Las y los peregrinos de la puna integraron el contingente más numeroso que arribó en el atardecer de ayer al centro de la ciudad de Salta, ya en vísperas de la procesión del Señor y la Virgen del Milagro.

En el día del peregrino (instituido por la Legislatura salteña), vecinas y vecinos de Villa San Antonio esperaron a la columna de promesantes provenientes de las alturas de la puna desde las primeras horas de la siesta para recibirla con alimentos y bebidas. En la última jornada del viaje, estos caminantes almorzaron en la zona sur de la ciudad, en el predio del Jockey Club en el barrio Limache. Después avanzaron por la avenida Paraguay, tomaron la avenida Chile a la altura de la embotelladora de gaseosas, y finalmente doblaron por la calle Florida para ingresar al macrocentro salteño por uno de los barrios más populares de la ciudad.

Esas horas previas al ingreso de los y las promesantes, muchas mujeres mayores acomodaban las reposeras en las veredas de sus casas, en las casas se abrían las ventanas para no perder detalle del paso de la numerosa columna, algunas organizaciones sociales como el Movimiento Evita, prepararon mesas y cajas desde donde brindar agua, frutas o una gelatina al peregrino hambriento o sediento. Hubo comerciantes que los esperaron con un camión refrigerante desde donde salieron cajas con palitos frutales helados para aliviar el calor de quienes bajaban. "Hace veinte años que espero a los peregrinos que llegan desde San Antonio de Los Cobres", contó a este medio Delia, una vecina que esperaba con su familia (todas mujeres) el paso de los promesantes por la calle Zavala. "Esa gente baja con una energía que, con solo tocarlos, nos santifica", aseguró. Para ella, tocar, como acto de fe, no tenía que ver con imágenes santificadas sino con el pueblo vivo que peregrina.

El andar de la columna puneña comenzó el domingo por la noche, cuando se concentraron los grupos de Santa Rosa de los Pastos Grandes, Tolar Grande, incluso de Antofagasta de la Sierra en Catamarca en San Antonio de Los Cobres. "Lo más impresionante fue atravesar el Salar del Hombre Muerto. Todos juntos, cantando, rezando. Tardamos todo un día en salir de esa inmensidad y ese silencio", contó Marta, que bajó desde la puna catamarqueña sobre el límite con Salta. "El desierto es lo más impactante porque no estábamos solos al atravesar esa inmensidad", compartió Gladys. 

Peregrinos de la puna portando sus réplicas (Imagen Analía Brizuela). 

Los cánticos fueron una constante en el andar de las y los caminantes hacia el centro histórico de Salta. Los de la puna, llegaron con sus bandas de sikuris, pero también con camionetas acondicionadas con parlantes y músicos que tocaban distintos temas de un cancionero católico. Por momentos, la forma de experimentar la fe a través de canciones se asemejó a modalidades presentes en otras corrientes, como la evangelista. En otros momentos, el bailar resignificado los acercó a encuentros de pastorales juveniles. 

"Peregrinar es impresionante. La solidaridad de la gente, no importa si estás cansado, viene otro y te levanta. Nada se pierde, los celulares las billeteras, vuelven", contó Darío, parte de un grupo de promesantes oriundos de Salta capital que el fin de semana subió a San Antonio de los Cobres para bajar caminando con la columna del departamento Los Andes. "Es una experiencia que la conocí siempre desde afuera, con una percepción que cambia radicalmente cuando sos parte. Hay una idea naturalizada acompañando desde Campo Quijano, que fue lo que hice varias veces, y otra es bajar desde allá arriba y vivirlo en carne propia", compartió Andrea Gorosito, peregrina y egresada de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad Nacional de Salta. 

El peregrinaje de la puna comienza en San Antonio de los Cobres, donde concentran distintos grupos que una vez reunidos sumaron alrededor de cuatro mil personas. Ellas bajaron por la ruta nacional 52, atravesaron Abra Blanca, a 4080 metros sobre el nivel del mar, caminaron contra el viento por Santa Rosa de Tastil,  Gobernador Solá, Ingeniero Maury, El Alisal, y salieron de la Quebrada del Toro en Campo Quijano. En esa localidad del departamento Rosario de Lerma, se sumaron muchos peregrinos. Una oficial del operativo de la policía provincial aseguró a este medio que unas 13 mil personas integraban la columna que llegó a la capital provincial. "Y los de Nazareno son tres mil", informó al pie refiriéndose al grupo que partió el 5 de setiembre desde esa localidad del altiplano andino, muy cerca del límite con el Estado Plurinacional de Bolivia.

