Leonardo Ponzio está sentado en el medio de uno de los vestuarios del predio de entrenamiento de River Plate, en Ezeiza, y, aunque podría estar en la cómoda sala de prensa o incluso en cualquier lugar del extenso parque, decide dar una nota ahí, en el refugio de los jugadores, en ese sitio en el que demuestra con claridad ser el dueño de casa. Su estampa es la de un referente. Este Ponzio que habla poco afuera de la cancha y mucho adentro de ella, es un canto a la madurez, que mira hacia atrás en una carrera en la que, sobre todo, aprendió. Si usted es un pibe que llega a Primera y quiere crecer, el 5 de River es el indicado para mostrarle el camino. Crónica de un líder, en Enganche.
-Sos de usar mucho la frase “jugar a la pelota”. ¿Pensás que todavía se puede “jugar a la pelota” en el más alto profesionalismo?
-Sabemos que todo es un negocio y que el fútbol tiene muchos intereses alrededor, pero en cierto momento de tu carrera creo que podés darte el lujo de disfrutar cada momento y de “jugar a la pelota”. Te estás divirtiendo. Dentro de todo, hay que saber que más allá del dinero y de todo lo que se dice, somos tipos privilegiados que hacemos lo que nos gusta. Jugamos a la pelota.
-¿Por qué usás la palabra jugar?
-Porque nosotros venimos de ahí, de chicos, de nuestra infancia, de jugar. Ahora se usa la palabra competir, porque también competimos por éxito, dinero y títulos, pero también hay situaciones en las que busco la palabra “jugar” para recordar aquello por lo que estamos acá.
-¿Y a la hora de buscar un resultado?
-Nosotros tenemos un propósito y una estrategia para ganarle al rival. Sumado a eso, están los que se divierten y tienen talento, que son las grandes estrellas. Después, hay otros tipos, que mediante la cabeza o el físico hacen la diferencia. Y al final, los que sobreviven en este medio y quieren permanecer. Hoy, en mi caso, trato de apegarme a la estrategia, pero en especial a jugar. Antes quería ganar solamente. Hoy me importan otras cosas. Hoy, si pierdo una pelota, trato de no bloquearme y darme cuenta que la historia sigue.
-¿Y hay espacio para el disfrute?
-En esta charla lo hay. En el entrenamiento que tuvimos hoy, también. Disfruto venir temprano y vivir el día a día. Redondeo todo el fin de semana, si el equipo hace lo que tiene que hacer. También aprendí a disfrutar de mi casa, porque antes llegaba y vivía a mil con el fútbol en la cabeza y ahora aprendí a separar.
-Parece un círculo, porque cuando sos pibe jugás, después la competencia te come y, más cerca del final, te das cuenta que se trata de aquello del principio...
-Sí, es así. Cuando era pibe no sabía qué me iba a pasar al otro día y hoy me vuelvo a dar cuenta que tengo que sentirme así porque me queda poco. Es algo que te das cuenta cuando hablás con amigos y ya no te comés la cabeza por un resultado. La charla no me ocupa más que ese momento. Entiendo que puedo mejorar, claro, pero el resultado es un tema terminado.
-¿Cómo vivís con el después del fútbol, con el retiro?
La verdad que me hago muchas preguntas y se lo consulto a la gente que ya se retiró. Siempre está la duda sobre su era el momento justo o no. Nunca sabés si será antes de lo debido, de la misma manera que no podés determinar si no lo estás demorando demasiado y terminás mal.
-¿Qué te dicen aquellos con los que consultás sobre el retiro?
-Que la estire lo más que pueda. Pero yo no quiero. Soy de pensar que es mejor irse antes, pero de la mejor manera. Que la gente diga que podría haber seguido, no que estaba acabado. Y después, hay que ver cómo se sigue, porque hay esposas que cuando el jugador se retira no saben cómo sacárselo de encima para que haga algo. Y espero que eso no me pase (se sonríe).
