Vale ver (y escuchar) las imágenes de la presentación de Giros Revisitado en el CCK del pasado 16 de abril, y corroborar el misterio festivo que se vivió. Una noche que tendrá réplica local el próximo viernes a las 21 en el teatro El Círculo (Laprida 1223), donde Aloras y grupo pondrán en escena al que es uno de los discos clave de Fito Páez y de la música argentina.
Con dirección de Aloras, el grupo que concitó Giros Revisitado es puro deleite; a saber: Paul Dourge (bajo), Fabián Gallardo (guitarras), Leo Sujatovich (sintetizadores), Juan Frattari (batería), y Yamile Baidón (coros). “Hubo algo que pasó y por suerte quedó de alguna manera registrado; y es lo que se sentía en el aire, algo difícil de traducir en palabras. Todos coincidieron en eso, e intuyo que tuvo que ver con la afectividad, dada por algo que no era necesariamente retro ni nostálgico. Se lo comenté a Fito, luego del show. Más allá de lo que sé, de que soy detallista y obsesivo, uno no siempre corrobora que eso se traduzca en sensaciones y emociones, pero pasó algo increíble. Superó lo que uno podía imaginar, y por eso también hay una idea de repetir”, señala Gonzalo Aloras a Rosario/12.
En el marco del ciclo de conciertos Discos Esenciales 1983-2023, el músico fue invitado a presentar en el Centro Cultural Kirchner Giros, el álbum de 1985 de Fito Páez. Desde luego y más allá de la sintonía que Aloras comparte con Páez, hubo una responsabilidad y un desafío. “No es gratuito haber decidido hacer esta especie de obra conceptual con ese disco; es una obra magnifica, y en todo sentido. A lo que voy es a que es un disco con el que pasó algo que no se podía saber en su momento. En el mundo del arte, el rock nace como una cosa medio punk en su esencia, pero esa cualidad quizás también contribuyó a que se pensara que los discos de rock están ligados a cierta temporalidad, dada por la juventud o el consumo; pero hay obras que escapan a esa generalidad, como es el caso de Giros, Clics Modernos y otros ejemplos, que si bien nacen dentro de la cultura rock y el mercado de la música, escapan totalmente a esa categorización”, continúa.
La caracterización de Giros que ofrece Aloras es suficiente: “Que en un mismo disco haya un recorrido por la chacarera, la baguala, la música brasilera, el tango de Troilo, el Cuchi Leguizamón, Baglietto, Litto, Spinetta; todo eso en nueve canciones frescas, espontáneas, poéticas y políticas, hechas por un grupo de chicos de 20 años, es digno de ser destacado. En su momento, lo que se vio era a un pibe con talento, que sacaba un disco de buenas canciones; ahora, lo que vemos es otra cosa. Es esto lo que estoy queriendo poner sobre el escenario y desde un modo muy singular, ayudado por la cuestión audiovisual, con referencias a estas personas, a las influencias y a los músicos que colaboraron. Es eso, poner la obra en el lugar en el que ella sola se ha puesto. En ese sentido, no hago mucha intervención. Lo que digo es: esto es una obra clásica, que ha atravesado los tiempos y ha crecido con nosotros”.
-No la intervenís, pero sin embargo debió existir una apropiación para poder ponerla en escena.
-Digo sin intervenir pero es cierto, hay un giro, una manera de intervenir desde el viaje en el tiempo, hacia 1985 pero sin moverse y estando muy presente. Creo que es eso también lo que pasó en el CCK, esa sensación que no sabíamos cómo describir pero nos atravesó. Somos nosotros, ahora, quienes nos ponemos estas letras y tocamos esos arreglos. Por otra parte, la idea del revisitado era no modificar la esencia del disco, no versionar, que es lo que se estila hacer. La propuesta fue intentar replicar en vivo aquello que se hace durante un mes en un estudio, lo cual es un desafío, para el que hice un trabajo de investigación para averiguar qué instrumentos se utilizaron, qué efectos, cómo se grabó; y así reconstruirlo y ponerlo en un escenario. No sé si hay antecedentes de algo similar; encontré un ejemplo que me pasó mi hermano, del disco Smile de los Beach Boys, que se hizo no sé cuántos años después en un concierto, pero con otros músicos e instrumentos, así que hasta en ese sentido hay un toque de originalidad.
-Imagino que entrar en contacto con los instrumentos originales con los que se grabó Giros debió ser algo, diría, casi religioso o parecido.
-Cuando tuve que ir músico por músico investigando, en el caso de la batería –que fue grabada por el Tuerto Wirzt, que ya no está–, pudimos rastrear cómo hizo su sonido y la manera de tocar. Cuando hablé con Fabián (Gallardo), quien grabó efectivamente los arreglos y las guitarras de Giros, y le comenté mi idea de rescatar inclusive la tímbrica, me ayudó a recordar cuáles eran los pedales de efectos de guitarra que él tenía, las marcas y los modelos; los conseguí a todos. Y por suerte él nunca vendió la Stratocaster Shelter con la que grabó el disco. Cuando Fabián se puso esa guitarra con los tres pedales que conseguí, y la enchufó al mismo equipo de guitara que también buscamos, me contó después que tuvo una especie de regresión con revelación, porque se dio cuenta de que ese sonido era él. Es decir, ese sonido tiene todo su ser, está puesto en un timbre, y eso es lo que yo quería traer como agregado de este espectáculo. Es algo sutil, pero es imposible no percibir los timbres, las texturas de los sonidos. Por ejemplo, “11 y 6” fue grabada por una máquina de ritmos específica. Yo me dije, si pongo esa máquina sobre el escenario y le doy play, indudablemente la experiencia será increíble, porque será una cuestión tímbrica, y no rítmica. Esa apuesta por el timbre fue el mayor trabajo que tuvimos en toda la preproducción y es básicamente lo que define el concepto revisitado; es decir, no solamente que los músicos sean los mismos y se respetaran los arreglos, sino sobre todo arribar a la misma tímbrica, el mismo sonido. Siento que la apuesta por rescatar este trabajo es valiosa, dice mucho, y aporta una nueva perspectiva en relación a la música. En el caso de Tweety González, me aclaró que iba a estar de gira y no podía sumarse. ¿Cómo reemplazarlo? Además, un chico más joven tampoco iba a saber cómo manejar el famoso Oberheim, uno de los sintetizadores más hermosos por su textura y sonoridad. Y se me apareció la imagen de Leo Sujatovich, el ídolo de Tweety y de cualquier tecladista en esa época. Luego de la presentación, Tweety me manda un mensaje diciéndome que se había emocionado hasta las lágrimas, y que nunca se había imaginado que su maestro iba a tocar por él.
La propuesta es notable y de ello da cuenta el registro de la presentación en el CCK, pero también porque en Gonzalo Aloras hay un nexo íntimo con este disco. Según el músico: “Giros me marcó mucho y fue determinante para que yo empezara a hacer música; hay cuestiones que se hacen en un momento determinado de la vida, y este tiene que ver con la gratitud. Ése es también el motor de fondo de cuando me invitaron a presentarlo en el CCK, en ese lugar emblemático, de una arquitectura impresionante. Era el lugar ideal para realizar el gran homenaje que me debía hacerle a Fito y a toda una época y manera de hacer música. Por supuesto, no es algo que haya que dejar para el pasado y los museos; ahí está la otra parte que se abre como interrogante al traerlo al presente, porque es imposible que eso no devenga en una posibilidad de nuevas ideas para cosas futuras”.