"El primer día fue el más difícil. Hubo mucho viento, se nos congelaron las botellas de agua en la mochila", contaron varias personas entrevistadas. "Creo que fue una prueba del Señor y la Virgen", dijeron sobre el hecho de tener que caminar y dormir con temperaturas bajo cero. Las condiciones atmosféricas durante las jornadas de caminata no les jugaron a favor: fueron días de Zonda en la ciudad y fuertes vientos en las quebradas por las que descendieron.

Por la economía y los gobernantes 

Cuando el gentío avanzó por la calle Buenos Aires camino a la plaza central, comenzaron las lágrimas. "¿Qué la emociona tanto?", preguntó este medio a dos peregrinas de Rosario de Lerma y El Carril, que se unieron al grupo en la zona de Limache. "La gente vivió muchas penas en la pandemia, creo que todavía carga con los pesares de aquellos días. Otros se dan cuenta que llegaron, vienen masticando sus problemas, y largan todo aquí, a cuadras de alcanzar la meta, y largan todo", opinó Irene. "Vengo a agradecer tener salud y a pedir por trabajo", dijo Gloria secándose los ojos. "También por la economía del país y los gobernantes".

Peregrinos de Nazareno antes de ingresar a la ciudad (Imagen Analía Brizuela). 

En plaza central, a cuyo frente se encuentra la Catedral Basílica, sacerdotes y seminaristas les lanzaron agua bendita. El arzobispo Mario Cargnello los invitó a hermanarse en un tiempo que ya tiene muchas dificultades. "Su mensaje, ¿puede interpretarse como político?", le consultó este diario cuando esperaba el arribo de los peregrinos de Nazareno a las puertas de la Catedral. "¡Por qué!", exclamó, "no hay que mirar solamente ese nivel del mensaje", respondió. Más adelante, el arzobispo admitió que las y los peregrinos están muy angustiados por la situación económica, política y social a semanas de las elecciones generales. "Lo que se llamó grieta, fue para enfrentarnos", aseguró. "Debemos intentar hermanarnos, como ocurre aquí en cada Milagro", finalizó el prelado. 

Otra visión compartió uno de los sacerdotes que lanzaba agua bendita a promesantes de Nazareno. "Pienso que cada peregrino se ve reflejado en ese Cristo crucificado que llevan en andas". "Ellos son los que esperan que los gobernantes respondan, que sus recursos naturales no sean saqueados por las mineras", respondió Joaquín, seminarista del último año en la ciudad de Córdoba, incluyendo entre los peregrinos a las y los trabajadores mineros. "Jesús es quien los liberará", concluyó.

El grupo peregrino de Nazareno se arrodilló frente a la entrada principal de la Catedral antes de ingresar para concluir su andar a los pies de sus santos patronos. Toda esa gente que bajó de la puna, acercaba pañuelos blancos a voluntarios para que los impregnen de bendiciones frotándolos en la base de las imágenes. 

"Usted observa el arribo de los promesantes todos los años, ¿que siente?", le consultó este medio a Juan Carlos Vilte, uno de los miembros de la hermandad que acarrea el Señor o la Virgen del Milagro en sus hombros cuando salen de la Catedral cada 15 de setiembre, día de la procesión. "Es impresionante. Cada año vienen más y más personas", respondió. Mientras no perdía mirada sobre el flujo de peregrinos y peregrinas frente a los patronos en el altar mayor, brindó dos datos curiosos: la imagen del Señor del Milagro pesa dos mil kilos con el arreglo floral y lo cargan 28 miembros de la hermandad; la de la Virgen pesa 1.200 y la cargan otros 20 miembros de la misma hermandad. 

"Hay gente que no entiende la fe que mueve a estas personas", añadió Vilte, en referencia a las diferencias sociales que aún persisten entre quienes realizan la procesión un día como hoy o peregrinan por días para llegar desde los cerros o el llano a los pies de los santos patronos. "Mucha gente de dinero no entiende a los humildes, que caminan desde parajes remotos para encontrar una vez al año a los patronos. Nos falta sentido común y abandonar tantas diferencias", concluyó.