-Hablabas de que antes te llevabas los problemas de la cancha a la casa y ahora tratás de sacarle peso al fútbol. ¿Cuánto influye la familia como parte del equipo de un deportista de alto rendimiento?
-Es lo principal. El ego nos traiciona, por todo lo que viene aparejado con el fútbol. Yo siempre le digo a mi señora que un jugador necesita que su familia no se quede abajo suyo. Lo mejor que nos viene es que todos tengan su profesión y su ingreso y que no sea sólo el futbolista el que trae algo a casa. No nos hace bien que haya que cambiar a la nena y que la cambie otro porque yo soy el jugador. O querer que la comida esté a tal hora en la mesa y no hacer nada. Ahí influye mucho cómo te crían tus viejos. Con mi señora, por suerte, somos así. No tenemos ninguna persona en casa que nos limpie ni nos ayude. Lo decidimos así. No digo que esté mal el que lo tiene, eh. Pero yo soy así. Hoy el gran problema es que muchos padres están en la tribuna sin hacer nada, como un obstáculo, esperando que su pibe llegue a primera para no trabajar más.
-Eso pasa ahora, ¿no?
-Claro. Mi ejemplo era mi viejo trabajando, no mi viejo esperándome en la tribuna para ver si llegaba a Primera. Y me he encontrado miles de padres y madres que llevan a sus hijos al club y te cuentan: “Venimos a River para que entrene mi hijo”. Y lo primero que les digo es ‘dejelo disfrutar’. Y la respuesta es casi siempre la misma: “Llevo invertida gran parte de mi vida con esto”. Y el pibe tiene seis u ocho años… La carga que le meten. Es una locura. Por eso insisto en que lo principal para el jugador es la familia y tener un representante al lado que entienda las mismas cosas que vos.
-Casi ningún otro oficio te pone a tan corta edad en una posición en la que tenés mucho dinero, fama, exposición, ¿cómo se maneja eso?
-Es complicado. A veces encontrás el punto en alguien que sea tu pareja. Nosotros nos casamos bastante jóvenes. Si no sucede, es complicado hasta que lográs cortar el cordón. Porque muy pocos le dicen no a la madre o al padre o a un hermano. Y tener todas las posibilidades a los 20 años, cuando a otros les sucedes a los 45 después de tantos años de trabajar, vuelve complejo todo. Ahí entra un poco el club, que tiene que marcar parámetros y te tiene que decir hasta dónde ir. Y después tener un buen grupo de compañeros ayuda, porque si el chico tiene un poco de cabeza abierta, es posible que mire cómo se desenvuelven otros compañeros con más recorrido. Y hay que saber escuchar. Porque ojo, el mundo del representante no se ve tan bien, pero hay veces en las que ocupan un lugar en el que colaboran con una palabra o con una sugerencia para que hagas mejor las cosas. Hay gente de buena fe, que te tiene aprecio y que sabe qué decirte.
-¿Te incomoda que te miren distinto por ser jugador y que por eso te digan que hacés todo bien?
-Eso es lo peor que te puede pasar. Y sucede. Porque llegás a casa y te dice ‘no te preocupes porque tiene la culpa el entrenador. Vos jugaste bien’. O que te digan ‘vos preocupate por hacer goles’. Y claro, cuando estás después con tu grupo de compañeros y eso no sucede… Y volvés a tu casa e insisten ‘dale, dale que no pasa nada’. Es muy difícil para el que llega a primera y es pibe. Son muy pocos los que vivieron eso y después pudieron triunfar.
-Lo mejor que te puede pasar es que llegués a tu casa y tu mujer te diga: “Muy lindo los tres goles que hiciste, pero cambiale el pañal a la nena”…
-Tal cual. Eso debe pasar. Y lo mejor sería que tu mujer o tus papás, te pongan en el lugar que corresponde: de marido o de hijo. No más que eso.
