a mostrar ese mundo Playboy, sino también el cotidiano, el que existe más allá del porno, pero que es igual de explícito.

Una mirada salvaje

El universo de Luis Sens es muy amplio. Por momentos, totalizador. Hay lugar para todos los que quieran entrar en él. Sens es amor: abraza a las vedettes, a los freaks, a los ramitos de flores y a las estatuas de mármol. Todo entra en el universo de este fotógrafo que parecería estar obsesionado simplemente con sacar fotos.

Las imágenes que se exhiben en Fantastique muestran diferentes escenarios, situaciones y personas. En su mayoría son fotos sacadas con camaritas de plástico. La prioridad para este artista parece ser poder garantizar un registro, poder apuntar y disparar sin pensar demasiado. Esta actitud genera que las fotografías de esta exhibición incluyan cabezas cortadas, escenarios fuera de foco o situaciones que podrían pensarse como “olvidables”. Es decir, Fantastique es una muestra llena de fotos que pueden pasr como fotos de descarte, pero que no lo son: Sens resignifica esa tomas, se despega de la exigencia de conseguir una “buena foto” para generar un registro que oscila entre el espectáculo pornográfico, mediático, y la intimidad rotunda. En este sentido, la obra de este artista puede pensarse dentro de la tradición de la fotografía norteamericana, en la que se priorizó el uso del color y el registro de la vida diaria, por sobre las cualidades técnicas de la fotografía.

En una de las fotos de la muestra, pegada en una pared alrededor de decenas de otras imágenes -es como una instalación que parecería recrear el cuadro de un adolescente-, se puede ver a una chica haciendo pis. El chorro que le sale de la entrepierna. Las gotas que saltan en el inodoro. En 1982, la fotógrafa Nan Goldin publicó la fotografía “Boys pissing at party, N.Y.C”, en la que se ve una escena similar a la de Sens: un chico apuntando al inodoro y, como indica el título de la obra, haciendo pis. Así, la relación con la fotografía norteamericana se hace más notoria y explícita. En ambos casos hay algo de sordidez, un dejo de violencia o perversión, pero hay algo en los colores y el encuadre que apaciguan esas características. Como si con esas dos cosas una escena desagradable pudiera convertirse en un chiste. O en un juego. O en algo bello.

Lo que desarrolla Sens es una mirada voraz sobre el mundo que lo rodea. Quiere comerse todo con los ojos y con la cámara y con el flash. Es difícil distinguir si hay algo que le importe más que otra cosa. Fantastique no es una muestra de porno. Hay personas desnudas, sí, pero también hay otras cosas. Es la desesperación por fotografiar lo que genera la heterogeneidad de las imágenes. Sens, con la cámara, parece ser un niño que sale a descubrir el mundo y que entiende que en ese “afuera” conviven muchas cosas muy diferentes. Su mirada totalizadora atenta contra la planicie del porno, contra lo chato de lo explícito. Se escapa del lugar común y un conjunto de estatuas blancas parecerían ser más eróticas que un ejército de chicas desnudas o una foto de una pareja teniendo sexo. La voracidad de los ojos de Sens le garantiza a este fotógrafo una forma de salir de la condena de lo predecible. Una ruta de escape de su propia profesión. Y quizás también de sí mismo.

Un mundo de fantasías

¿Cómo devolverle a lo explícito un poco de fantasía? ¿De qué manera se puede convertir algo obvio en algo misterioso? ¿Qué tiene que tener una imagen para generar un efecto, para que se quede grabada en la retina y la mente de una persona? Estas podrían ser algunas de las preguntas que flotan en Fantastique. A su vez, es el desafío al que se enfrenta Sens como fotógrafo artista: tiene que encontrar la forma de devolverle a eso que registra con su cámara un halo de misterio, aunque se trate de algo completamente literal.

A veces, no es necesario realizar grandes gestos para poder generar un poco de seducción, de coqueteo, de ilusión. Por ejemplo, en una de las paredes de la galería se pueden ver un conjunto de fotos que mezclan diferentes situaciones: desde una vedette desnuda, hasta unas flores que aparecen delante de un colectivo, pasando por otros retratos añejados que parecerían ser de hace 50 años atrás. Lo que une todo esto -y que a la vez es el toque de fantasía que le agrega Sens a estas fotos- es que están recubiertas por una fina capa de brillantina. En las que aparecen chicas desnudas, la brillantina viste sus pubis y sus pezones. No se trata de un acto de censura, sino más bien de una manera de volver a colocarle un poco de seducción a la imagen sexual. Sens es un terrorista que atenta contra lo burdo o lo obvio. Es un ilusionista que con dos o tres destellos de brillantina convierte una imagen en una pequeña joya de papel.

Hay otras imágenes que nada tienen que ver con las producciones de Playboy y que simplemente son tomas directas de la calle. Pero hasta esas fotos caprichosas -o azarosas- también tienen algo ilusorio. En una imagen, por ejemplo, se pueden ver a dos chicos comiendo una pizza en una vereda. Son iguales. Tal vez son gemelos o simplemente dos hermanos que se parecen mucho. Miran a la cámara con un gesto extraño, como de confusión. Es en esa extrañeza, en el hallazgo de esos dos chicos, que la foto absurda de esa cena se convierte en obra. Esta imagen le otorga un misterio a una escena cotidiana: transforma algo olvidable y casual en un segundo eterno. Seguramente, esos dos chicos rulientos comieron cientos de pizzas juntos y estuvieron en la misma mesa muchas veces sin que nadie encontrara allí nada que rescatar. Pero el ojo de Sens encontró ahí una fantasía tan valiosa como la que hay en las fotos con brillantina.

La obra de Sens dialoga con la fotografía norteamericana, pero también con la escena local. No se puede pensar en esas fotos random de la calle sin trazar un hilo con la producción de Alberto Goldenstein, fotógrafo artista que fue precursor del color en la Argentina y un gran defensor de la foto “no buena”. Es la impunidad heredada de Goldenstein lo que permite que en Fantastique se incluyan fotos con modelos cuyas cabezas salen cortadas a la mitad, otras con ramos de rosas en la mitad de la imagen pero fuera de foco o butacas de cine capturadas con un encuadre muy raro.

El mundo de Luis Sens es un mundo que se mueve por el deseo de registrarlo todo. Es la ausencia total de discriminación: todos y todas pueden entrar en esta tierra. Chicos y chicas. Objetos y plantas. En esa cama se pueden acostar todos los que quieran. Siempre y cuando se permitan jugar con sus fantasías y, sobre todo, que quieran sacarse la ropa.

Fantastique de Luis Sens, con curaduría de Lulú Jankilevich, puede visitarse en Wunsch Gallery (Godoy Cruz 1648) hasta el 27 de octubre.