-¿Quién es la persona que te pone a tierra?
-Mi familia y mis amigos. A nosotros nos miran de afuera y hay un complejo de mirarte de cómo camina, cómo habla, cómo te mira… Pero yo trato de ser siempre igual en todos lados. Dentro del vestuario, en mi casa, con mis amigos. No soy de imponer. Y la verdad que me han acomodado mis viejos o mi señora en su momento. Mi viejo, siempre me dijo, cuando tenía 16 o 17 años, ‘mirá que vos sos jugador de fútbol, pero si hay mucho problema te venís a trabajar conmigo al campo. Se acabó la cosa’. Y no había más para decir. Y con mi señora, desde los 18 años estamos juntos. Ella me conoce bien, me pone en el lugar sin problema. Y a mí me gusta, que me diga, ‘llevá a la nena al colegio, hacé tal o cual cosa’. Me hace bien.
-¿Te das cuenta del tipo que se quiere aprovechar y te quiere sacar algo?
-Sí, claro. Yo soy igual con todo el mundo, pero por más que vos estés encima y te hagas no sé qué, cuando llegue el momento que me pidas algo, yo te voy a decir ‘no tengo’. Antes me costaba decir que no, ahora eso ya lo tengo claro.
-¿Te gusta el mundo del fútbol?
-No reniego. Entendí como es. Que ustedes tienen que hacer su trabajo y nosotros el nuestro. Se trata de tener códigos. En cuanto a la prensa, se trata de no hacer daño. Nosotros sabemos cómo suceden las cosas. Me parece que acá en River las cosas están claras. Pero todo lo demás que rodea al fútbol es enorme. Y hay demasiadas cosas. El otro día estaba mirando un partido de San Lorenzo y veía que había un nene llorando. Y mi mujer me dice ‘por qué el padre no hace nada para que el nene no se angustie así’. Y pensaba, cómo puede ser que un nene de ocho o nueve años esté llorando por el fútbol… Es también parte de lo que rodea al fútbol. Ese nene el día de mañana va a jugar un partido de baby y quizás, si perdió y alguien lo cargó, por ahí le da una piña al otro. Es una locura, pero sucede. Ahí es donde no me gusta nada.
-¿Cómo se combate eso?
-Con los jugadores, cuando llegan a Primera hay que hacerles entender que las cosas son diferentes. Acá tratamos de que todos arranquen de cero. Bueno, vos sos la estrellita de inferiores o el pibe de las tapas, pero acá tenés que volver a ganarte un puesto. Y lo vas acomodando. Y, después, los clubes deben contener socialmente. Aunque hoy perdieron un poco ese sentido, porque si no ganan parece que es el fin del mundo.
-¿Tu vida va a seguir siendo el fútbol después del retiro?
-Me dolería muchísimo perder el vínculo con River o con el mundo del fútbol por no saber dónde ubicarme. Porque el día de mañana podría pensar en tener una oficina en un club y no hacer nada, pero no es lo que quiero. Pretendo ocupar un lugar porque estoy preparado para hacerlo y porque me formé para eso. Entrenador, la verdad, lo dudo mucho.
-¿Y por fuera del entrenador?
-Me gusta mucho lo que hizo Monchi en el Sevilla (Ramón Rodríguez Verdejo, actual manager de la Roma), por cómo contrata y cómo selecciona los talentos. En River sé que no es fácil hacerlo, porque como parece que tiene la billetera más grande que los demás, le piden más. Pero veo que se puede trabajar de base y captar futbolistas desde el momento en el que surgen, antes de que se consagren. Hacer un seguimiento de ese chico. Seguro que se hace, pero no sé si con el seguimiento exhaustivo que se hace allá. Tratan de ver las razones por las que un futbolista cuenta 10 o 20 millones de dólares. Y que el pibe sepa también que lo está siguiendo River. Que llegar a River cueste. En eso me gustaría ayudar.